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jueves, 23 de febrero de 2017

TIEMPOS DE “MARIA CASTAÑA”. EL ZAPATERO GONZÁLEZ. Por Julio Dornel.



En el truco con el "Bocha" Serrón, el "Tarta" Vidal y Manuel Sosa y en el Club Social con Ignacio Silva, José Cohelo, y Jorge Muller.


                                          Julio Dornel

Fue músico, zapatero, campeón de truco, bohemio, constructor y amigo de ley en toda circunstancia. Nació en Garzón el 29 de mayo de 1913 siendo bautizado con el nombre de José María, forjando una personalidad inolvidable, que intentaremos evocar como lo hiciéramos en las páginas de ZONA CHUY en el año 2.000. Concurrió a la escuela rural de la zona hasta cuarto año, demostrando desde temprana edad una inclinación por la música popular, cuya vinculación surgió durante los bailes escolares animados por la vieja vitrola. Creció en una época en que el tango era todavía una mala palabra y no podía salir de los cafetines y casas de mala reputación. Tanto era su entusiasmo que finalmente con el apoyo de sus hermanos, formó una de las primeras orquestas de Garzón, animando durante muchos años las reuniones bailables de la zona. El paso de los años y las circunstancias lo trajeron a Chuy con su familia para comenzar una nueva etapa. Incursionó en varias actividades mientras iba pagando el derecho de piso en tierra extraña. Primero instaló una zapatería que sirvió para identificarlo definitivamente como el “zapatero González”. También incursionó en la construcción dejando sus huellas en las primeras obras encaradas en esta frontera a mediados del siglo pasado. Un dicho popular nos remite a los “tiempos de María Castaña” para referirnos a épocas muy remotas. Es precisamente en esos tiempos que vamos a ubicar la aparición de Gonzalito con su orquesta típica animando las reuniones del Club Social y locales escolares, con el acompañamiento de Adán Salayaran en violín, y Juan Ángel Mendez en guitarra. Los golpes de la vida fueron modelando el calzado de los vecinos y su personalidad a toda prueba, ganándose la confianza de amigos inseparables por su condición de buena persona. Transitó siempre por caminos difíciles, dedicando sus mayores esfuerzos al bienestar familiar y a la colección de amigos. Eran tiempos de la amistad sin dobleces donde se criticaba de frente y se aplaudía de espalda. Entre bandoneones, violines y guitarras fueron pasando los años del músico de Garzón, transitando por los temas inmortales del repertorio gardeliano. Músicos de combate con muchas ganas y pocas pretensiones, con alma lunfarda y bachillerato callejero que daba de sobra para seguir siendo el vecino de la otra cuadra. Por razones de edad no tuvimos la oportunidad de acompañar su trayectoria, pero supimos conformarnos con mirar de afuera, “la ñata contra el vidrio” aquellos trasnoches donde se podía “aprender filosofía, tangos, timba y la poesía…

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