Escritor y periodista Julio Dornel
La presencia del Prof. Orlando Tocce en esta ciudad la ubicamos en
la década del 60, cuando comienza su vinculación con el liceo local y
los integrantes del equipo Frontera Chuy, que integraban entre otros
Jesús Perdomo, Wilkins Machado y Rondan Martínez, generando avances
importantes en el área cultural de la frontera. El relato de Perdomo
marca su presencia en Chuy, cuando “en enero de 1964 nos encontrábamos
en el domicilio de los maestros Pancho y Melita disfrutando de una
exquisito asado a las “llamas”, cuando el Profesor Orlando Tocce señala
con preocupación que se aproxima el 19 de junio, fecha del bicentenario
de Artigas y todavía no se había programado ningún evento alusivo”.
Destacamos esta circunstancia para confirmar la participación del Prof.
Tocce, en lo que fue meses más tarde, la mayor manifestación popular
que se vivió en Chuy al conmemorar dicho acontecimiento con la
participación de toda la población. La vinculación de Tocce con el arte
dramático y áreas escénicas de los eventos realizados en Chuy, nos hace
pensar que merece el reconocimiento popular que todavía se le ha negado.
Con la esperanza de avivar recuerdos, recogemos una nota periodística
de Enrique “Gallineta” Silva, relacionada con el primer encuentro que
mantuvo con el artista. “Lo conocí en un viejo “boliche” de barrio, yo
andaba tras un vino flaco, trasnochando sueños perezosos, con el alma
desatada por un vuelo nocturnal y errante que iba tarde a posarse en las
guitarras “lerdas” de otros vuelos parecidos. El hacía lo mismo con su
noche larga, herida de bohemia y candilejas, con su vino pobre, estirado
y digno, con su alma extensa, derramada en lunas transitadas por
múltiples orillas. Después de un par de tintos, pasamos a ser parte de
ese mundo mágico, misterioso de los mostradores donde a cierta hora
somos todos conocidos de siempre, perdidos entre el aliento azul de la
Taberna. Y acodado ahí, en la sucia madera de la barra, comenzamos la
charla interminable, tal vez distinta, como en otro idioma, ese de la
sensibilidad que hace posible que los seres con vocación de pájaro sean
capaces de viajar en el viento como una rota servilleta de papel llena
de voces y luego regresar a su centro para volver a ser los hombres de
siempre, los hermanos del mundo, los simples y encontrarnos nuevamente
como los ríos para estar juntos. Así conocí a Orlando, docente practico,
amigo diáfano, actor y humano. Y allí me habló de mis versos, -los
conocía- me dijo incluso que había estado charlando con los gurises
sobre POEMA A LAS TRES y otros. Me habló de la necesidad de hacer
cosas…para eso están las tablas me dijo, me habló también de las
carencias a pesar del esfuerzo propio y de los chicos, me habló de la
CULTURA que es un muerto que anda y a nadie le interesa. Y allí lloró
por su teatro. Después de un largo silencio compartido me contó de los
grandes actores..sus discípulos, esa loca frescura que llega
improvisando, cuando se pierde el texto, para terminar diciendo
cualquier cosa…y sonrío como nunca. De pronto quedo serio y me habló de
Margarita Xingú con un dejo de paz y de nostalgia; me dijo de Alberto
Candeau y de China Zorrilla, de Chejov y de Florencio sanchez, y cuando
se iba volvió a llorar. Yo me quede sin conocer y sin saber mil cosas,
sin saber si pudo con la nieve, porque la ausencia de mantas era dura y
junio era un gran sultán acechando las ruinas del insomnio, hasta entrar
como un duende por todas las tragedias de su noche”. Se interroga
finalmente Silva: “Tampoco sé si pudo con el último drama, ese que el
destino no quiso que estrenara, pero que vimos todos en la antesala de
su casa: EL TEATRO.
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