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jueves, 19 de noviembre de 2015

MONTEVIDEO, CASI UN PARAISO. Por Julio Dornel.




LEONARDO HABERKORN, es un periodista y escritor uruguayo, de activa participación en distintos medios de nuestro país y del exterior. Hace algunos años (10) escribiendo para El Universal de México, generó una prolongada polémica entre sus lectores, al analizar desde su óptica personal las distintas circunstancias que rodeaban  por  aquellos años a la capital del país.

M O N T E V I D E O, C A S I  U N  P A R A I S O.

“Cielo azul, estabilidad política, relativa seguridad, la mejor distribución del ingreso del continente. Parecería real el mito de que Montevideo es la Suiza de América, pero ya no lo es. Comparada con su propio pasado, seguro pierde.
En Montevideo no hay secuestros, no hay bombas, no hay balas perdidas. Nadie usa autos blindados. En Montevideo no hay embotellamientos, no hay soldados en la calle. No hay guerrilla, no hay paramilitares, no hay escuadrones de la muerte.
En Montevideo, los empresarios, los ricos, los famosos, los ministros y hasta a veces el presidente de la República anda sin escolta. A medianoche, uno todavía puede detenerse en un semáforo en rojo, sin miedo a ser asaltado. Mario Benedetti almuerza todos los días en el mismo bar del centro: no existe el más mínimo peligro de que alguien lo ataque o lo secuestre. Hay más cosas que Montevideo no tiene. Nunca hubo un terremoto, ni siquiera un modesto temblor de tierra. No hay huracanes, deslizamientos de tierra, aludes, inundaciones de importancia. La ciudad no conoce cataclismos naturales.
Estos datos pueden explicar por qué Montevideo fue elegida como la ciudad con mejor calidad de vida de América Latina, por la consultora suiza Mercer Human Resources. Seguramente su triunfo se debe más a todo lo que no tiene que a las cosas que sí tiene.
"Que Montevideo sea elegida la ciudad de mayor calidad de vida del continente, a uno le da mucho orgullo, pero también es un síntoma preocupante de cómo está América Latina", me dijo el ex alcalde Mariano Arana. Y tiene razón. Claro que las cosas no son tan sencillas. Porque Montevideo no es sólo lo que no tiene, también es lo que sí tiene y lo que tuvo. Y entre sus haberes está, en primer sitio, el mar. Cuando los montevideanos decimos mar, nos referimos al Río de la Plata, que en realidad no es mar pero tampoco es río. La verdad es que el Plata es un estuario, un lugar de encuentro de aguas dulces y aguas saladas. Aquí sufrimos las cuatro estaciones. Es la capital más austral del mundo y los vientos del sur, que vienen de las regiones antárticas, se hacen sentir con fuerza. Pero es gracias a ellos que la ciudad tiene su segundo tesoro natural: el cielo. En las calles de los barrios, en la costa, el tiempo corre lento. Todavía hay gente que se sienta a charlar frente al mar o en la mesa de un bar, sin urgencias. A los nativos más jóvenes esa calma les sabe a tedio. Aquí no llegan los grandes espectáculos: los muchos montevideanos que quisieron ver a los Rolling Stones o a U2 debieron viajar a Buenos Aires o a Río de Janeiro. El mismísimo presidente Tabaré Vázquez declaró de interés nacional la visita de los Stones, pero ni siquiera así vinieron. En el mapa de los grandes espectáculos, Montevideo no existe.
Salir de noche en Montevideo no es sencillo. El transporte público es escaso, los taxis son caros y las distancias largas. Metro no hay. Y, salvo en verano, las noches son frías. En la vida nocturna de la ciudad destacan las obras de teatro: suele haber hasta 30 en cartel. Cines hay menos; discotecas aún menos; boliches, muy pocos. Hay otros factores que tienen que ver con la calidad de vida, que quizás son más importantes que el mar, el cielo y el tiempo, pero que lucen menos. Arana destaca que en Montevideo 90% de la población está conectada al saneamiento: eso explica por qué aquí no ha habido brotes de cólera, ni de dengue, y el alto nivel sanitario que tiene la ciudad. El sistema político es estable: en toda la historia del país, los golpes de Estado han sido excepcionales.
Hasta el Che Guevara lo dijo cuando visitó Montevideo en 1961, cuando era ministro de Industria de Cuba. Habló en la Universidad rodeado de miles de jóvenes que querían oírlo exaltar la revolución. Pero les dijo: "Puedo asegurarles que en nuestra América, en las condiciones actuales, no se da un país donde, como en Uruguay, se permitan las manifestaciones de las ideas (...) Ustedes tiene algo que cuidar, que es la posibilidad de expresar sus ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos".
Pero para muchos, lo más importante es que Montevideo (y Uruguay en general) tiene el mejor índice de distribución del ingreso de América Latina. Eso no quiere decir que el reparto sea justo, pero en un continente que tiene el triste récord de ser el más desigual del mundo, el país sigue siendo modelo.
* * *
Ustedes creerán que es cierto el mito de que Montevideo es la Suiza de América, pero no lo es.
El término "Suiza de América" se usó en las primeras décadas del siglo XX para designar el temprano estado de bienestar que Uruguay alcanzó de la mano del presidente José Batlle y Ordóñez: un país próspero, rico, socialmente integrado, educado, con leyes sociales de avanzada, una estabilidad política que parecía eterna, dos veces campeón mundial de futbol (1930 y 1950), y con una abrumadora mayoría de clase media. Aquel Uruguay mítico -si alguna vez fue cierto- hoy ya no existe. Para empezar, la democracia ejemplar tuvo un largo y doloroso paréntesis. En los años 60, algunos jóvenes izquierdistas crearon la guerrilla tupamara. La respuesta militar fue salvaje y concluyó con un sangriento golpe de Estado. La dictadura empezó en 1973 y terminó recién en 1985. Hubo asesinados, desaparecidos, miles de exiliados y presos políticos.
La sociedad uruguaya tampoco es la misma. La clase media ya no es más la abrumadora mayoría: la última crisis económica multiplicó la pobreza a límites nunca antes vistos. Los pobres que en Uruguay eran 478 mil 600, en 2000, pasaron a ser 849 mil 500, en 2003, y llegaron a casi un millón en 2004. Y el país apenas tiene 3 millones de habitantes.
Montevideo no es todavía una ciudad dividida en guetos, pero la segregación social es cada vez mayor. Quedan pocos barrios en los que se mezclen las clases sociales. Hoy la mayor parte de los trabajos que se ofrecen en la ciudad son empleos precarios: vigilantes, limpiadores, obreros no calificados. Los sueldos, una vez descontados los impuestos, no superan los 80 dólares mensuales. La mendicidad se ha multiplicado. Incluso la tan mentada seguridad es relativa. Los robos a mano armada aumentaron 233% entre 1990 y 2002. Y la estadística roja ha seguido creciendo. La gente ya no deja la puerta abierta. Un vecino de Arana cercó su casa con una alambrada ondulada de púas. Cada vez que el ministro las ve, le parece ver una imagen de Auschwitz. Ya hay más de 200 casas con cercas electrificadas.
Ciertamente, Montevideo no es Suiza. En el ránking de la consultora Mercer, fue la ciudad latinoamericana mejor clasificada. Pero no estuvo entre las primeras del mundo: apenas si ocupó el lugar 78. En cuanto a su calidad de vida, Montevideo hoy tiene que elegir con qué se compara: si se mide con el resto de las grandes ciudades de América Latina, es posible que gane. Si se compara con su propio pasado, seguro que pierde”. Lo dijo Haberkorn; MONTEVIDEO, CASI UN PARAISO…

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