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miércoles, 29 de julio de 2015

Demasiado tarde Opinión Adolfo Garcé


Columna del politólogo Adolfo Garcé sobre el plan de obras anunciado por el gobierno 

El Observador


Adolfo Garcé es doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Udelar / adolfogarce@gmail.com

El gobierno acaba de anunciar la cifra de las inversiones previstas para el quinquenio. No lo hizo ninguno de los ministros. Fue el propio presidente Tabaré Vázquez el que se tomó el trabajo de comunicar estos números a la opinión pública. Según dijo, la meta es duplicar lo realizado durante el gobierno de José Mujica. “No hay una política de achiques ni de recortes”, enfatizó. Luego de escucharlo me surgieron varias preguntas que quisiera intentar contestar en estos renglones. ¿Por qué asumió personalmente esta responsabilidad? ¿Cómo se relacionan estos números con el énfasis en la prudencia que ha venido caracterizando el discurso del Poder Ejecutivo en materia de presupuesto? ¿A quién iba dirigido el mensaje presidencial? Antes de entrar en estos asuntos, quiero dar un pequeño rodeo para poner este discurso del presidente en el marco, más general, del papel de los gestos y las palabras en la política.
Hace ya quinientos años, Nicolás Maquiavelo dedicó diversos pasajes de El Príncipe a explicar la importancia de gestos y apariencias. Según él, “los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”. “El vulgo –decía– se deja engañar por las apariencias”. Por eso, para alcanzar sus objetivos (alcanzar el poder y mantenerse en él), el príncipe, necesariamente, debía aprender a manejar las apariencias y a manipular las creencias de los ciudadanos (“más vale ser temido que amado”).
No hace falta compartir con Maquiavelo supuestos tan pesimistas sobre la naturaleza humana para advertir la centralidad de la dimensión gestual y discursiva en la política. La popularidad de Mujica, primero en Uruguay, más tarde en otras latitudes, tiene que ver, como es bien sabido, más con sus gestos que con sus palabras. Su chacra, su perra, su ropa, su auto, por ejemplo, fueron mucho más importantes en la construcción y circulación de su imagen de líder austero, desapegado de bienes materiales, y poco propenso al consumo, que su, empero, recordado discurso en la cumbre de desarrollo sostenible de Río de Janeiro.
Vázquez tiene, a esta altura, una larga experiencia en el manejo de las apariencias y en el gobierno de la opinión pública. Antes de ser electo presidente por primera vez, por ejemplo, envió una señal muy clara que terminó siendo fundamental para bajar las expectativas de sus propios votantes. Dijo y repitió que, dadas las circunstancias que había vivido el país (la crisis de 2002), no sería materialmente posible atender todas las demandas (“el que quiera cambios radicales que no me vote”).
Después del balotaje, en noviembre de 2014, también envió un mensaje muy elocuente respecto a cómo habrá de ser su segunda presidencia. Organizó y anunció su gabinete en tiempo récord y sin consultar ni a la estructura frenteamplista ni a los líderes de las diversas fracciones. Periodistas y analistas, ciudadanos y políticos profesionales, todos dijeron lo mismo: Vázquez quiere que su segundo mandato se caracterice por hablar poco y hacer mucho. Además, evitará quedar prisionero de la maraña de las negociaciones dentro de su partido. El gesto fue tan elocuente que, pase lo que pase a lo largo de estos años, cada episodio será analizado desde ese prisma.
La suspensión del ANTEL Arena fue otro de estos gestos que dejan una huella profunda, porque configuran los “lentes” con los cuales observamos e interpretamos la dinámica política. La decisión, más allá de las intenciones del Poder Ejecutivo, dejó instalada una fuerte sospecha. Los sindicatos y el ala izquierda del Frente Amplio interpretaron la medida como una señal de hasta qué punto el presidente y el equipo económico están dispuestos a llegar con tal de evitar que empeore la situación macroeconómica. Hagan lo que hagan de aquí en más, digan lo que digan, una parte fundamental de la base política y social del FA estará alerta, movilizada, a la defensiva.
Mientras escribo estas líneas explotan bombas brasileras y trepan cañitas voladoras. Los trabajadores de UTE y ANCAP lanzan volantes, invaden la avenida 18 de Julio, y emprenden su marcha hacia la Torre Ejecutiva. La consigna, que se repite todo el tiempo por lo parlantes, es: “No a los recortes del presupuesto que se quieren implementar”. Está profundamente instalado un “prisma” analítico que hace que cada gesto del gobierno, en general, y del equipo económico, en particular, sea rápidamente decodificado como un “recorte”, como un “ajuste”, como un triunfo del MEF y del astorismo.
Tengo la impresión que el gobierno equivocó su estrategia comunicacional. Maquiavelo diría: “Lo peor que podían hacer si querían un presupuesto austero era dejar entrever esta intención”. Vázquez intenta, ahora, enmendar el error asegurando que el “ANTEL-Arena se va construir”, y diciendo que “no habrá recortes”. Creo que es demasiado tarde. La sospecha está instalada. Los sindicatos están alarmados y movilizados. El ala izquierda del FA está advertida y preparada. Hace cuentas, vela armas y se apresta a ganar la batalla por un presupuesto “sin recortes” en su mejor trinchera, el Parlamento.
 



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