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martes, 14 de octubre de 2014

La noche del último domingo Oscar A. Bottinelli


El Observador - octubre 12 de 2014
 
ano141012En la noche del 26 de octubre se producen dos hechos: el fin de las elecciones nacionales globales y el comienzo de la campaña electoral hacia el balotaje. Es que al conocerse los resultados de la elección nacional, se verá el peso cuantitativo en votos y en porcentajes de cada uno de los siete partidos políticos y de las catorce listas senatoriales de primer nivel; y se verá además como se dibuja el nuevo Parlamento.
 
En la noche del 26 de octubre se producen dos hechos: el fin de las elecciones nacionales globales y el comienzo de la campaña electoral hacia el balotaje. Es que al conocerse los resultados de la elección nacional, se verá el peso cuantitativo en votos y en porcentajes de cada uno de los siete partidos políticos y de las catorce listas senatoriales de primer nivel; y se verá además como se dibuja el nuevo Parlamento.
La composición del Parlamento será sin duda decisiva. No es lo mismo un escenario que otro. Los escenarios más significativos parecen ser:
Uno. Frente Amplio con mayoría absoluta parlamentaria (mínimo de 50 diputados y 15 senadores), en cuyo caso el balotaje es estrictamente formal y el resultado es, por tanto, esperado y al abrigo de cualquier sorpresa (como en 2009)
Dos. Partido Nacional y Partido Colorado sumados, que en conjunto obtengan mayoría parlamentaria y formalicen un acuerdo electoral y de gobierno explícito (como en 1999). En este caso si bien el balotaje es real, aparece con abrumadoras probabilidades en favor de la nueva coalición parlamentaria, electoral y de gobierno
Tres. Ninguno de los bloques logra mayoría parlamentaria propia (Frente Amplio de un lado, partidos Nacional y Colorado sumados del otro) pero uno u otro construyen la mayoría parlamentaria mediante un acuerdo electoral explícito con otros partidos (esencialmente con el Partido Independiente). En este caso, si bien el resultado del balotaje se mantiene abierto, se llega a él con muy grandes probabilidades para la candidatura respaldada en esta coalición (la que fuere)
Cuatro. Ausencia de mayoría parlamentaria de ningún partido y de ningún bloque, ni acuerdos explícitos de constitución previa de mayoría parlamentaria: es un escenario absolutamente abierto.
Por su parte, el porcentaje de votación es un dato clave para los cinco partidos que queden fuera del balotaje, porque el mayor o el menor éxito de cada uno les dará mayor o menor fuerza en la incidencia en esta nueva etapa electoral. Para un acuerdo entre Partido Nacional y Partido Colorado es fundamental que ambos partidos y sus cuatro principales corrientes (seguidores de Lacalle Pou, Larrañaga, Bordaberry y Amorín) emerjan fuertes, porque es la única forma de convocar a sus respectivos electorados detrás de una coalición electoral y de gobierno. Si algún partido o corriente se debilita demasiado, pueden quedar fragmentos del electorado tradicional que se sientan muy libres de no seguir a sus dirigencias. Tampoco es neutro lo que pase al interior del Frente Amplio, cuánto emerja equilibrado entre sus principales corrientes (astorismo, socialismo, mujiquismo) y cuánto haya de hegemonía de una de ellas sobre todo el resto. Pues esa composición interna sin duda afectará la imagen de un futuro gobierno frenteamplista.
Lo anterior refiere al fin de las elecciones nacionales propiamente dichas, o de la segunda de las tres etapas del ciclo electoral nacional. Viene sin solución de continuidad el inicio de la campaña electoral hacia el balotaje. Y ese comienzo quedará afectado no solo por lo cuantitativo, sino por lo cualitativo. Unos de esos elementos cuantitativos son los éxitos y derrotas en función de las metas explicitadas previamente. Todos los partidos que hoy cuentan con representación parlamentaria se han puestos metas muy altas -han explicitado metas muy altas- que otorga muchas probabilidades a la derrota autoinfligida. Sin duda el Frente Amplio se ha puesto dos barreras que lo sitúan al borde de comenzar la segunda etapa en desventaja, con sensación de derrota: el reiterar la convicción de que la elección presidencial se define esa misma noche y con más fuerza aún que contará con mayoría parlamentaria propia. Es decir, se impone metas que suponen el riesgo de iniciar la nueva campaña electoral con temperaturas bajo cero.
Lo curioso es que nadie lo obliga a ponerse esas metas. Tampoco -contra lo que creen muchos- el ponerse esas metas ayuda a lograrlas. No hay poder mágico. Cabe recordar cuando en 2004 el presidente del Frente Amplio expresó días antes del 27 de junio, que su partido político iba a demostrar la fuerza que tenía en todo el país; y las cifras fueron decepcionantes: 45% del total de los votantes, apenas un punto por encima del Partido Nacional. Nadie le exigía ese esa meta, y el habérsela autoimpuesto generó gratuitamente una derrota. Lo mismo ocurre cuando partidos que notoriamente quedan distante de la posibilidad de acceder al balotaje, repiten una y otra vez: estaremos en el balotaje. La autoderrota queda construida.
Muchos de los candidatos y de los dirigentes políticos albergan en su interior expectativas mayores a las posibilidades ciertas que se perciben. Como ocurre siempre en la vida, esas expectativas en algunos casos se van a lograr y en la gran mayoría no se van a dar. Si los candidatos o dirigentes se convencen demasiado de las metas que trazan en sus discursos, corren el riesgo de sentir interiormente una derrota que quizás no sea tal o de tal magnitud.
En la noche del 26 de octubre será muy importante, quizás decisivo si el escenario resultante es muy apretado, la actitud de los dos candidatos que irán a disputar la Presidencia de la República: lo que digan con las palabras y con los gestos, la expresión de sus rostros y de sus cuerpos, la gesticulación de sus brazos, el tono de voz, el contenido de las palabras. Esos mensajes, y el de los dirigentes de todos los partidos, constituirán un mensaje fundamental que recibirá la ciudadanía para elaborar la decisión de voto hacia el 30 de noviembre. En particular importa para ese muy pequeño sector del electorado cuya decisión realmente se va a elaborar a partir del 26 de octubre, de muy escaso tamaño, pero cualitativamente de fuerza excepcional: es el que vuelva la balanza.

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