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martes, 2 de septiembre de 2014

El vertiginoso ascenso de Lacalle Pou (parte 2)

Zoom Politikon
Columnas de Daniel Chasquetti
01.Sep.2014

En la primera parte de esta nota se realizó una breve descripción de la trayectoria política de Luis Lacalle Pou, con la intención de mostrar que: (i) el candidato no es un advenedizo en la política nacional; (ii) su periplo no ha sido un camino de rosas (ha tenido victorias y derrotas); (iii) cuenta con un gran talento y una asombrosa capacidad para sobreponerse a situaciones adversas; y (iv) su acceso a la precandidatura presidencial fue el resultado de una oportunidad bien aprovechada, donde debió enfrentar tanto al fuego enemigo como al fuego amigo.

Si bien ninguno de estos aspectos explica por sí solo su actual popularidad, sí nos aproximan a las condicionantes que originan el fenómeno. El momento mágico de esta historia (el vertiginoso ascenso) no está en el trayecto narrado hasta el momento sino un poco más adelante en el tiempo. Si todo hubiese ocurrido según el razonamiento esperado (por todos los observadores), Lacalle Pou debería haber sido derrotado por estrecho margen en la interna del Partido Nacional, convirtiéndose así en el compañero de fórmula de Jorge Larrañaga y en senador en la siguiente legislatura. Sin embargo, algo especial sucedió en algún punto del primer semestre del año 2014, que transformó a Lacalle Pou no solo en el ganador de la interna de su partido sino en el gran desafiante del candidato presidencial del gobierno.

Deshilvanando la madeja

Muchos tratan de entender lo ocurrido con Lacalle Pou pero muy pocos parecen dar en el clavo. En mi humilde opinión, el ascenso y popularidad de Lacalle Pou responde a dos factores combinados que operan sobre un escenario más o menos estable de la política uruguaya. Por un lado, el estado de ánimo de la sociedad uruguaya parece haber cambiado respecto a 2009, y por otro, Lacalle Pou fue el primero en percatarse de esa modificación y formular una estrategia apropiada para enfrentarla.

Comencemos con el factor estructural sobre el que operan estos procesos. Desde la crisis de 2002, Uruguay quedó dividido en dos grandes bloques políticos de casi similar tamaño. Uno de centro-izquierda, liderado por el Frente Amplio, y otro de centro-derecha, liderado por el Partido Nacional. En las elecciones de 2004, el bloque de izquierda fue apenas seis puntos mayor que el de derecha, y en la primera vuelta de 2009, la proporción se mantuvo en ese entorno. Si los votos que gana un bloque los pierde automáticamente el otro, podríamos pensar que la diferencia real entre bloques ha sido de solo un 3% del electorado. En otras palabas, los bloques son tan parejos en tamaño que pequeños movimientos del electorado pueden provocar diferencias en uno u otro sentido.

Algunas encuestas muestran que una parte de la sociedad ha mudado su estado de ánimo y parece exigir nuevos prospectos a la dirigencia política. El reclamo no se centra tanto en los contenidos de las políticas sino más bien en la forma en cómo la política se elabora, se comunica, y se vuelve realidad para los beneficiarios. La eficacia en los resultados cobra cada vez más vigencia. Así como hace cinco años los uruguayos creían que el siguiente gobierno debía mantener el rumbo, en la actualidad una mayoría piensa que la próxima administración debería introducir cambios (1).

En perspectiva, el reclamo social parece razonable pues la década de gobierno del Frente Amplio cambió al país (crecimiento, abatimiento pobreza, nuevos derechos, etc.). Esa mudanza ha sido tan significativa que lo que hasta ahora ha ofrecido el propio Frente Amplio parece poco, o simplemente más de lo mismo, respecto a las expectativas que en la sociedad se han desatado. Una parte de los uruguayos parece agradecerle al Frente Amplio por sus logros de gobierno pero ahora aguardan por algo realmente diferente. El slogan “Vamos bien” de la primera parte de la campaña de Tabaré Vázquez era lo opuesto a lo que una parte de la sociedad esperaba escuchar.

El cambio en el estado de ánimo no es el síntoma de una revolución latente. Parece ser un estado de sensibilidad donde los sectores medios hacen punta. Al reconocerse los logros del gobierno, estos uruguayos esperan una propuesta superadora y no contraria a lo que se ha hecho hasta el momento. Los discursos centrados en la reversión de políticas no tienen oportunidad con este estado de opinión pública. “El que vendrá”, parafraseando a Rodó, debe continuar con todo lo bueno que hizo hasta ahora el Frente Amplio, pero apuntar a más, lo cual significa completar, corregir y sobre todo, proponer nuevos horizontes. Esta lectura parece haberla hecho correctamente Lacalle Pou y su equipo de colaboradores en algún punto del primer semestre de 2013. El slogan “Por la positiva” sintoniza mejor con el estado anímico de esos sectores que las propuestas presentadas por la izquierda.

La confirmación de este diagnóstico lo brinda un ingenioso estudio de la empresa Factum, donde se compara la intención del voto del Frente Amplio hoy con la que tenía hace exactamente cinco años (2). Allí puede observarse que el partido de gobierno ha perdido 7 puntos porcentuales en Montevideo y solo 2 en el interior; que ha perdido 5 puntos entre las personas con enseñanza media y 9 entre los que cuentan con enseñanza superior; que ha perdido 6 puntos entre las personas con ingresos medios y 15 puntos entre los que cuentan con ingresos medio-alto. O sea, el perfil representativo de estos votantes sería el de un ciudadano montevideano, de ingresos medio o medio-alto con enseñanza media o terciaria completa. Ese ciudadano exige hoy novedades y ve en el candidato del Partido Nacional al portador del cambio.

Lacalle Pou tiene el mérito de haberlo comprendido antes que nadie, incluso que los analistas más avezados. Su estrategia ha sido extremadamente eficiente y podríamos caracterizarla como de baja polarización programática. Es decir, Lacalle Pou apoya —y promete continuar- todas las políticas populares del gobierno pero crítica únicamente las que generan mayor desconfianza. En su discurso solo hay lugar para el futuro y ni una palabra sobre el pasado, lo cual incluye a dirigentes (sobre todo de su partido) y a medidas desarrolladas por ambos partidos tradicionales. Lacalle Pou presenta unas pocas propuestas que generen más bien simpatía (asentamiento cero, rebaja del mínimo imponible del IRPF, etc.) y al mismo tiempo evitar discutir sobre eventuales decisiones que pueden generar conflictos en el futuro (por ejemplo, el importante déficit fiscal que acumula la economía uruguaya y la relación que éste guarda con la indexación salarial). Todo esto, combinado con un relato muy bien pensado que apela a la confianza en el futuro y sobre todo, en la forma en cómo este periplo se construye (la recompensa es el camino).

Con una base estructural compuesta por dos bloques del mismo peso, una pequeña modificación en las expectativas, interpretadas correctamente por el principal candidato del bando opositor, genera una elección más que reñida. El vertiginoso ascenso de Lacalle Pou responde entonces a una combinación de factores objetivos y subjetivos que operan sobre un escenario estable. El mérito de Lacalle Pou ha sido, sin dudas, adelantarse y realizar las movidas correctas. No obstante, nada indica que el candidato nacionalista haya ganado la elección pues los dos meses finales de campaña serán muy importantes. En la medida que su rival comprenda lo que está ocurriendo y actúe en consecuencia, puede darse el caso que el partido de gobierno alcance finalmente su tercer gobierno.

(1) Encuesta de Equipos Mori correspondiente al mes de agosto

(2) Ver http://www.factum.edu.uy/node/1529

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