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lunes, 23 de diciembre de 2013

AURO RAMON FERNÁNDEZ. Por Julio Dornel

                                                Escritor y periodista Julio Dornel
                          Auro Ramón Fernández y el presidente Jorge Pacheco Areco. (1970)



Nació en un paraje rural denominado El Ceibo,(1924) en el seno de una familia numerosa, quedando huérfano cuando todavía no había llegado a los 10 años. Asumió su responsabilidad ante sus hermanos dedicando todos sus esfuerzos al trabajo rural de las 8 hectáreas que habían quedado como única herencia. En forma simultánea y sin apuros, va quemando etapas en la escuela rural del paraje, para terminar primaria años más tarde en la Escuela Departamental de Policía en la ciudad de Rocha. Tras deambular por algunos establecimientos rurales del norte rochense, ingresa al Instituto policial en Cebollatí, dando comienzo a una serie de traslados que lo llevan a San Luis, San Miguel, Barrancas, La Barra, Chuy y Aguas Dulces. Por esas circunstancias de la vida se encontró de golpe con el uniforme policial, un poncho Patria, un sable garibaldino y un viejo revólver. El hecho de haber compartido tareas, nos otorga derechos de primera mano en el momento de emitir un juicio que en otras oportunidades no pasaría de una anécdota olvidada. Fuimos testigos de varios procedimientos realizados por el agente Auro, poniendo a prueba el arrojo y el valor del funcionario policial, forjando su personalidad entre la ternura del hogar y la responsabilidad de cuidar a los vecinos. Su acrisolada honradez en el momento de aplicar la ley, le valió duros enfrentamientos con los contrabandistas y también con los superiores. Fue protagonista del famoso enfrentamiento entre la policía y los contrabandistas que con varios cargueros pretendían ingresar a nuestro país, en cuyas circunstancias le costó la vida al cabo Eguren.
Reservado y discreto para comentar los procedimientos, les atribuía la importancia natural que imponía en aquellos años el cumplimiento del deber. Militó siempre en filas del partido colorado, con una fidelidad característica para definir su personalidad, cuando la palabra estaba por encima de los documentos. Así era don Auro Ramón Fernández, el agente de seguridad que durante varias décadas, cumplió con la difícil tarea de “cuidar a los vecinos” del norte rochense. Para mejorar la menguada jubilación del instituto Policial, se trasladó a la capital del país para cumplir tareas de seguridad en una institución cambiaria.



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