Mauro Mego Reboredo. Espacio 609.
Son
tiempos de hondas contradicciones. Asistimos a la exposición de las
mismas. Los conflictos propios de cada etapa presupuestal han dejado
sobre la mesa nuevos-viejos temas en todo el campo progresista. Es
discutible la pertinencia y el método.
Y
aun cuando lo vemos reflejado al debate en medios de prensa nacional,
incluso en el seno de nuestra institucionalidad, un grueso importante
de militantes y ciudadanos progresistas muchas veces no tienen
espacio para expresar algunos conceptos.
La
medida de esencialidad de la educación, las estrategias sindicales,
los sucesos del CODICEN, y ahora la reasignación de recursos del
Presupuesto han expuesto nuevas contradicciones. Si uno observa este
escenario verá con claridad como hace varios meses este debate es
solamente un debate del progresismo. La oposición ha sido marginada
-creo que sin quererlo- de los debates.
Hemos
establecido contradicciones que no son otra cosa que contradicciones
del Frente Amplio, que han anulado la participaciónde la oposición.
Casi que se podría decir que en estos meses todos los dramas
nacionales no han sido otra cosa que dramas internos. Eso podría ser
visto como una virtud (quitar del debate y dejar sin acción a la
oposición de derechas), sin embargo, intuyo que es todo lo
contrario.
Parece
en algún sentido que la izquierda llegó al Gobierno de manera
exitosa, pero llegado al mismo, se quedó sin estrategia. ¿Para qué
pensbamos ganar? ¿Todos imaginábamos lo mismo para la etapa?
¿Qué
se debería hacer con la estructura del Estado? ¿Qué se esperaba de
los compañeros que asumirían tareas en la institucionalidad? ¿Todos
los militantes deben actuar de la misma forma?
Creo
firmemente que algunas de estas preguntas no las hemos contestado,
bien por comodidad intelectual, bien por razones del orden de lo
personal.
No
comprender las complejidades del desarrollo de propuestas de cambio
en el Uruguay, o esperarlo solo del Estado, es admisible para un
ciudadano común, pero nunca para quien se precia de ser militante.
La
tarea del militante no es solo examinar la realidad sino vivirla,
palparla y reconocerla tal y como es, guste o no guste, para
transformarla.
Es
así que comenzamos a caminar sin tener claro qué pensamos sobre la
Defensa Nacional, qué pensamos sobre la seguridad, qué pensamos
sobre el desarrollo sindical y su construcción, qué pensamos de la
burocracia estatal, entre otros.
Nos
quedamos atados de alguna manera a nuestra gloriosa historia, dimos
la espalda a la idea de que no bastaba solo con el gobierno del
Estado, sino que había que seguir caminando por la senda trazada.
Vaciamos los espacios y los resultados están a la vista: para
algunos no pasó nada desde 2005, para algunos no es perfectible el
desarrollo sindical (es bueno en sí mismo), su composición, su
método, su visión.
Para
otros importa solo el reclamo parcial, ya no el programa histórico,
para otros las herramientas sindicales son buenas cuanto más en
contra de un gobierno están, vaciando todo de contenido ideológico.
Y en el medio de este merengue hay nuevas generaciones que escuchan
muy alegremente que vivimos igual que en el “pachecato”.
Vaya
contribución a los cambios se hace de esa forma. A río revuelto,
ganancia de pescadores, reza el dicho popular: la izquierda
extra-frenteamplista aprovecha para profundizar su estrategia de
erosionar al Frente Amplio, de desgastarlo como idea de crecimiento
propio.
Creo
que viven en otro país, y no ver el contexto es un pecado
imperdonable para quien desea cambiar con las mayorías, aunque puedo
llegar a concluir que es más cómodo el lugar de minoría
incomprendida.
Por
otro lado, la derecha: pasiva en los debates ve como el canibalismo
interno de la izquierda hace solo su trabajo. Podemos preguntarnos:
¿está bien en esta etapa que compañeros con responsabilidad
institucional se crucen púbicamente?; y aún más: ¿es saludable la
“crítica” pública de miembros de una organización hacia
aquellos compañeros que ocupan cargos públicos?
No
sé con qué objetivo se hace. Es frenteamplista la crítica, pero la
crítica en los ámbitos.
Desnudar
diferencias públicas, para el grueso de la opinión, es siempre
señal de fisura, de debilidad del poder. No es una cuestión de
principios como se pretende instalar: es una cuestión de método, de
forma, de oportunidad. Creo que en el fondo se está hablando a
porciones de la sociedad y no al todo, creo que se habla a la
microagenda.
Temo
que en estos cruces individuales o colectivos haya detrás apuestas
al futuro corto y no se visualice lo que se hipoteca hoy. Temo, como
tantos anónimos, que se busque enfrentar compañeros con compañeros,
temo que se busque deshistorizar y desvalorizar los cambios iniciados
y los méritos del Frente Amplio.
Temo
que se construya la idea de que es “malo” el poder y que es mejor
la pataleta, el discurso simpático, la microagenda, la falta de
visión nacional. Nosotros creemos en el Frente Amplio y en él
luchamos, incluso en estos tiempos.
Publicado
en: Diario La República / Rochaaldia .
Martes,
octubre 13, 2015 .
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