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jueves, 27 de octubre de 2016

DON JOAN SILVA UN HOMBRE DE LA ÉPOCA. Por Julio Dornel.




En una pendiente de la calle principal, que marcaba los límites entre ambos países, se levantaron lentamente las primeras casas de la aldea. Eran los tiempos heroicos de las diligencias y toda la actividad estaba centralizada en la Posada de Joan Silva, donde la luz de los candiles ambientaba los relatos fantasmales del trasnoche. Los viajeros o simples forasteros permanecían estáticos mientras escuchaban la narrativa serena de los “locatarios” relacionada con los espíritus que habitaban en el monte cercano, las ánimas junto al arroyo o las “luces malas” que danzaban sobre las sierras de San Miguel. El camino polvoriento se fue transformando en calle con el tránsito de los caballos, que eran por aquellos años el único medio de transporte. Las manos amigas de los primeros pobladores y el corazón hospitalario de Joan Silva fueron de alguna manera los elementos fundamentales que dieron base al surgimiento de esta población. Los hechos importantes que se desarrollaban en otras latitudes tenían inevitable repercusión en esta encrucijada geográfica, donde la lucha por la emancipación había marcado con características propias al hombre de las generaciones anteriores. El escritor Miguel Martínez que visitara la frontera en la década del 30 señalaba en uno de sus trabajos que “las casitas del Chuy se levantan en un bajo sobre la calle Internacional, que demarca el límite entre nuestro país y Brasil. Mitad brasileño y mitad uruguayo este pueblo carece de fisonomía propia y como se ha desarrollado en un solo sentido, a lo largo de la calle internacional, no tiene ni siquiera la gracia de esos caseríos, de calles entrecortadas y en declive. Es un pueblo largo y triste. Enclavado sobre la frontera desarrolla una actividad sorda, subrepticia e invisible. Por eso de noche en vez de oírse en el ambiente callado el rasgueo de las guitarras o el eco de algún aire del terruño, resuenan a veces el estampido seco de las carabinas.” Sin embargo el paso de los años fue marcando el comienzo de una nueva etapa en el desarrollo social, político y cultural de este enclave fronterizo.

C R E C I M I E N T O D E M O G R A F I C O.

Hace 45 años esta frontera se codeaba con las grandes ciudades del interior de nuestro país y al margen de ostentar el mayor índice demográfico la Sucursal del Banco República ganaba en forma consecutiva el Premio a la efectividad por movilizar cifras millonarias en los cofres de la institución como consecuencia del movimiento comercial que registraba la frontera. Esta situación fue generando un crecimiento acelerado en las últimas décadas del siglo pasado, creando en forma simultanea serios problemas en los servicios públicos de la ciudad. Sin embargo ese proceso comercial no dinamizó la urbanización y lo que representaba un orgullo para la zona, se transformó en un problema para un importante sector de la población. Es posible que la zona céntrica de la ciudad no sufriera tanto los inconvenientes generados por la falta de luz, de agua, recolección de basura y arreglo de calles, pero la periferia se fue hinchando de fraccionamientos irregulares que no respetaban en su mayoría las ordenanzas municipales. No exageramos al decir que esta situación fue generando barrios marginados donde fueron creciendo los cuadros de miseria y carencias habitacionales. Al ser superados los servicios públicos, tampoco se dieron las condiciones que permitirían promover la construcción de viviendas, saneamiento básico, apertura de calles y suministro de agua y electricidad. Esta situación se mantuvo latente durante varias décadas representando uno de los mayores desafíos para las autoridades municipales. De todas maneras la aldea comenzó a crecer…

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