Era
el año 1965. Yo, por entonces, integraba la Comisión Ejecutiva de
la Feria Nacional de Libros y Grabados en tareas de Coordinación y
Relaciones Públicas, pero, sobre todo, ejercía como amigo de su
alma mater, la poeta Nancy Bacelo. Esa tarde venía de ver a Juan
Carlos Onetti, quien tenía su oficina en Artes y Letras, exactamente
enfrente a la nuestra, antes de ingresar al Atrio del Palacio
Municipal.Atrio que aún no tenía piso de baldosas, por lo que lo
cubríamos con camiones de pinochamientras durabanaquellas
inolvidables Ferias iniciales.
Al
llegar, Uriarte, el morocho que oficiaba como de Ángel de la Guarda
de Nancy me entrega un libro que habían dejado para mí. Me senté a
leerlo cuando, ya de regreso, la inconfundible voz de Nancy, ya desde
la puerta, me dice:- “Latitud Chuy”.
-¡Viste
que poeta resultó el ganador del Concurso de este año! Quise que
fueras el primero en leerlo, ya que acaban de mandarlos de la
imprenta, porque además, es de tus pagos…Un aduanero del Chuy,
llamado José María Rondán Martínez. ¿Lo conoces?
No
lo conocía. Pero, desde esa tarde, ya sabía que éramos amigos.
Había ganado ante un riguroso jurado integrado por Washington
Benavides, Milton Schinca y la exquisita Amanda Berenguer,.. Llevé
el libro a mi casa. Lo leía y lo releía hasta que, en medio de esa
noche de verano, al ver en un centro de mesa unas frutas, descubrí
una dorada naranja que brillaba como con luz propia. La pelé en
círculos, lo que me permitió armarla nuevamente. Pero, antes de
ello, escribí en su interior, en la parte blanca llamada albedo, una
extraña carta circular con delgadas palabras escritas con pluma de
metal y tinta azul…José finaliza un verso diciendo: Chuy,
fronteriza línea, mayo 20. / Alguien, lo sé, me escucha. / Yo le
confirmaba que lo estaba escuchando.
Preparada
como un regalo, le mando la carta a José a la misma aduana del Chuy.
Era como una carta de náufrago pero en vez de botella era enviada en
naranja. Y tenía que ser naranja- como le decía- porque José había
nacido entre los naranjales salteños, había sido cuidado por unas
viejas tías indias, oscuras y silenciosas que aún lo acompañaban
allá, en la frontera rochense. Le decía que su poesía olía a
butiá y a caña blanca. Para mí, olía a infancia. Pero también al
sueño compartido de que la palabra, algún día, nos ayudara a
dibujar otro mapa de la Patria Grande americana ya que la suya era
una soledad compartida por hermanos lejanos y cercanos. Como ese
cholo Vallejo que, subyacentemente, como invisible pero profundos
vasos comunicantes, nos unía en esa noche…
2
Latitud
Chuy, angustia, / alarma del otoño, fuego tibio / ordenando el
paisaje, el caserío; / Van Gogh rebelde abriendo girasoles, /
degollando las nubes, abatiendo / las alas del ocaso. / Cicatriz de
la calle, piedra amarga, / vertical en mi cuello…Vidrio herido /
apretado entre mansos edificios; / gente con su esqueleto a las
espaldas /arrodilladas sombras, trigo imberbe / cuchara despoblada…/
Cuando,
por fin, nos vimos, los dos sabíamos que era un reencuentro. No
obstante existía – existe todavía -un misterio, un fenómeno
inexplicable, insondable…José María parecía esconder detrás de
su, hasta tosca figura; oscuro de piel, ojos enrojecidos, melena
despeinada, desprolijo en los gestos y en su desaliñada vestimenta,
el alma de otro ser. Parecía que esa imagen de cuidacoches
descuidado y hasta ebrio, no condecía ni con su calidad del fino y
culto poeta que era; ni con el aplicado, recto, insobornable aduanero
funcionario aduanero, lo que le permitió- siempre por concurso y por
capacidad intelectual y comprobada responsabilidad, ascender a los
planos más altos que el escalafón funcionarial vigente le permitió.
Achinado,
más cerca de la imagen que Hollywood proyectara al mundo de los más
indisciplinados guerrilleros villistas o zapatistas, nos daba la
sensación de que dos o tres personalidades diferentes, y hasta
contradictorias, convivían en él, quizá generando las duras crisis
internas que tuvo que enfrentar. Escuchándolo hablar- especialmente
si había tomado algunas de las copa que solía beber en excesos-
nadie podría decir que era la misma persona capaz de elaborar, desde
una raíz muy profunda e incluso desconocida de su ser más íntimo,
esa poemática clara, sutil, rica y elaborada que le emanaba como de
las puras y escondidas vertientes de su alma…
/
El pueblo es un latido apresurado / sonoro de motores, carcajadas
/de los turistas en verano. / (En mi puesto aduanero, alicaído, /
controlo cuántos coches puro lujo, me llenan con su polvo de
turistas / la adormecida siesta de mis poros). / Chuy, fronteriza
línea, mayo 20:/ mi traje rutinario, gris, planchado, / recoge la
haragana simpatía /del polvo cotidiano, amanecido, / en la vértebra
lúcida del año. / Mi dimensión sumisa clava empeños / en
madrugada cierta…Dientes agrios /destrozando almanaques, denme
tiempo / para afilar el hambre…
Funcionario
y poeta, hombre sensible en medio de esa irrealidad o supra realidad
casi onírica de la frontera del Chuy, con sus diferentes y no menos
contradictorios planos superpuestos, integrados por pobres y ricos,
criollismo y sofisticación; mezcla de razas y lenguajes; vidrieras
y baldíos…Polvorientas calles de sol y viento , llenas de restos
de embalajes y cajas de todas formas y colores de los productos de la
última tecnología, al lado de puestos de tortas fritas, flores de
verdad y de mentira. Carros con caballos junto a los automóviles más
lujosos de los más extraños países. Mocasines, alpargatas y
ojotas. Sulquis, bicicletas y motos. Muchas motos y motitos...Y las
más extrañas mezclas de las modas, cabellos, cicatrices y tatuajes.
De hombres y de mujeres, de niños y de viejos y de perros vagabundos
y mascotas falderas y ciudadanas de pelo teñido moñitas de colores
y uñas cortadas…
3
En
un incesante desfile de vestidos y desvestidos…Mate amargo y guisos
carreros. Los whiskies y los perfumes más caros del mundo y los
sombreros y gorros de paja regalados por Samuel Priliac desde su
tradicional casa instalada en la línea divisoria…
Por
ahora deslizo mis mensajes / en rápidos bolsillos / amparo el
desamparo / me podo el ojo turbio / redimo mis rodillas / plumereo
mis huesos genealógicos, / me encierro bajo llavecon mis penas / y
hago mi aprendizaje de patriota. / No es poesía rebelde, todavía /
pero es poesía herida. / Latitud Chuy, naufragio. /
“El
ciego sol, la sed y la fatiga. Por la terrible estepa castellana, al
destierro, con docede los suyos, —polvo, sudor y hierro— el Cid
cabalga, decía en su Castilla Don Manuel Machado, sobre
un exilio parecido al del niño salteño que, cual resaca humana, la
vida, como la mar, empujaba a las costas de las fronteras…
Y
en las noches, bajo ese cielo azul como una inmensa carpa de circo,
el ojo mágico del faro de la Barra, la fraternidad empecinadamente
oriental de los cantos, de las copas y de las guitarras. Voces y
guitarras y orfandades que lo llevaron a la búsqueda del padre y
que, al lograrlo, recreándolo, lo ve como realmente era: El Artigas
compañero...
/
Artigas,
Pepe Artigas, Viejo Artigas, / Capitán del Lucero…Artigas Padre: /
Voy a ubicar tu nombre,
cuando entonces / todavía no andaban por la Patria /tus frases como
soles, tus palabras / mayúsculas, cuando eras / José Gervasio
Artigas./ Cuando tu vestimenta de patricio /atildada y prolija
impresionaba / a tu sobrina ña Josefa, cuando, /conversabas de cosas
familiares,/ de la estancia de Pando, de las reses / faenadas por el
cuero./ Eras entonces nada más que un hombre / perdido entre otros
hombres./ Esas cosas pequeñas, cotidianas, son las que quiero para
ver tu estampa / como cuña de sol en nuestra Patria./ Por ejemplo te
veo cabalgando / en tu caballo zaino y legua y legua /hasta encontrar
cansancio y pulpería,/ hasta encontrar guitarra, naipe y
trago,/china, requiebro y una copa arisca.
Y
ésas, sus copas ariscas nos unieron en muchas de nuestras largas
charlas, ya en el Chuy, ya en su rancho de la costa mansa del río,
cuando, luego, fue trasladado a Colonia. Rancho desde cuya puerta
pescaba, habiendo sido esta etapa, quizá, una de las que más paz le
dio la vida junto a su tan amante y sensible compañera de vida,
Alicia López.Ya instalado en Montevideo, mientras ascendía
profesionalmente hasta convertirse en un jerarca del Instituto
aduanero, también comenzó su lucha frontal con el alcohol, con
esas copas tan ariscas que, por haberlo acompañado en uno de sus
combates frontales, periódicamente pasaba a verme e un apartamento
que yo por entonces tenía en el Hotel Liberador en Florida y la
Rambla y me decía, como en una especie de código: - ¿Me
acompañas allá?- haciendo un
típico gesto con su cabeza de enmarañado cabello.Y “allá” era:
Millán 2515- que, no por casualidad, es la dirección más
conocida del Uruguay-.Entonces estoicamente pedía que se le hiciera
un tratamiento para enfrentar,en parte, su dipsomanía.
4
Para,
por ejemplo, no tomar más whisky. Entonces desde salía a tomar
cualquier otra bebida, incluyendo una etapa en la que bebía hasta
menta. Diciendo al respecto, que, de la misma manera que Neruda
escribía con tinta verde, algún día él mismo sería recordado
como ¡el poeta de los versos verdes,
por dentro!…
A
lo que yo le contestaba que ya estaba lo suficientemente maduro como
poeta para escribir versos verdes…Esta fue sin duda una de las
etapas más duras. Y bueno es recordar con agradecimiento el apoyo
que tuvo, hasta hoy, del periodista Julio Dornel manteniendo viva su
memoria. Luego vino la etapa de las internaciones más severas. Donde
su vida y su poesía quizá como nunca, tocaba
el mismo hueso de su hermano de piel y alma, el dolido poeta César
Vallejo. Y lo refleja: “H. V. 7
bis” que sintetizaba: Hospital
Vilardebó Sala 7 bis: “Domingos
con visitas/apresuradas, tiernas, bondadosas/ acariciando el pómulo,
inquiriendo por nuestras/soledades/ como si niños fuéramos… Y nos
quedamos solos/ mirando más allá de la llovizna/este domingo
gris/setiembre...
U
otros fragmentos donde rescata
susdolorosasinternacioneshospitalarias: “Repaso
mi etilismo en esta cama / Nº10, Vilardebó…tristeza / de
germinales tallos / derrotados sobre esferas alcohólicas… Cama
Nº10 / Vilardebó, tristeza: la tibia beatitud de las frazadas /
cobija mi esqueleto”.
Otros
versos nos duelentodavía…:- “Me
duele el viento, el corazón, la tarde/ las palomas eróticas, el
loco/ pidiéndome una ausencia de tabaco… Me duele el pie descalzo
cuyos dedos/dibujan jeroglíficos, simbólicas/visiones de un profeta
taciturno.” “Crece el tumulto de mis soledades/ y el grillo de mi
canto se adormece/sobre un lecho prestado… Hay una telaraña sin
araña/atrapando mi sueño, mi delirio/ de boca sin mujer:/un mes de
manicomio ya me alcanza/para volverme loco…”
Una
vez en su casa montevideana, humilde y sencilla como su propia vida o
como su propia pareja, me abre la tapa de un sótano y muestra cajas
y cajones de botellas de bebidas y chocolates finos. También había
electrodomésticos y aparatos de sonido de la más sofisticada
tecnología. Todo absolutamente cerrado, intocado. Y Alicia me
explica que allí José depositaba “los regalos” que no había
podido devolver. Los que le llegaban de parte de empresas que, de esa
manera, pretendían vencer su inquebrantable compromiso de ejercer
con la más absoluta honestidad su función aduanera. Eso,
naturalmente también le creaba enemigos hasta entre algunos- y no
pocos- de sus propios colegas. Compromiso humano y ético que también
había asumido ante su poesía cuando, por ejemplo, creó una de las
más hermosas canciones que popularizó nuestro común amigo Alfredo
Zitarrosa y el rochense dúo Solipalma. : El
Taipero, y su dura realidad laboral
y vivencial de la cual le relataba con detales el propio Julio
Dornel.
5
Este
tema, además, también nos unía por un vínculo muy fraterno,
porque yo también había escrito, siendo muy joven, una canción a
los taiperos que había conocido en los arrozales de mis pagos.Texto
que una noche, rompí -frente a sus asombrados ojos- porque era,
infinitamente inferior a ésa, su tiernísima canción:
Plazas
de recuerdo son las noches del taipero, / peón del arrozal doblado
en soles y luceros, / cuña de esperanza clavada en Cebollatí. /
Taipero.../ Dura es la canción en la cosecha de febrero, / cuando el
horizonte se hace amargo canto obrero, / silba el agitar del arrozal
tan infeliz. / Taipero.../ Vida triste es ésta, la del arrozal, /
unos pocos pesos para malgastar. De contrabando los peones /se vienen
desde el Brasil, /buscando en Cebollatí el arrozal Los terrones dan
tallos y dan canciones /de patria amarga y sufrida, / dolor de hombre
la herida, / que alivia un poco la caña, / de sol a sol, dura hazaña
/que nos consume la vida. / Patos y gaviotas acompañan al taipero,
/ hasta que la lluvia trae remansos galponeros, / cantos y guitarras
aliviando el existir. / Taipero.../ El domingo hay fiesta en
Cebollatí, gastaré mi plata sin pensar en ti. / Taipero...
taipero...
Y
así como te imaginé por primera vez, vallejianamente solo, bajo un
sol de Van Gogh de la frontera, así te veo ahora, cuando el verano
hace girar, lenta y pacientemente la noria de su calesita - bajo tus
mismas calles solitarias- bajo el sol de un viento permanente,
mientras gira el polvo de los días, los mismos días blancos e
infinitos, de un día igual a otro.De un día igual al otro. De otro
día igual, José María.
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