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sábado, 3 de agosto de 2013

ACOSO LABORAL - MOBBING




Montevideo-Uruguay, 3 de Agosto de 2013    
























  
Cambio en las relaciones laborales y vacío legal
Por Dra. María Soledad de Franco

Tiempo ha, la humanidad comenzó a vivir un proceso signado por dos metas:

1) Acceder a opciones de consumo cada vez más amplias, obteniendo así un “buen” nivel de vida;
2) Ocupar puestos de trabajo rentables, pero que sobre todo den status y poder. De este combo, surge como lógica consecuencia, que la ética sea dejada de lado en pos de la obtención de las metas y así se haga todo –sí, todo- lo que sea necesario para perpetuar el nivel de vida y laboralmente escalar sin descanso en aras del tal anhelado status.

De lo expuesto se desprende que, todo medio será lícito para quienes deseen alcanzar sus metas, en clara aplicación del maquiavélico “el fin justifica los medios”. El destino soñado es el ascenso laboral, con lo que todo y todos los que estén en medio del trayecto deben ser anulados, cuando no eliminados.
En esa línea, el compañero de trabajo más preparado, o que simplemente es percibido como más capaz, se transforma en una amenaza, que el escalador debe desarticular.
Oportuno es hacer mención que el alpinista es asediado por su voz interna, que le evidencia su incapacidad. Así, al ser consciente de que no es lo suficientemente capaz para competir lícitamente con sus pares, este frustrado sujeto, comienza a maquinar tácticas con las que eliminar el estorbo que le hace sombra.
Los acosadores, en su inconfesable conocimiento de sí, no dudan en emplear cualquier tipo de estrategia a fin de rebajar a su compañero, para así a incompetentes, no dudarán en emplear cualquier medio descalificatorio de su superior colega. Así desparramarán chismes por doquier, interpondrán todo tipo de escollos a su víctima, con un único fin: expulsarlo del sistema.
Solamente de esa manera podrán satisfacer sus ansias de reinar. Si no fuera por la gravedad del daño que provocan, serían seres su altura. Innecesario es decir que estos maquiavélicos merecedores únicamente de lástima. Pero lamentablemente, la lástima no sirve cuando se busca juzgar la actitud de un individuo que ha destrozado moralmente a otro, valiéndose en el caso de nuestro país de la inexistencia de una ley que sancione sus atropellos.
Libre de todo control, el acosador se siente realizado a través de su perverso actuar, realización imposible, de tener que competir lícitamente con su víctima por aquello que anhela.
La traición es su mejor arma, la delación su herramienta y la ausencia de culpa por su proceder inhumano, son sus principales aliados.
En tanto la víctima, generalmente muy superior en cualidades al acosador, se va desgastando, comienza a dudar de sí mismo y las enfermedades psico-somáticas golpean su vida. Se vuelve irritable cuando no abúlico, sus vínculos de contención comienzan a resquebrajarse hasta que en un momento incapaz de identificar con precisión, enfrenta la cruda realidad: está sólo. La familia y amigos no comprenden qué le sucede y agravan su situación aconsejándole “calma”, diciéndole que es una percepción personal, e incluso muchos llegan a invitarlos a consultar con un psiquiatra. Esa falta de empatía, es decisiva para que se precipite el hundimiento.
Una vez comenzado el descenso, la salida se torna cada vez más difícil y cual crónica de una muerte anunciada cuadros psiquiátricos aparecen en escena. En los casos más severos no basta con una mera terapia –con la onerosidad que la misma implica- sino que los psicofármacos se transforman en parte de la vida del acosado. Las somatizaciones están a la orden del día, y las bajas médicas no tardan en llegar, el ausentismo laboral dice presente y nuevos reproches al acosado encuentran en tal situación un fundamento.
A grandes líneas pues, el daño moral y en algunos casos también físico signan el destino de la víctima, quienes para escapar del horror laboral diario terminan renunciando e incluso quitándose la vida, cuando no despedidas. En ese momento el acosador ha cumplido con su objetivo.
Sin dudas quien sigue omiso en el cumplimiento de sus deberes, es el legislador oriental, que por desconocimiento, descrédito o simple falta de interés, sigue cruzado de brazos ante un tema tan acuciante como el acoso moral en el trabajo.
La dignidad de las personas no es pasible de transacción. Es imperiosa una ley que trate de forma seria e integral esta problemática, tanto en su profilaxis como en su sanción. Imperatividad insoslayable, si de verdad, queremos hablar seriamente de derechos humanos.
Dra. María Soledad de Franco, colaboradora del Portal Acoso Moral Laboral

3 comentarios:

  1. Yo trabajo en la Ancap y eh sido victima de violencia física y sicologica, sin embargo no creo que sea superior al resto como para que me tengan bronca por el acenso. Creo que es por pensar distinto, no se tolera otro punto de vista a la de los jefes o los compañeros del grupo.

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