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domingo, 8 de febrero de 2015

JOSÉ “NEGRO” LEMOS. “CUENTOS BREVES DE MIS PAGOS OLIMAREÑOS”. Por Julio Dornel.


                                              Escritor y periodista Julio Dornel


   
   

No es casualidad que el intercambio literario que realizamos durante el verano con el Prof. Horacio Nieto, nos haya traído una selección de cuentos pertenecientes al escritor olimareño José “Negro” Lemos. Heredero directo de grandes escritores, marca la cancha antes del prólogo del “Serrano” Abella, con una frase de Artigas Gándaro, que define su personalidad: “Si su amistad no ardió en los leños, de un fogón con mate y vino, podrá ser treintaitresino pero nunca olimareño”. Entre sus “cuentos breves” van desfilando historias reales con personajes conocidos, que se van identificando de inmediato con su cuota de verdades y mentiras. Lo señala el “Serrano” en la página 11, un marzo del 2013 en la ciudad de Melo: “Uno a veces se queda sin palabras y se le dispara la memoria. El tiempo pasa y suele llevarse mucho, aunque nunca todo. Un libro es un esfuerzo desde todo punto de vista, inmerso además en gente de trabajo significa tiempo, y si el oficio no es escritor, desafío. Tengo en los oídos el chiflido de las casuarinas “en aquella Chacra” que arrendábamos, hace tiempo atrás, en los aledaños de la ciudad del alma, con el “Chuequito” y con el “Negro”. Los trabajos compartidos juntos. Los sueños de gurises que creían que trabajar una chacra era un negocio bárbaro y que el negocio era “soplar y hacer botella”. Parte de mi vida está ahí, hundida entre memoria y recuerdos que el tiempo no puede con ellos, porque cada vez que la planta amenaza pagarse, la mojo en terreno sin par de los afectos. Corrí por estas páginas, saltando casi con desesperación, detrás de la anécdota que venía. Me sentí víctima, y ya no recuerdo, creo que el “Negro” exagera o simplemente inventa algunas cosas que teje tratando de reírse, en buena forma, de mi devoción por los perros y las cacerías, que si son auténticos. En todo caso, la memoria es selectiva y dueña de elegir con que se queda. Pero todas las páginas me tiraron encima la “saudade”. Esa obligación, ¡vaya a saber por qué! Que obligó a un hombre romper el contacto con su tierra, con sus calles, con su pago, y se dio de narices con un territorio tan diferente como lo es el Gran Buenos Aires. “Pago sin ausencia no tiene gusto…la querencia es la ausencia”, definió para siempre el escritor minuano Juan José Morosoli. Es eso lo que anda flotando en las páginas del libro desde que arranca hasta que termina. Historias, cosas, colores del pago de 33, visto desde la ausencia. Es un retorno en cada historia, que pinta la manera, el estilo, la virtud de la patria chica: la Aldea. No es verdad que “todo tiempo pasado fue mejor”. Seguramente- por lo menos a mí me gusta creer- que el que no ha llegado, ese que está en nuestras manos construir, el que tenemos que habitar, va a ser mejor. Pero con que ganas vuelvo a quedarme en él. Que solaz, que baño de afectos, de sensaciones primarias, sencillas, pueblerinas, de amores contrariados, de discusiones eternas, de sueños parejos como tiento de lazo…me asoman en el libro. Cuantos nombres queridos, algunos que no están…pero viven. Gracias José María”. Como lo señaláramos al comenzar la nota, no era casualidad que el Prof. Horacio Nieto nos acercara “Cuentos Breves de mis Pagos Olimareños”, teniendo en cuenta que en la página 18 nos encontramos con “Amor Profundo”, un excelente relato donde los personajes se identifican con facilidad en el ambiente fronterizo del siglo pasado.
“AMOR PROFUNDO”
En los años 70, tenía un negocio en el pueblo del Chuy, cuando un día llega un amigo, el Colorado y me dice, mañana hay baile en el Pescador, vino una prima de mi novia, y le dije que te iba a presentar, si quieres venir, voy le contesto. Al otro día había un lleno total, con luz negra y un globo giratorio con luces de colores….( vamos a satisfacer su curiosidad amigo lector; el baile se realizaba en El Pescador, famosa discoteca propiedad del Dr. Fulvio Cabrera Ayala en la Barra del Chuy)
 

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