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martes, 9 de junio de 2015

RUBEN YAÑEZ PERDURARÁ EN LA CONCIENCIA DEL PUEBLO María José Pedraja Colman

 
 
La partida física de Ruben Yáñez me producen un sentimiento donde se acumulan el pesar, el vacío y la impotencia porque nos enfrentamos a la pérdida de un ícono y un referente cultural, que fue un gran maestro de teatro y de vida.
   
Hijo de un obrero de frigorífico y de una costurera, Yáñez comenzó a transitar el mundo artístico allá por la década del 30 en el Teatro del Pueblo -un movimiento teatral con conciencia que surge durante la  dictadura de Terra- y defendió desde siempre la construcción de una estética obrera y popular, que le permitiera a la gente acceder a una visión de una realidad despojada de prejuicios.
  
Nunca le importó el lucro, y decía que “no aspiraba a vivir del teatro, sino para el teatro”. Y hubo un momento en el que expresó con tajante claridad: “Basta de subestimar al pueblo uruguayo ofreciéndole obras pasteurizadas y reducidas de tres horas a una hora. Los grandes textos no tienen desperdicio y no hay que desconfiar del público ni tratarlo como socio consumidor de obras de supermercado”. Esta reflexión no les cayó muy en gracia, por cierto, a muchos de sus contemporáneos que quizá ahora estén en su sepelio.
  
Y estamos reproduciendo estas opiniones no solamente porque las compartimos y las apoyamos, sino para que todo el pueblo uruguayo las conozca.
  
Él mismo decía siempre: "Hay que conocer a los grandes maestros y no dejar nunca de mirar hacia los referentes que constituyen nuestra propia historia. A mí me da mucha pena que los jóvenes no reconozcan a Atahualpa del Cioppo, por ejemplo, y no por culpa de ellos sino porque los trasmisores del conocimiento les vendan los ojos y no les permiten tomar conciencia de quiénes fueron sus maestros”, recordándonos además que “quien no sabe de dónde viene tampoco sabe hacia dónde va, sino que más bien lo llevan”.
  
Ruben Yañez permanecerá vigente porque su estilo, su visión y su ideología constituyen un referente insoslayable para los que trabajamos en la construcción de una cultura popular. Y lo mismo sucederá con otros maestros que él mismo mencionara con gran humildad al recibir la distinción de ciudadano ilustre: Atahualpa del Cioppo, Enrique Guarnero, Arturo Ardao, Alberto Candeau y Justino Zavala Muniz.
  
Hoy  queremos asegurarle que no lo vamos a dejar morir en la historia porque seguiremos desarrollando su visión y luchando incansablemente en cuantos lugares podamos para lograr ese teatro popular y de contenido al que él tanto aspiró hasta el final.
  
Y siempre seguiremos teniendo presentes algunas de sus frases expresadas en representaciones o entrevistas que definen la esencia misma de un artista y un docente reivindicativo y comprometido con la causa de los pueblos: “El teatro debe ser la universidad del hombre, pero sobre todo del hombre que no puede ir a la universidad”. O: “Toda la vida nos mostraron al Artigas del Banco República, el Artigas de los mandones y no el de la gente en la que él siempre pensó”.
  
Ese era Ruben Yáñez
  
Y ahora le dedicamos un gran abrazo revolucionario pero sin despedirlo, porque queda mucho por decir y esa es la forma de mantenerlo vivo en la conciencia de la gente.
  
Recordémoslo con la frase que él mismo dijo en una de sus representaciones:


"Ensíllenme el caballo. Llegó la hora de clarinar".

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