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jueves, 2 de febrero de 2017

PUERTO LA PALOMA TAN CERCA Y TAN LEJOS FALTA DE PROFUNDIDAD PORTUARIA; PESQUERAS QUE SE FUERON; MADERA QUE DEJÓ DE SALIR Y RECURSOS HUMANOS PREPARADOS QUE SE VAN PARA LOS BUQUES FACTORÍA Eduardo González.


 


El Este
El puerto oceánico uruguayo de La Paloma parece tan cerca y tan lejos de los grandes pesqueros mundiales, mientras las embarcaciones brasileñas con sus capturas en la costa de este departamento siguen siendo un duro competidor de los pescadores artesanales. Rocha se mantiene con un puerto con escasa profundidad, recursos humanos altamente preparados y una riqueza a la mano de los barcos del sur de Brasil.

Probablemente, la responsabilidad de la actual situación nadie la quiere. Hacerse cargo de esta realidad es el punto, más allá de los cuestionamientos pasados y presentes. Cómo revertir o torcer esta realidad no es una tarea sencilla, ni de iluminados, de manera que la acción, como en toda conquista humana se compadece con la voluntad de una fuerza social convencida y dispuesta a lograr otras metas para el bienestar social.
La terminal portuaria se ubica en la costa palomense, convertida en el verano 2017, en el principal centro turístico del único departamento oceánico del Uruguay.
Recibe a decenas de miles de turistas de todo el mundo: argentinos, brasileños, chilenos, paraguayos, extraregionales, e incluso a los compatriotas que eligen este lugar, dominado por una gran bahía y el Faro Cabo Santa María.
La ciudad de La Paloma y su puerto, fue en su momento el primer vínculo del territorio rochense con la ciudad de Montevideo, en un país atenazado por el centralismo. Luego por 1928 llegó el tren a la ciudad de Rocha y se terminó en gran parte con el aislamiento de esta sociedad, que aún sigue manteniendo su forma de decir diferente al resto de los uruguayos.
Desde hace más de cien años se hablaba del puerto en la costa de Rocha y sus designios estratégicos en las rutas de la navegación. Nada de esto ha pasado: ni Montevideo; ni Buenos Aires; ni Río Grande Do Sul; dejan que sus legítimos intereses se trasladen a otros lugares de la región.
Y el puerto de La Paloma, a pesar de presentarse mejor desde el punto de vista estético con su escollera junto a los yates deportivos, mantiene una dificultad: su escasa profundidad. Para colmo de males los pescadores y algunos amantes de la navegación, señalan que a la hora de bajar sus embarcaciones al puerto, se encuentran que aún falta una rampa para cumplir su cometido. Una rampa que si la tiene Punta del Este o Piriápolis, y que según los transcendidos para marzo del 2017 se realizaría en La Paloma. Han sido tantas las promesas incumplidas al cabo de los años, que a esta altura la gente hasta no ver la obra no se convence.
Por 1992 se cerró Astra Pesquerías Uruguayas, planta procesadora que se ubicó privilegiadamente frente al puerto. Provocó una revolución laboral con más de mil trabajadores y salarios cobrados quincenalmente. Esta situación llevó a que los permisos de pesca de altura estuvieran en el puerto. Nada quedó de esa realidad. Ahora, frente al muelle del puerto solo queda el edificio vacío, la aduana, la administración de la Dirección Nacional de Hidrografía, el laboratorio de la Dinara y las instalaciones militares.
El ex Ministro de Transporte y Obras Públicas, ingeniero, Lucio Cáceres, planteó a la comunidad local la posibilidad de elaborar un llamado de interés internacional para captar posibles interesados en reactivar el puerto. Esa idea presentada en la confitería de La Farola no cuajó y se retiró amablemente el ex secretario de estado.
Después, vino el ex Ministro de la misma cartera, Enrique Pintado, y habilitó que la producción forestal saliera desde el Puerto de La Paloma con destino a Fray Bentos para la planta de UPM. La acción fue rechazada por un nutrido grupo de vecinos de La Paloma e igualmente se concretó el objetivo, trayendo la fuerza de la Republicana o de choque para sacar a los manifestantes.
La madera empezó a salir por el puerto luego de abrirse un camino por donde antes iban las vías del tren pero el barco Alesí nunca pudo ser cargado completamente porque la profundidad lo impedía. El gran espigón de rocas realizado próximo a la playa de La Aguada a la altura de La Farola no habría cumplido totalmente el objetivo de impedir el paso de la arena hacia la rada portuaria y una dragalina sacó en su momento la arena por encima de ese gran muro de contención, cuyo costo superó los 5 millones de dólares. Todo enterrado en el mar.
Un día parece que no hubo entendimiento entre privados y la madera de la región dejó de salir por el Puerto de La Paloma, de manera que aquellos costos fluviales que abarataban los fletes, aparentemente dejó de tener su atracción y los camiones retornaron a las rutas. Rutas que se vuelven tediosas para turistas, comerciantes, médicos y todo aquel que le toque ir detrás de esas unidades.

EN EL SIGLO XXI ESPERANDO POR EL PUERTO PALOMENSE

El puerto de La Paloma ahora tiene dos de sus muelles a manos de la Administración Nacional de Puertos, la experta en el tema. Los otros puntos están bajo la órbita de la Dirección Nacional de Hidrografía.
El teniente de navío, retirado, Pablo Scaffo, dijo, en su momento que las arenas de La Paloma "son ingobernables", y por lo tanto la profundidad requiere de medidas concretas por parte de los ingenieros hidraúlicos o sencillamente dragar de manera permanente con sus costos correspondientes.
Un veterano trabajador de la pesca, José Delmond González, desde hace varios años en un buque factoría, dijo, ayer en la Cadena Digital: "no hay otra que dragar permanentemente en La Paloma".
Este trabajador de la pesca se desempeña como tantos otros uruguayos y también peruanos nacionalizados en los buques factorías, cuyas salidas son desde el Puerto de Montevideo. Las actividades en esos gigantes de los mares con 77 metros de eslora se llevan a cabo a 150 millas al norte del puerto de La Paloma.
Las capturas tienen un recurso sumamente apreciado: el rubio, un pez lleno de espinas, delicia del mercado japonés. La tonelada se paga 600 dólares.
Los buques factorías hacen buena parte del procesamiento pero el puntillazo final se lo dan en las plantas en tierra, ninguna quedó por La Paloma o en la ciudad de Rocha.
Algunos de estos trabajadores tienen sus casas en La Paloma y esperan un retiro tranquilo luego de pasar entre 40 a 50 días en alta mar en cada viaje. Llegan hasta los lugares de la pesca internacional, como en las cercanías del Chubut argentino, donde por las noches las luces de los barcos del mundo hacen pensar que se está en medio de una gran ciudad, pero no es así. Se está en aguas internacionales trabajando y logrando un salario difícil de empardar en tierra para obreros que en su momento aprendieron en el viejo Puerto de La Paloma. Antes, un lugar donde se generaba valor agregado, ahora salvado en buena medida por los pescadores artesanales, quienes sufren la competencia desigual de la pesca ilegal de buques brasileños sin que se le pueda poner un punto final.

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