Auro Ramón Fernández
y el presidente Jorge Pacheco Areco. (1970)
Nació
en un paraje rural denominado El Ceibo,(1924) en el seno de una
familia numerosa, quedando huérfano cuando todavía no había
llegado a los 10 años. Asumió su responsabilidad ante sus hermanos
dedicando todos sus esfuerzos al trabajo rural de las 8 hectáreas
que habían quedado como única herencia. En forma simultánea y sin
apuros, va quemando etapas en la escuela rural del paraje, para
terminar primaria años más tarde en la Escuela Departamental de
Policía en la ciudad de Rocha. Tras deambular por algunos
establecimientos rurales del norte rochense, ingresa al Instituto
policial en Cebollatí, dando comienzo a una serie de traslados que
lo llevan a San Luis, San Miguel, Barrancas, La Barra, Chuy y Aguas
Dulces. Por esas circunstancias de la vida se encontró de golpe con
el uniforme policial, un poncho Patria, un sable garibaldino y un
viejo revólver. El hecho de haber compartido tareas, nos otorga
derechos de primera mano en el momento de emitir un juicio que en
otras oportunidades no pasaría de una anécdota olvidada. Fuimos
testigos de varios procedimientos realizados por el agente Auro,
poniendo a prueba el arrojo y el valor del funcionario policial,
forjando su personalidad entre la ternura del hogar y la
responsabilidad de cuidar a los vecinos. Su acrisolada honradez en
el momento de aplicar la ley, le valió duros enfrentamientos con los
contrabandistas y también con los superiores. Fue protagonista del
famoso enfrentamiento entre la policía y los contrabandistas que con
varios cargueros pretendían ingresar a nuestro país, en cuyas
circunstancias le costó la vida al cabo Eguren.
Reservado
y discreto para comentar los procedimientos, les atribuía la
importancia natural que imponía en aquellos años el cumplimiento
del deber. Militó siempre en filas del partido colorado, con una
fidelidad característica para definir su personalidad, cuando la
palabra estaba por encima de los documentos. Así era don Auro Ramón
Fernández, el
agente de seguridad que durante varias décadas, cumplió con la
difícil tarea de “cuidar a los vecinos” del norte rochense.
Para mejorar la menguada jubilación del instituto Policial, se
trasladó a la capital del país para cumplir tareas de seguridad en
una institución cambiaria.