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domingo, 14 de diciembre de 2014

Comer como un cavernícola, la dieta que se puso de moda


Debate sobre el auge de la alimentación paleo.
Sus seguidores sólo comen carnes, frutas y verduras, como los hombres de la era paleolítica. Y hablan de “5 venenos blancos”: harina, arroz, azúcar, lácteos y sal.





Punto a favor: no son fundamentalistas. A diferencia de los vegetarianos o sus familiares aún más ortodoxos, los veganos, los cultores de la dieta paleo saben relajarse. Si caen en un cumpleaños y resultó pizza party, se comen la pizza y mañana será otro día. El tema es que en la disputa paleo sí, paleo no, tienen bastante detractores. También seguidores, muchos famosos y especialistas que escriben papers y libros en su favor. Pero los antipaleo son contundentes, dicen que esta dieta no tiene gollete.
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Los paleo proponen comer lo que comía el hombre en el paleolítico: carnes, frutas, verduras, nada artificial, nada procesado. El argumento es que genéticamente el hombre está preparado para comer lo que encuentra en la naturaleza, y que todo lo demás lo enferma. Sostienen que la obesidad, el colesterol, la hipertensión y el cáncer llegaron con la modernidad. En la vereda de enfrente, los otros contestan: en el paleolítico esas enfermedades no aparecían porque los hombres vivían 20 años y se la pasaban corriendo y caminando y por eso eran tan saludables. Esa es la disputa. Ahora, profundicemos.
Lucas Llach es economista y militante de la alimentación paleo en Argentina. Igual, aclara que él no inventó nada, sino que todo surgió en Estados Unidos (en los 70, de la mano de Walter Voegtlin, un gastroenterólogo que sostiene que lo esencial está en el reino animal). “Empecé a investigar para qué está preparado el ser humano y si lo que comemos es natural para nosotros. Lo central son los ingredientes”, explica. Y si bien asegura que no va evangelizando gente por ahí, “un poco de proselitismo” hace. Tiene un blog ,“Alimentación Sapiens”, en el que aconseja y explica: “Qué comer: cualquier carne, cualquier fruto, cualquier verde, cualquier raíz o tubérculo, cualquier pescado, huevos, miel”. También cita “los 5 venenos blancos”: harinas, arroz, azúcar, lácteos y sal. Y lo que la distingue de otras dietas: son enemigos del hambre.
La Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (SAOTA) apoya lo paleo: “Es la alimentación para la que estamos diseñados. En el 99,99% de nuestra historia comimos alimentos naturales. El hombre estaba libre de alimentos procesados. Luego llegó la agricultura y las enfermedades de la modernidad, como diabetes, hipertensión, colesterol, obesidad y cáncer porque el 70% de las calorías que consumimos son alimentos procesados -dice Martín Milmaniene, vicepresidente de SAOTA- Aplicamos y comulgamos con esta dieta, da muy buenos resultados”.
El nutricionista Lucio Tennina es un “moderado”. Acaba de publicar "Alimentación inteligente". No ataca a las harinas y los azúcares como los paleo, sino sólo cuando están engrasados. “La dieta paleo puede ser una manera de alimentarse que no produce falta de nutrientes esenciales, pero conviene remarcar que la presencia de cereales y algunos lácteos, en cantidades moderadas, hacen más variada la alimentación. Ningún alimento, por más sano que sea, debe ser preponderante ni excluyente. Somos lo que comemos, y cuanto más variamos, más sanos estaremos”.
“La base de una alimentación saludable es comer en forma equilibrada todos los alimentos, para de esta manera obtener todos los nutrientes indispensables para el organismo. La dieta Paleo, al suprimir la ingesta de carbohidratos, no  respeta esta premisa -dice Daiana Perez, de la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas Dietistas-. Por ser una alimentación basada en carnes y vísceras, aporta una alta concentración de proteínas, grasas saturadas y colesterol.  Al no incluir lácteos, no se cubren las recomendaciones diarias de calcio y vitaminas A y D”.
El nutricionista Sergio Britos, director del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación, es contundente: “Imaginarse a la población argentina del siglo XXI con un patrón alimentario propio de la etapa pastoril no resiste demasiada lógica”. Sigue: “La dieta paleolítica se basa en la exclusión de hidratos de carbono, además de alimentos que denominan “modernos” (lácteos, azúcares, alimentos procesados). Al respecto, la Organización Mundial de la Salud o el Instituto de Medicina de los Estados Unidos plantean que los hidratos de carbono deben aportar un 50% de las calorías de la dieta ¿Qué significa? Que no es necesario suprimir los hidratos de carbono, que son una fuente noble de energía para funcionar. Lo que sí es necesario es disminuir la ingesta de azúcares, harinas muy refinadas o productos a base de ellas”. Britos plantea otro punto conflictivo, que es la negación a los lácteos: “Nuestros antepasados no tomaban leche, es cierto, pero consumían otras fuentes de calcio. Y vivían tan pocos años que no llegaban a la edad de la osteoporosis. Hoy, el consumo de lácteos de la infancia y adolescencia debe asegurar el calcio necesario para vivir 80 años”.
Paleo sí, Paleo no, las cartas están echadas, cada uno sabrá.

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