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domingo, 15 de mayo de 2016

COMPUTADORAS Y REDES SOCIALES. Por Julio Dornel.


            Escritor y periodista Julio Dornel

Debemos confesar en primer término que nos resistimos heroicamente a dejar la vieja y querida Olivetti que acompañó nuestro pasaje por el periodismo capitalino durante 35 años. En la actualidad, obsoleta y olvidada, la vieja máquina de escribir descansa para siempre como una reliquia, tras haber pasado por su teclado los principales acontecimientos registrados en esta frontera durante tantos años. Nuestro ingreso a la computación es demasiado reciente. Lentamente nos fuimos integrando a una nueva terminología que pasaba por Windows, configuración, Microsoft, ventanas, enter y antivirus entre muchas otras. Ya estamos integrados a la millonaria cifra de usuarios y podemos confirmar que se trata realmente de máquinas maravillosas, capaces de permitirnos escribir estos mamotretos, llevar la contabilidad, anotar las enfermedades y las recetas de cocina, escribir libros virtuales y comunicarnos con el mundo, que por su culpa ya no es tan ancho y ajeno. Si bien todos los profesionales se han beneficiado con las computadoras haciendo más fácil sus actividades, han sido los periodistas los que se preguntan cómo pudieron vivir tantos años sin este maravilloso aparato. Desde el momento que sustituyeron la vieja máquina de escribir por el procesador de texto, muy pocos han corregido el original, ni se han preocupado mayormente por las faltas de ortografía subrayadas en rojo.
No dudamos que la Red Mundial de computadoras con más de 200 millones de usuarios y asociados, ofrece una fantástica posibilidad para ampliar todos los conocimientos y comunicarnos al instante con el mundo. Sin embargo existe un peligro latente con motivo de la presencia de delincuentes que valiéndose del anonimato propiciado por Internet están practicando todo tipo de terrorismo. Al entrar con mucha facilidad en los hogares, para facilitar el estudio y ampliar los conocimientos es fácil imaginar el peligro que representa cuando se estimula el terrorismo, el racismo, la corrupción y los delitos que se cometen en las redes. De esta manera los “piratas” electrónicos comenzaron a inscribir conocidas marcas de algunas multinacionales generando diversos conflictos entre las partes involucradas.En los últimos años han existido suicidios colectivos incentivados por una campaña propalada por la red mundial, con el agravante de que es muy poco lo que se puede hacer teniendo en cuenta que se debe respetar la libertad de expresión sin limitar los derechos que tienen los usuarios de la red. Por el momento nada se puede hacer por parte de las autoridades, restando confiar en el papel que pueda jugar la familia para orientar a los jóvenes sobre los riesgos que representan algunos programas. Pero al margen de estos razonamientos es evidente que el “mundo ya no es tan ancho y ajeno” como antes y las buenas o malas noticias se propagan en pocos segundos. Es posible también que alguna generación pueda asistir a la extinción de la humanidad, sin que esto constituya una alarma provocada por los señores de la ficción científica como sucediera en el siglo pasado. En esta oportunidad son varios los indicadores que apuntan a la tecnología del siglo 21, como la gran responsable de las últimas conquistas del hombre. Sin embargo nadie podrá asegurarnos que estos adelantos no serán los responsables de la destrucción final. Teniendo en cuenta la opinión de nuestros lectores queremos compartir algunas reflexiones que hacen al uso de estas maravillas. Tras agradecer las cadenas recibidas en los últimos meses un lector nos señala que ya no saca plata de los cajeros porque le pueden poner una pantalla falsa y luego le vacían la cuenta. También dejó de tomar coca cola al enterarse de que sirve para quitar el sarro a los inodoros y también dejó de ir al cine por temor a sentarse en una butaca y pincharse con una jeringa infectada de SIDA. Gracias a las cadenas se enteró además que no debe contestar las llamadas telefónicas ante el peligro de que le marquen el 9 y le llegue una cuenta descomunal porque le robaron la línea y llamaron a  Uganda, Japón o Estocolmo. También dejó de consumir varios alimentos por temor a los estrógenos, y transgénicos como tampoco la carne de pollos “cultivados” en los laboratorios. Tampoco usa microonda por miedo a la ebullición súbita que le pueda desfigurar la cara. El pobre lector señala finalmente que tampoco le llegó el prometido viaje a Europa con todo pago, no recibió los 10.000 dólares, ni el Ferrari ni el viaje por el mediterráneo con Pamela Anderson tras haber enviado a 10 personas el Mantra Mágico remitido por el mismísimo Dalai Lama. Para completar envió más de 500 firmas contra la guerra de USA contra Irak y ahora resulta que está figurando en una lista de terroristas. Recomendaciones al margen, debemos coincidir que las viejas Olivetti continuarán como una reliquia de los tiempos idos, aunque no debemos olvidar que en ellas escribieron los grandes de la literatura mundial.

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