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lunes, 21 de diciembre de 2015

Cuchillo de Palo: la noche triste de los presidentes Aureliano Rodríguez Larreta


uypress.net

10.12.2015

En Argentina, en Brasil y en Venezuela, los ejecutivos se enfrentarán a parlamentos adversos, pudiendo ocurrir serios conflictos institucionales. Sus gobiernos tendrán poco que decir al Mercosur, el próximo 21.

En momentos en que esto se escribe, el sistema político argentino se apresta a ofrecer al mundo en el día de hoy, 10 de diciembre de 2015, un nuevo espectáculo de sainete institucional. El presidente electo, Mauricio Macri, seguramente prestará el juramento que manda la Constitución ante el Congreso Nacional, pero no es tan seguro que se le pueda escuchar.
El ambiente de previsible tumulto kirchnerista fue precisamente uno de los factores de la discrepancia que enfrentó en los últimos días al señor Macri con la presidente saliente, Cristina Fernández, a quien le faltó el señorío de decirle, ya en su primer contacto: "Presidente, esta es su asunción; se harán las cosas como usted lo desee". Y de respetar las tradiciones.
No fue así. Dentro y fuera de la Argentina se sintió vergüenza ajena. Y se va a sentir aún más en el transcurso de esas doce horas sin un jefe de Estado activo; horas que terminarán en la Casa Rosada, cuando el Poder Judicial entregue al nuevo Presidente los atributos del mando ejecutivo.
Cristina Fernández pretendía robar el protagonismo institucional del Presidente electo -que para ser investido debe jurar su cargo ante los representantes de la soberanía nacional-, haciendo de su presencia el disparador de tumultuosas manifestaciones de legisladores de su partido y barras vociferantes.
Lo más triste de todo esto ha sido la solución. Una vez más, la transgresión y el papelón. La presidente saliente, ausente. Esta vez no se va en helicóptero sino que, simplemente, no está; no cumple su papel.
Arduo va a ser el tiempo político que le espera al presidente Macri. Mientras tanto, el mundo sigue observando a la Argentina, con afecto y perplejidad.
Quien mire hacia el Norte, no verá nada mejor. Un país con las responsabilidades internacionales que le incumben al Brasil, se encuentra enzarzado en la peor de sus crisis económicas, desprestigiado por una corrupción pública que no termina de asombrar, y en medio de un conflicto político-institucional que está a punto de desembocar -que no terminar- en la destitución de Dilma Rousseff, presidente de la República en su segundo mandato.
Más al Norte aún, Venezuela acaba de protagonizar un hecho político tan extraordinario como ha sido la elección de una nueva Asamblea Nacional. Lo extraordinario no ha sido la renovación parlamentaria sino la victoria aplastante de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), la coalición electoral que reunió a toda la oposición al gobierno "chavista".
La mayoría cualificada, de dos tercios, que ha obtenido la MUD, le permitirá llevar adelante un programa de reformas de auténtico contenido democrático. Sus dirigentes ya han anunciado que al instalarse la nueva Asamblea Nacional, el 5 de enero próximo, aprobarán una ley de amnistía para todos los presos políticos.
No es descabellado prever que allí comenzarán nuevas dificultades políticas para Venezuela. El enfrentamiento con el presidente Nicolás Maduro y su gabinete, no ha hecho más que comenzar.
El jefe del Ejecutivo ya ha anunciado, en ese su lenguaje tremendista que rápidamente ha recuperado, que no permitirá una amnistía "para los asesinos del pueblo". A pesar de la dimensión histórica de la votación que el pueblo venezolano acaba de pronunciar, también en ese país la democracia puede atravesar todavía muy serias dificultades.
Un gobierno reformador que estrena su gestión, en la Argentina; una jefa de Estado tambaleante, en el Brasil; y un nuevo Parlamento que aún no se ha instalado, y contrario al Presidente, en Venezuela.
Este es el panorama político en el que se va a realizar,  el próximo 21 de diciembre, en Asunción del Paraguay, la cumbre semestral del Mercosur.
Cabe preguntarse qué diablos podrán hacer, qué  decisiones estarán en condiciones de aprobar estos gobiernos, ni a nivel ministerial ni menos aún en el nivel de los jefes de Estado, que puedan resultar de algún beneficio para estos países y sus gentes.

Aureliano Rodríguez Larreta

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