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domingo, 2 de abril de 2023

LA COLUMNA DE EDGARDO ETTLIN / MISTERIOS DEL MONUMENTO FUNERARIO DEL CORONEL BERNABÉ RIVERA (y algo sobre el combate de Yacaré Cururú - Cuarta y Última Parte)

 



Luego de Salsipuedes (11 de abril de 1831), a pesar de los muertos y de todos los prisioneros enviados a Montevideo que sufrieron (hombres, mujeres, y niños), los charrúas mantuvieron una fuerza bélica considerable. “
De esa matanza escaparon con el cacique Sepé de 80 a 90 hombres, que se refugiaron en los montes del Cuareim.” (1) También estaban con ellos sus familias (“la chusma”, como se llamaba entonces a sus mujeres e hijos). Luego del combate de Mataojo (17 de agosto de 1831), los que pudieron seguir escapando y sobrevivir, se asentaron en una región ubicada aproximadamente entre las nacientes de los ríos Cuareim y Arapey.


El Ministro de Gobierno Santiago Vázquez recibió una nota del 23 de mayo de 1832, informando que el día 18 de ese mes la tropa guaraní acantonada en Bella Unión al mando del Comandante Comandiyú se había sublevado (2), plegándose sus congéneres Gaspar Tacuabé, el Indio Lorenzo y Francés Echeveste, lo que permite inferir, siguiendo a Antonio Díaz (hijo) que el alzamiento se consolidó el 19 de mayo de 1832. Es así que, estando el Coronel Bernabé Rivera abocado a la fundación de la ciudad de San Fructuoso (Tacuarembó) y al frente de la Comandancia de la Frontera Norte, recibió la orden de combatir el alzamiento inmediatamente; partiendo a tales efectos desde Tacuarembó por el 29 de mayo de 1832 (3). Su tío Fructuoso Rivera (4) estaba apostado en Durazno.


Bernabé se puso inmediatamente en campaña.


El día 5 de junio de 1832 en Arapey Chico, Paso de las Cañitas, el Coronel Bernabé Rivera derrotó e hizo prisionero al guaraní misionero Ramón Sequeira, anunciando que había ocasionado a los rebeldes indios guaraníes y charrúas muchas bajas (5).



El 7 de junio les vence también cerca del poblado de Belén (Departamento de Salto), tomándoles por sorpresa y diezmando a tres compañías de los sublevados comandadas por el guaraní Gaspar Tacuabé, quien logra escapar con los otros cabecillas guaraníes Francés Echeveste y el Indio Lorenzo; Bernabé y sus hombres les toman 151 prisioneros, entre ellos al Comandante de Bella Unión Comandiyú y al caudillo guaraní Cairé, incautándoles más de 1.000 caballos y muchas armas, apresando además “considerable número de familias de los sediciosos y algunos de los caudillos” (6). Es muy probable que en este episodio se haya apresado a los charrúas Laureano Tacuabé (no confundir con Gaspar Tacuabé, que era guaraní), Senaqué, Vaimaca Pirú y Guyunusa, de los cuales como sabemos, el gobierno uruguayo autorizó su “extradición” (7) para que François de Curel se los llevara a Francia en 1833 (8). Vaimaca Pirú, quien se había mantenido tranquilo desde Salsipuedes hasta entonces, se había plegado a los rebeldes guaraníes (9). Bernabé Rivera, no obstante, le perdonó la vida, “desde que el Coronel Ribera, tan distinguido por su humanidad como por su bravura, le tomó bajo su protección, como también a otros Charrúas, y les hizo conducir a la ciudad de Montevideo” (10).


Finalmente, el 11 de junio Bernabé Rivera dio alcance a los pocos indios que quedaban aunque la mayoría, entre ellos los guaraníes Tacuabé, Echeveste y Lorenzo, lograron escapar a Entre Ríos, cruzando el Río Uruguay por el Paso de San José (11).


Un exultante Fructuoso Rivera festejaría el 12 de junio de 1832 “el vrillante resultado de las operaciones dela divición de D. Bernabé… que avrá sometido alas hordenes del Gno. aquellas gentes…” (12). Al día siguiente 13 de junio, Manuel Oribe le envió a Don Frutos sus felicitaciones destacando el éxito “de mi amigo Bernabé veo el resultado feliz que ha tenido en su campaña de que nunca dude pues nuestra Campaña está demaciado pronuncia [sic] p.r. el orden y doi a V. la norabuena como lo hago en la adjunta que inclullo para Bernabé…” (13).



Bernabé Rivera no se detuvo allí. Buscando a los indios rebeldes que pudieran quedar dispersos, vadeó el Río Cuareim río arriba persiguiendo con unos ochenta hombres al guaraní Napeguá o Agustín Napacá, logrando que éste y los suyos huyeran hacia el Brasil atravesando aquel río. Luego de avisar a su par del otro lado Bentos Manoel Ribeiro para que los desarmase, licenció a parte de sus hombres y “se volvía á Bella Union. En el camino supo que los Charrúas en numero de 25 ó 30 se hallaban á poca distancia”. Tomado conocimiento de ese reducto, “y habiendo sabido que los Charrúas se hallaban en un potrero distante cuatro leguas de aquel punto, dispuso atacarlos, como efectivamente lo verificó en la mañana del dia siguiente”, “quedandose con solo 32 hombres incluso los oficiales” (14). Los charrúas estaban allí asentados con sus familias.


Así, Bernabé Rivera se dirigió con su disminuido contingente (menospreciando a las fuerzas de los indios, Bernabé había decidido emplear un pequeño número para aligerarse) hasta la Hondonada, Barra o Rincón de Yacaré Cururú, adonde los charrúas se encontraban, llegando el 20 de junio de 1832.


Las informaciones que poseemos sobre los hechos del combate de Yacaré Cururú poseen ciertas diferencias entre sí. Como bien dice Fernández Saldaña, “De la sangrienta brega de junio no hay más relato testifical, en cuanto pueda valer por la honradez del deponente y su rol en la acción que los dichos del sargento Gabiano, único sobreviviente del grupo de diez o doce (jefes, oficiales y tropa), que recibió el choque de la indiada...” (15). Pero al menos hay documentación y relaciones más cercanas al momento en que ocurrieron estos hechos, que las que tenemos sobre la Matanza de Salsipuedes.


Intentaremos reconstruir una versión sobre cómo habrían ocurrido los sucesos de Yacaré Cururú aquel día 20 de junio de 1832, cruzando la información de los testimonios y documentos más antiguos que hemos podido conocer. A saber:



- Una supuesta “Correspondencia particular” fechada en Durazno el 27 de junio de 1832, publicada en “El Universal” del 2 de julio de 1832 (no aparece su autor y está en estilo epistolar, pero su fuente sin duda fue algún militar sobreviviente del combate), más los informes oficiales que el Coronel José María Navajas, entonces Sargento Mayor, envió a Fructuoso Rivera en los días 21 y 22 de junio de 1832, y una comunicación de Bernabé Magariños a Fructuoso Rivera del 25 de junio de 1832 (16).

- Un informe de los brasileños Coronel José Rodríguez Barboza del 15 de julio de 1832, y otro de Barboza y del Comandante Manuel Ribeiro de Morais (transmitiendo información del Capitán Manoel Cavalheiro) del 10 de julio de 1832 (17).

- El poema de Francisco Acuña de Figueroa “Epicedio ó Canción Funeral. Á la heroica muerte del bravo Coronel D. Bernabé Rivera, dedicada al Exmo. Señor Presidente del Estado Oriental del Uruguay D. Fructuoso Rivera”, escrito en 1833 y publicado en “El Parnaso Oriental” Tomo I, en 1835. Existe en el Museo Histórico Nacional una lámina con dichos versos ilustrados por Juan Manuel Besnes e Irigoyen, que reza al pie, “F. A. de Fig.a los hizo, J. M. B. é Irig.n inv. dib. y esc.: y ambos dedicaron al digno hermano del heroe el Excelentísimo Señor Brig.r Presidente Don Fructuoso Rivera. Dibujado en Octubre 11 1833” (18).

- Una publicación aparecida en “El Defensor de la Independencia Americana” de fecha 1º de julio de 1845, probablemente de autoría del Brigadier General Antonio Felipe Díaz, titulada “Extractos del Diccionario al Uso; o sea: Miscelanea Politica, Historica y Sentimental (continuación)” (19).

- La relación o informe del Coronel Manuel Lavalleja (hermano del Libertador Brigadier General Juan Antonio Lavalleja) que escribió para el Brigadier General Manuel Oribe, del 31 de octubre de 1848. Esta información parece importante, desde que el Coronel Lavalleja dice haber sido “informado por los mismos charrúas que se batieron con él y que lo hicieron prisionero, le formaron cargo sobre los asesinatos de Salsipuedes y Queguay, cometidos en sus familias, le mataron y mutilaron”; “me he informado muy detenidamente, de los indios más capaces de esplicarse que había entre ellos; diez meses estuve con ellos en el año treinta y tres y siempre era la conversación dominante del modo que mataron á Bernabé” (20).

- Los “Apuntes varios sobre los indios charrúas”, del Brigadier General Antonio Felipe Díaz. Estas anotaciones son muy importantes, pues Díaz conocía a los charrúas y había tratado con ellos desde 1812, y expresa haber tomado el relato de Yacaré Cururú de algunos indios charrúas (21). Su hijo el Coronel Antonio Díaz y su nieto Eduardo Acevedo Díaz utilizaron estos apuntes para historiar el episodio de Yacaré Cururú (22).

- Una carta de Modesto Polanco a Eduardo Acevedo titulada “Los indios charrúas”, fechada en “agosto de 1890” y publicada en el periódico “La Época” del 16 de setiembre de 1890 (23).


Por supuesto, al comparar estas fuentes hemos tenido que tomar decisiones a efectos de poder articular esta narración sobre qué habría ocurrido en el combate de Yacaré Cururú. Hemos intentado proceder con la mejor intención y con la mayor seriedad posible.

Bernabé dio con las tolderías charrúas, tomó un pequeño número de familias que aun conservaban, y dejó con ellos ocho hombres. Qued así únicamente con veinticuatro efectivos para sostener cualquier acción militar.


En ese estado, Bernabé Rivera se encontró con un grupo de dieciséis de un total de treinta y cuatro guerreros charrúas al mando del cacique Sepé, que vivían con sus familias por el Cerro de Tres Cruces. Al verlo, los indios salieron huyendo en sus caballos con sus gentes en retirada veloz, siendo conscientes de que los hombres y caballos de los hombres del Gobierno ya venían desganados, luego de tantos días de marchas forzadas.



El Coronel Rivera “fue advertido por varios de los suyos, que los más habían quedado con los caballos cansados, y que el resto estaban sumamente pesados; no hubo que tratar, mandó poner sable en mano, y los apuró…”. Aunque ya se encontraban sus hombres y los caballos cansados, Bernabé estaba confiado en que podría vencer a estos charrúas sin mayores contratiempos; por lo que salió a todo galope hacia ellos procurando apresurarse a alcanzarlos, aunque los aborígenes le llevaban una distancia considerable e iban a toda carrera con sus familias.


Bernabé Rivera los persiguió por más de dos leguas. Iba en la delantera, liderando y dando ejemplo a sus soldados. Mas como dijera una crónica de época, “la fuga se convirtió en carrera y esto fue lo que perdió á don Bernabé”. Su caballo ya estaba cansado; sus tropas fatigadas se iban desordenado y raleando, y algunos fueron quedando atrás o en la retaguardia, dispersos entre sí y en desorden, distanciándose de su Coronel quien iba al frente, dejándole paulatinamente solo con un número muy reducido de soldados, mientras los charrúas mantenían su rauda retirada.


Creía probablemente Bernabé Rivera que los charrúas huían asustados, aunque en realidad, los dieciséis charrúas con que se había topado habían sido dejados a propósito por Sepé bajo el mando de un indio llamado Bernabé, quien había sido criado por el propio Coronel Rivera, de quien tomó su nombre. Mientras tanto, Sepé y los dieciocho charrúas restantes quedaron ocultos en un bosque, esperando. El Coronel Bernabé Rivera iba con sus hombres hacia una emboscada.


Bernabé y sus hombres tenían ya cerca a los charrúas cuando en determinado momento, en la seguridad de que la soldadesca había disminuido en la persecución, de que sus caballos estaban fatigados, y de que Bernabé iba quedando con un número de efectivos menguado y cansado, al llegar al lugar donde los aguardaban para emboscarle, respondiendo a un alarido guerrero de Sepé los guerreros que venían siendo perseguidos dieron sorpresivamente la vuelta, y cargaron contra Bernabé y los pocos efectivos militares que le seguían. El resto de los charrúas que estaban ocultos en el monte con Sepé atacaron por uno de los flancos. Una lluvia de lanzas y boleadoras cayó sobre los soldados.


Sorprendido, Bernabé intentó dar vuelta pero cayó su caballo y rodó, quedando él en tierra. Logró salir por sus medios del equino y correr a pie hasta que cayó en tierra boleado, “y alcanzándolo dos charrúas que le seguían mas inmediato, le tiraron dos lanzadas, e inmediatamente se le abalanzaron con la presteza de un rayo sobre él”. Le rodearon “por más de ocho ó diez salvajes que permanecieron largo rato en el mismo punto”, mientras todos los charrúas acometían a los gritos frenéticos y triunfantes, mezcla de furia y de algarabía, de “¡Bernabé!, ¡Bernabé!”, lesionándole con sus lanzas y boleadoras. El primer golpe, con una bola, se lo dio en la cabeza su antiguo criado el indio Bernabé.


Algunos como el Comandante Teniente Coronel Pedro Bazán, el Teniente Roque Viera y el Sargento Gabiano, llegaron hasta él para socorrerle. Gabiano (se desconoce su nombre de pila) se acercó con su caballo para que Bernabé Rivera pudiera subirse a la grupa, pero éste lo rechazó y arengaba infructuosamente a sus hombres para reorganizarles, que hicieran frente y emprendieran el combate. Ya era tarde, porque todos los indios estaban sobre él. Bazán descendió a tierra, pudo aproximarse hasta Bernabé y espalda contra espalda, infundiéndose mutuamente valor, se defendieron furiosamente hasta el final.


Para los charrúas fue fácil dar cuenta de los pocos soldados que habían en el campo de refriega, porque estaban desordenados, aterrorizados, y no tuvieron tiempo de agruparse para defenderse. Viendo que todo estaba perdido y que los charrúas lo abandonaron para concentrarse en atacar a Bernabé, el Sargento Gabiano pudo finalmente huir y ocultarse herido en el monte para salvar su vida. Otros soldados, sin dar pelea ni defender a sus compañeros en apuros, también pudieron escaparse ocultándose en el bosque.


En el encuentro de Yacaré Cururú murieron Pedro Bazán, Roque Viera y nueve soldados.


Todo indica que Bernabé Rivera no murió en el combate, sino que fue tomado prisionero por los charrúas y llevado a otro sitio más lejos. Así lo registran las narraciones que dicen haber recogido testimonios de charrúas que estuvieron en ese momento. A los hechos nos atenemos, de que no fue encontrado al haberse hecho un nuevo reconocimiento de los que habían sido hallados muertos cuando el entonces Sargento Mayor José María Navajas llegó al lugar el 21 de junio, debiendo hacerse una rectificación de la información al día siguiente 22 (24).


El Coronel Bernabé Rivera fue arrastrado por los charrúas á un bosque vecino, “donde satisfacieron á su placer una venganza que tanto habían deseado tomar.” Y lo ataron a un árbol.


Mientras lo golpeaban y torturaban, los charrúas y sus familias gritaban salvajemente, y comenzaron a hacerle cargos y acusaciones sobre las muertes de sus caciques y compañeros. Los indios exclamaban “en medio de una algazara terrible”, “¡Queguay, Queguay! ¡Indios hermanos muertos! ¡Matando amigos!” Uno de los indios llamado Javier era de la opinión de que no se matara a Bernabé, alegando que podrían canjearlo por sus familias prisioneras. Pero entre clamores furibundos muchos de los que formaban la turbamulta, y especialmente las mujeres (las “chinas”, como se llamaba a las indias), pedían su muerte sedientos de venganza.


Los charrúas martirizaron con ingentes sevicias durante dos días a Bernabé “ansiosos de vengarse por la carnicería del Queguay”, sin piedad ninguna.


Durante todos esos momentos en que estuvo cautivo de los charrúas, Bernabé les suplicaba por su vida, rogando que no lo atormentaran más y que le liberaran, ofreciéndoles a cambio la entrega de las mujeres, hijos y prisioneros atrapados, y de los que se habían llevado a Montevideo, asegurándoles que una sola carta suya bastaría para que todos volvieran. Pero no sirvió. Los charrúas, en respuesta, le inquirían quién les devolvería a sus seres queridos y jefes muertos. Sepé le increpaba inexorable: “Para ti quieres Dios, pero para nuestros padres y hermanos no hubo Dios”. Y le ponía en cara que si les devolvían a sus familias estaba bien, pero quién les devolvería vivos al Cacique Venado, Vencol y a los demás indios muertos en Salsipuedes. Ante ello, Bernabé nada tuvo para responder.

Finalmente Sepé lo atravesó de una lanzada (hay quienes mencionan que el autor fue un indio llamado Joaquín; y otros mencionan que fue el indio Bernabé, al cual según dijimos el propio “Bernabelito” Rivera lo había criado, quien lo lanceó). Los otros indios siguieron tras él su ejemplo. Le ultimaron causándole “multitud de heridas, hasta que quedo exánime”. Le cortaron la nariz. El cacique Sepé le extrajo las venas del brazo derecho para atar con ellas la moharra de su lanza, “lo que mostraba en 1832 como un trofeo de su bárbara y cruenta hazaña”.


Llevaron el cadáver de Bernabé a cierta distancia, donde había un pozo o una zanja con agua, metiéndole la cabeza y dejando el cuerpo fuera. Según el testimonio del capitán brasileño Manoel Cavalheiro, el cuerpo de Bernabé Rivera fue arrojado a una laguna “para que los suyos no lo encontrasen”.


Años después y ya anciano, el cacique Sepé le contó a Modesto Polanco una versión diferente. Le dijo que al haberlos atacado Bernabé Rivera, los charrúas huyeron y se estaban dispersando en derrota cuando al grito de Sepé, éstos se volvieron y con sus boleadoras detuvieron a los que los perseguían. Dicho cacique negó a Polanco haber tomado vivo a Bernabé Rivera y haberlo lanceado atado en un árbol. Le manifestó que no hubo ninguna emboscada, y que a Bernabé Rivera lo mataron allí mismo. “Una vez nos hizo Sepe (25) el simulacro de esa pelea, con la arrogancia y el orgullo de haber vencido en campo limpio, y en franco y leal combate.” También Acuña de Figueroa en su “Epicedio…” relata que Bernabé fue muerto en el ataque de los charrúas.


Consumado todo, los charrúas “… se dispersaron luego en la provincia limítrofe del Río Grande…”.


Entretanto, y distantes de aquéllos, un contingente al mando del entonces Sargento Mayor José María Navajas encontró el día 21 de junio de 1832 los cuerpos de los infortunados Pedro Bazán, Roque Viera y de los nueve soldados caídos. Como no hallaron entre los cadáveres a Bernabé Rivera conservaban cierta esperanza de que se pudiera encontrar con vida, eventualmente oculto entre los montes, o tal vez prisionero de los aborígenes. “Puede ser que los barbaros (á pesar de su rustica sed de venganza) no lo concluyesen en el acto, y pudiendo reflexionar cuanto les valdría conservar en su poder aquel importante jefe vivo, se hayan solo apoderado de su persona o cuando mas con algunas heridas”. Salieron Navajas y sus hombres a buscarle “por cerciorarse si este benemerito Gefe existe, y en este caso proponer á los salvajes cualquiera premio por su rescate; y si desgraciadamente falleció, buscar y recoger sus preciosos restos, pues al menos puedan merecer las demostraciones de gratitud y sentimiento que le tributaran sus compatriotas y que sus compañeros puedan siquiera bañarlos con sus lágrimas”.


Se contaba que al 29 de junio un vecino de Durazno había visto a Bernabé Rivera, y auguraba que podría reintegrarse al Ejército de Gobierno; lo que algunos vecinos festejaron con un baile (26). Simples trascendidos.


Aunque Fructuoso Rivera tenía todavía al 28 de junio “la dulce, aunq.e remota esperanza, de que el benemerito y valiente Cor.l Rivera pueda aun conservar una existencia que tan heroicamente había consagrado á la Patria”, esa misma jornada, desconsolado, también escribía al General Julián Laguna:


Amigo q.e golpe ha recibido mi corazon, y q,e perdida acaba de hacer la Patria. El pobre Bernabé despues de haber concluido y asegurado todo aquello y en los momentos q.e iva á regresar á Tacuarembó, tubo noticias del paradero del pequeño resto de charruas. Salio á buscarlos con una partida de 30 hombres, y los halló en el mismo nº. Los persiguió tenazm.te despues de haberles tomado las familias, y conciguio alcansarlos, pero ya con muy pocos de su partida, y con los caballos muy pesados. Los indios se vieron acosados, y vieron que los que los perseguian eran muy pocos y en caballos cansados, y se resolvieron pelear con resolución Perdimos dos ofic.s y nueve hombres, y perdimos, amigo mio, seguram.te á Bernabe q.e tubo la desgracia de rodar, y quedar en poder de los barbaros.” (27).


Don Frutos no tuvo mucho tiempo para poder lamentar la desaparición de su sobrino Bernabé. Al día siguiente 29 de junio de 1832 se suscitó un alzamiento lavallejista para derrocar a Fructuoso Rivera, al mando del cual Juan Antonio Lavalleja se puso formalmente el día 15 de julio siguiente (28). “Se apuraron los resortes del desquicio, y la conspiración reventó en el Pueblo del Durazno donde se encontraba el Precid.te Rivera… bajo la Ynfluencia del Gral. Lavalleja q.e se hallaba preparado en su Estancia del Yií, Rincón de “Ant.o Herrera” como 20 leguas al norte del Pueblo del Durazno.” (29).


No se sabe a ciencia cierta cuándo ni dónde se encontró el cadáver del infortunado Bernabé. Podemos pensar que ocurrió entre los días 29 o 30 de junio, teniendo presente una nota de condolencias que Manuel Oribe le envió a Don Frutos el 1º de julio de 1832. Se conoce que al día siguiente, el 2 de julio de 1832 Bernabé Rivera fue sepultado en el camposanto de la Parroquia de Santa Rosa del Cuareim (hoy Bella Unión), junto con el Teniente Coronel Pedro Bazán y el Teniente Roque Viera (30).


En los últimos días de mayo de 1833 los restos de Bernabé Rivera, Pedro Bazán y Roque Viera fueron llevados al puerto de Salto, desde donde salieron en la goleta “Libertad de Mayo” de don Miguel Baldrán o Baldraco, y llegaron a Montevideo el 12 de marzo de 1834 en la tarde, disponiendo una Orden General del Estado Mayor General del Ejército de ese día que para el 13, o sea "Mañana, si el tiempo lo permite se conducen a depósito los restos del finado Cnel. Don Bernabé Rivera, por lo que hoy a las 9.30 se servirá concurrir con los demás jefes y oficiales dé su Cuerpo a la Capitanía del Puerto, de uniforme y centro azul para acompañarlos hasta el templo”; siendo ese mismo día 13 llevados a la Iglesia Matriz y quedando por la mañana en depósito “hasta que estén prontos los sepulcros en que deben descansar para siempre” (31). Acosta y Lara nos cuenta que el 11 de marzo de 1834 Manuel Oribe dirigió a Fructuoso Rivera una carta con dos proyectos de textos de posibles inscripciones, para que éste eligiera cuál de ellas llevaría el monumento funerario que se erigiría a Bernabé (32).


Es necesario rectificar algunos datos de nuestra entrega, respecto al monumento funerario de Bernabé Rivera y a su inhumación, atento a documentos que hemos consultado posteriormente.


Mediante Decreto del 9 de octubre de 1835, el entonces Presidente Manuel Oribe dispuso que el 1º de noviembre sería “consagrado é instalado con la solemnidad posible el nuevo Cementerio de esta Capital” (art. 1º), nuestro actual Cementerio Central de Montevideo; y que “En el mismo día y á continuación del cortejo del Gobierno serán conducidos con la pompa debida, una parte de los restos existentes en el antiguo cementerio y los de los finados Coronel D. Bernabé Rivera, Teniente Coronel D. Pedro Bazan y Capitan D. Roque Viera para ser depositados en los monumentos destinados á recibir sus restos: los cuales serán acompañados por un cuerpo de la guarnicion, para desempeñar los honores fúnebres debidos á su carácter.” (art. 2º) (33).


Por Orden General del Ejército del 21 de octubre se estableció que el 1º de noviembre a a las diez de la mañana tendrían lugar en la Iglesia Matriz, las exequias de los difuntos Coronel don Bernabé Rivera, Tte Cnel. don Pedro Bazán y Tte. don Roque Viera “según lo ha dispuesto el Superior Gobierno, asistiendo el Sr. General Jefe del Estado Mayor acompañado de los Sres. Jefes y Oficiales francos de la Guarnición y Extramuros, que se reunirán media hora antes en el lugar de costumbre. Se encontrará también, el escuadrón 3º mandado por su jefe para hacer los honores correspondientes, que consistirían en una descarga, al concluirse los oficios y proveer la Guardia de Cadáver por el tiempo necesario, impuesta por un Cabo y cuatro soldados, la tropa vestirá centro azul” (34)”


Sin embargo, por algún motivo que desconocemos, pero probablemente debido a que su familia querría presentarle sus honras privadas, recién el día 3 de noviembre se realizaron las exequias de Bernabé Ribera en la actual Catedral de Montevideo, para lo cual “Da. Manuela Belmonte de Rivera, D. Bernabé y D. Fructuoso, viuda é hijos del Coronel D. BERNABÉ RIVERA, (Q. E. P. D.) suplican por medio de este aviso á todos los habitantes de esta Ciudad, se sirvan favorecerles con su asistencia á los funerales que se han de hacer por dicho finado en la Iglesia Matriz, el Martes 3 del corriente Noviembre á las 10 de la mañana, á lo que quedarán reconocidos; sirviendo esta invitacion para todos los Ciudadanos en general.” (35)


Como hemos dicho en nuestra primera entrega (36), finalmente el día 8 de noviembre se depositaron en el Cementerio Nuevo (Cementerio Central) “gral. de esta Matris en Mont.o los Restos del Cor.l d.n Bernabé Rivera marido de d.a Man.la Belmon nat.l de S.n Borja, y en compañía los Restos del Ten.te Coronel d.n Pedro Bazan español, y los del Alf. d.n Roque Viera muertos por los Barbaros Charruas, en la Jurisdiccion y territorio del Salto Or.l del Uruguay de donde fueron conducidos p.r disposicion del Gob.no y por su misma disposicion hecho el Funeral con la Pompa correspondiente en esta Matris…” (37) También dijimos en esta primera parte que desconocíamos quién fue el autor de las inscripciones de la tumba. Acosta y Lara nos cuenta que según Plácido Abad, aquéllas habrían sido de la autoría de Juan Benito Blanco o de Manuel Herrera y Obes. Quedará la incógnita.

Bernabé Rivera se casó por el año 1829 con Manuela Belmonte (1798-1838). Tuvieron dos hijos, Bernabé Manuel (1830-?) a quien llamaban “el Rivera blanco”, el cual tuvo destacada actuación en el Partido Nacional (participó en la Revolución de las Lanzas, 1870-1872), y Antonio Fructuoso (1831-?).

No es cierto que los charrúas “se extinguieran” con las campañas de Fructuoso Rivera, si bien puede concederse que luego de éstas, aquéllos se fueron desorganizando y desapareciendo como grupo humano.

Los charrúas colaboraron con Juan Antonio Lavalleja en sus intentonas revolucionarias contra Fructuoso Rivera, y también fueron aliados de Manuel Oribe, quien les brindó su protección, en su Presidencia y durante la Guerra Grande. Algunos de ellos se refugiaron en Río Grande del Sur y en la Provincia de Entre Ríos, aunque allí no tuvieron mejor suerte que en el Uruguay. El cacique Sepé o Sepe vivió por “La Quebrada y Sierras de Gauna, 9ª Sección del Dep.to. de Tacuarembó. La tribu que reunía una veintena de individuos, levantaba sus toldos de piel de yegua en la falda del Cerro de los Charrúas, distante cinco kilómetros del Paso Batoví” (38). Sobrevivió a su propia tribu (quienes murieron por viruela hacia 1854 o 1862 -difieren los años según las fuentes-) y se fue quedando solo, falleciendo por setiembre de 1864 o de 1866 (según distintas versiones) tras haber ingerido en la pulpería de Pedro Alfonso o Alfonso Pedro Dutilh y Oliver Christy, en campos de José Paz Nadal, un vaso de caña (según algunos cuentan, la bebida estaba mezclada con un químico utilizado para curtir cueros que le habían puesto dos parroquianos, supuestamente para hacerle una broma).


Los varones charrúas sufrieron durante el resto del siglo XIX las levas que los ejércitos solían hacer en el medio rural durante las guerras civiles. Algunos de quienes fueron llevados a Montevideo, las mujeres allí y en el resto del país, se fueron casando o uniendo con personas no charrúas. Las enfermedades hicieron lo suyo. El resto de los Charruas ha ido sucesivamente pereciendo en contiendas civiles que vinieron despues- Las mujeres y sus hijos pequeños, repartidos en todo el Pais y colocados bajo una especie de patronato, tambien han desaparecido en gran parte; y no pasaran muchos años que el idioma Charrua no tenga en el Mundo un solo individuo humano que lo hable.” (39) La descendencia charrúa que quedó seLa descendencia charrúa que quedó se fue incorporando paulatinamente a

la “civilización” y se fue mestizando; el mestizaje fue el principal exterminador de los charrúas.


Un “dato duro” es que ni los guaraníes ni los minuanes sufrieron en el Uruguay la persecución del Gobierno oriental, pero el mestizaje también hizo con ellos su trabajo en estas tierras.


La toponimia de nuestro país, especialmente del Río Negro hacia el Norte, es abundante en nombres guaraníes, no charrúas ni minuanes. Durante mucho tiempo el Uruguay vendió una imagen ante el exterior e inclusive dentro de fronteras, de que “no tenemos [el problema de los] indios”. No obstante, si recorremos nuestro territorio, e inclusive nuestra Capital, percibiremos que ellos todavía se encuentran presentes en los rostros de muchos de nuestros habitantes.


1DÍAZ Antonio Felipe, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977, p. 19. En muchos de los documentos del siglo XIX que hemos podido consultar, el cacique charrúa Sepé suele ser mencionado como “Sepe” (sin tilde).

2Carta del Jefe Político de Durazno Pedro Leal a Santiago Vázquez del 23 de mayo de 1832, publicada en ACOSTA Y LARA Eduardo, “La guerra de los charrúas en la Banda Oriental” (Volumen II, periodo patrio II), Talleres de Loreto Editores, Montevideo - Buenos Aires, 1998, p. 126. Ver Nota siguiente.

3Acorde a Antonio Díaz (hijo), el 19 de mayo de 1832 habría ocurrido la rebelión de los guaraníes y de los charrúas (DÍAZ Antonio -hijo-, “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, p. 87). De acuerdo a la información de Ramón P. González, el día 21 de mayo inmediato el Jefe Político de Paysandú comunica al Ministerio de Gobierno del acontecimiento, y Fructuoso Rivera recibió el 1º de junio de 1832 la autorización de la Asamblea General para comandar en persona y emplear la fuerza contra los indios levantiscos (GONZÁLEZ Ramón P., “Tacuarembó, su fundación, hechos históricos, anécdotas”, Librerías Barreiro, Montevideo, 1939, pp. 19-20), aunque no se registra que él haya actuado por sí. En nuestra entrega anterior dimos cuenta que según Antúnez de Oliveira (ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé Rivera” Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 26), Bernabé habría recibido la orden el 15 de mayo, pero esta fecha podría ser errónea (ETTLIN Edgardo, en “https://elblogdejuanjopereyra.blogspot.com/search/label/Edgardo%20Ettlin”, Nota 41). En una carta del 11 de junio de 1832 a Fructuoso Rivera, Bernabé le informa que hacía “Trece días que salí de Tacuarembó Chico” (en GONZÁLEZ, “Tacuarembó…” cit., p. 24); lo que hace pensar que desde el 29 de mayo de 1832 se había dispuesto a la acción. Mientras Bernabé Rivera combatió el alzamiento guaraní-charrúa sobre la frontera Norte, su tío Fructuoso Rivera permaneció en el Durazno.

4Fructuoso Rivera era conocido por sus enemigos y adversarios políticos como “el Pardejón” o “el Mulato” debido a su piel cetrina, dado su origen andaluz (su padre, Pablo Hilarión Perafán de la Rivera, era natural de la provincia de Córdoba, Andalucía, acorde a DE-MARÍA Isidoro, “Extracto de la biografía del General Fructuoso Rivera”, en “Fructuoso Rivera Número Único”, Montevideo, 13 de Enero de 1894, p. 2).

5Carta de Bernabé Rivera al Ministro de Guerra y Marina del 5 de junio de 1832 y adjunta comunicación de Bernabé a Frucctuoso Rivera del 5 de junio de 1832, transcritas en GONZÁLEZ Ramón P., “Tacuarembó, su fundación, hechos históricos, anécdotas”, Librerías Barreiro, Montevideo, 1939, pp. 21-22. También se encuentra en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 127-129, DÍAZ (hijo), “Historia militar…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 88.

6Carta de Fructuoso Rivera al Ministro de Guerra del 15 de junio de 1832 y copia adjunta de la misiva de Bernabé Rivera a Fructuoso Rivera del 7 de junio de 1832, transcritas por GONZÁLEZ, “Tacuarembó…” cit., pp. 22-23; y por ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 129-130. DÍAZ (hijo), “Historia militar…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 88. Picerno fecha este encuentro en el día 11 de junio de 1832, (PICERNO José Eduardo, “El genocidio de la población charrúa”, Biblioteca Nacional Uruguay. Ediciones de la Biblioteca, Montevideo, 2008, pp. 347-349). Sin embargo, las notas transcritas por GONZÁLEZ y ACOSTA Y LARA despejan toda duda, en cuanto a que este encuentro habría ocurrido el 7 de junio. También ver “El Indiscreto”, Año II, Montevideo, Noviembre 5 de 1885, Núm. 75, p. 347.

7ANONIMO (¿DE CUREL François?) “Arrivée de quatre sauvage Charruas, par le Brick Français Phaéton de Saint-Malo”, Imprimerie d’Hyppolite Tilliard, 1833, p. 11.

8ANONIMO (¿DE CUREL?) “Arrivée…” cit., pp. 12-15. RIVET Paul, “Les derniers charrúas”, en “Revista de la Sociedad ­Amigos de la Arqueología” Tomo IV, Montevideo, 1930, p. 15. “El Indiscreto”, núm. cit., p 347. PICERNO (“El genocidio…” cit., pp. 349-355) ubicó esta captura luego del combate del 11 de junio de 1832 (ver Nota 6).

9MARUCA SOSA Rodolfo, “La nación charrúa”, Editorial Letras, Montevideo, 1957, p. 152.

10ANÓNIMO (¿DE CUREL?), “Arrivée…” cit., p. 12.

11Carta de Bernabé Rivera a Fructuoso Rivera del día 11 de junio de 1832, transcrita en GONZÁLEZ, “Tacuarembó….” cit.,, pp. 24-25; y en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 130-131. Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, p. 6. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 354-355. La nota de Bernabé cuenta cómo había caído “sobre el resto de los forajidos” -op. cit., p. 354-; lo que refuerza la idea de que la principal acción ocurrió el 7 de junio, y no el 11 de junio de 1832).

12ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 127-128. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 347-348. DÍAZ (hijo) “Historia política y militar…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 87. GONZALEZ, “Tacuarembó…” cit., pp. 24-25. “El Indiscreto…” núm. cit., p. 347.

13ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 132.

14“El Universal. Diario comercial, político y literario” No. 875, Montevideo Lunes 2 de Julio de 1832. DÍAZ (hijo) “Historia política…” Parte Primera Tomo II cit., pp. 88-89, “El Indiscreto…” núm. cit., p. 347. BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay. Del hombre primitivo a los últimos charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991, pp. 167-168. “Las Primeras Ideas” núm. cit., p. 6. Carta de José María Navajas a Fructuoso Rivera del 21 de junio de 1832, cit. en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 136-137. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp.357-358, y en GONZÁLEZ, “Tacuarembó…” cit., pp. 25-26.

15FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “El episodio de Yacaré Cucurú”, en “El Día”, suplemento dominical, Año VII N.o 301, 16 de octubre de 1938.

16“El Universal. Diario comercial, político, y literario”, No. 875, Montevideo Lunes 2 de julio de 1832. “El Universal. Diario comercial, político, y literario”, No. 876, Montevideo Martes 3 de julio de 1832. GONZÁLEZ, “Tacuarembó…” cit., pp. 25-30. ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 136-141. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 357-365.

17Publicados en ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa”, Linardi y Risso, Montevideo, 2022, pp. 103-104.

18ACUÑA DE FIGUEROA Francisco, “Á la heroica muerte del bravo Coronel D. Bernabé Rivera, dedicada al Exmo. Señor Presidente del Estado Oriental del Uruguay D. Fructuoso Rivera”. En “El Parnaso Oriental ó Guirnalda Poética de la República Uruguaya”, Buenos Aires, Imprenta de la Libertad, 1835, pp. 198-206. En “El Parnaso Oriental… “ cit., se dice a pie de nota (todo sic): “Esta cancion fué presentada á S. E. el día 15 del corriente mes de Octubre de 1833, en un hermoso y grande cuadro inventado y dibujado primorosamente á pluma por el insigne calígrafo D. Juan Bernes Irigoyen. Allí se representaba la fachada de un magnifico templo, y en once medallones estaban dibujados con admirable perfeccion y delicadeza, todos los pensamientos, las imágenes y el sentido que contiene cada una de las once estrofas que componen esta cancion.

19“Extractos del Diccionario al Uso; o sea: Miscelanea Politica, Historica y Sentimental (continuación)”, en “El Defensor de la Independencia Americana”, No. 31, Miguelete, Julio 1.° de 1845, pp. 5-6.

20Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, esp. pp. 5-6. FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del Uruguay (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nos. 193-196, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos, División Historia, Montevideo, 1977, esp. pp. 378-379. PICERNO José Eduardo, “El genocidio de la población charrúa”, Biblioteca Nacional Uruguay - Ediciones de la Biblioteca, Montevideo, 2008, pp. 368-373.

21DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977.

22 DÍAZ Antonio (hijo), “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, pp. 89-91. ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “Épocas militares de los países del Plata” Segunda Edición, Buenos Aires Martín García Librero-Editor, Barcelona Casa Editorial Sopena, 1911, pp. 417-419.

23“La Época”, Año IV - Núm. 996, Montevideo, martes 16 de setiembre de 1890, p. 1.

24“El Universal…”, No. 875 cit.. “El Universal….”, No. 876 cit.. Cartas de José María Navajas a Fructuoso Rivera de fechas 21 y 22 de junio de 1832, y de Bernabé Magariños a Fructuoso Rivera dl 25 de junio de 1832, transcritas en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 136-137 y 138-139. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 357-363.

25Ver Nota 1 “in fine”.

26“El Universal…” No. 876 cit..

27Carta de Fructuoso Rivera a Julián Laguna de fecha 28 de junio de 1832. En ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 143; y PICERNO, “El genocidio…” cit., ps. 363-365.

28LAVALLEJA Juan Antonio, “Esposicion del General Juan Antonio Lavalleja, de su conducta relativa á los últimos acontecimientos del Estado Oriental del Uruguay, y examen de los hechos del gobierno de Montevideo”, Buenos Aires, Imprenta de la Independencia, 1833. DIAZ pp. 92 y siguientes.

29ANAYA Carlos, “Apuntaciones históricas sobre la revolución oriental (1811-1851)”, Imprenta Nacional, Montevideo, pp. 118-119.

30Nota de Manuel Oribe a Fructuoso Rivera del 1º de julio de 1832, y copia del Libro de Defunciones de Santa Rosa del Cuareim., citados por ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 143-144, notas en pp. 146 y 147.

31ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé Rivera” Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 27. Documentos transcritos en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 145-146 y notas en pp. 146 y 147.

32ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 146-147, en Nota.

33“El Estandarte Nacional. Diario de la Tarde politico, literario y mercantil” N.º 209, Montevideo, Martes 13 de Octubre de 1835. “El Nacional. Diario político, literario y comercial”, Año 1.º, Montevideo, 14 de Octubre de 1835, Núm. 158.

34ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé Rivera” Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 27.

35“El Estandarte Nacional. Diario de la Tarde politico, literario y mercantil” N.º 236, Montevideo, Lunes 2 de Noviembre de 1835. “El Nacional. Diario politico, literario y comercial”, Año 1.º, Montevideo, 2 de Noviembre de 1835, Núm. 174. “El Nacional. Diario politico, literario y comercial”, Año 1.º, Montevideo, 3 de Noviembre de 1835, Núm. 175.

36ETTLIN Edgardo, “Misterios del monumento funerario del Coronel Bernabé Rivera (y algo sobre el combate de Yacaré Cururú) - Primera Parte”, en “https://elblogdejuanjopereyra.blogspot.com/2023/02/la-columna-de-edgardo-ettlin-misterios.html” (consultado el 24.2.2023).

37Documento existente en el Archivo de la Curia Eclesiástica de Montevideo. Transcrito también en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 146, y en ANTÚNEZ DE OLIVEIRA, “Biografía…” cit., p. 27.

38ACOSTA Y LARA Eduardo, “Un linaje charrúa en Tacuarembó (a 150 años de Salsipuedes)”, Apartado de la Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias (serie Ciencias Antropológicas; Vol. 1 No. 2), Montevideo, 1981, p. 17.

39“El Defensor de la Independencia Americana” No. 31 cit., p. 6.

 

 

EDGARDO ETTLIN. Investigador en Derecho y en Historia. Publicó entre otros libros: “Zonas Francas” (Fundación de Cultura Universitaria, 1989), “Cómo dirigir y desempeñarse en Audiencias” (Amalio Fernández, 1999), “Procesos de Ejecución de Sentencias a pagar Dinero contra el Estado” (Amalio Fernández, 2008), “Violencia Doméstica. Régimen y abordaje jurídico de la mujer maltratada en ocasión de su vida afectiva” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2009), “Una Justicia Eficiente” (Forvm Orientalis, 2010), “Normativa sobre la Propiedad Intelectual en el Uruguay” (2012), “Ejecución de Sentencias Judiciales contra el Estado” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2014), y “Responsabilidad Patrimonial de los Funcionarios Públicos” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2017), “El Derecho de Resistencia en las Constituciones de las Américas” (Fundación de Cultura Universitaria, 2018), “Responsabilidad Civil por Daños en los Espectáculos Deportivos” (La Ley Uruguay, 2019), y “Estudios sobre Justicia y Propiedad Intelectual” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2021). Ha escrito más de doscientos artículos y estudios sobre temas de Derecho, principalmente en Derecho Público, Derecho Procesal y Derecho de la Propiedad Intelectual, publicados en Uruguay, Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú, Colombia y España, y a través de Internet. Es referencia de citas por numerosos autores uruguayos y extranjeros, y asiduo colaborador de diversas revistas y publicaciones jurídicas de Uruguay y América Latina. Conferencista en diversos eventos de Derecho en América Latina y Europa. Sentencias y contribuciones jurisprudenciales suyas han sido publicadas y comentadas en prestigiosas publicaciones jurídicas. Historiador y ensayista, ha publicado diversos libros y artículos sobre Cultura e Historia, destacándose: “Bajo la Escuadra y el Compás. Mitos y verdades sobre la Masonería” (bajo el seudónimo de Jean-Marie Mondine, Ediciones de la Plaza, 2016), “Judas Iscariote y otrasincursiones pseudoculturales” (Los Caminos, 2020), y “Qué solos se quedan los muertos. Crónicas sobre Juan Idiarte Borda, 13º Presidente constitucional de la República Oriental del Uruguay, y sobre su agresor criminal Avelino Arredondo” (Fundación de Cultura Universitaria, 2021). Ha participado y es usualmente invitado como ponente sobre diversos temas de Historia y Cultura. Ministro de Tribunal de Apelaciones Civil (Poder Judicial - Uruguay).

 










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