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domingo, 25 de agosto de 2013

La uruguayez o argentinidad de Artigas, las preguntas del pasado y del futuro Gonzalo Perera. Columnista


Esos Regionales






Poco tiempo atrás, algunas declaraciones de la Presidente Cristina Fernández en Argentina  señalando que "Artigas quiso ser argentino y no lo dejamos" despertaron amplio revuelo en nuestro país y dieron cauce a la expresión indisimulada de algunos de los rasgos menos felices de nuestra cultura. Señalaremos nuestra opinión sobre el episodio, sobre sus ecos, pero sobre todo, por el más convocante tema: cómo debemos enfocar el futuro de nuestro país y la región.

1. Descontextualizaciones históricas
Una tentación ante la que habitualmente todos los humanos cedemos cuando enfrentamos la Historia, es la de no respetar los tiempos y contextos. Los jóvenes  argentinos del ala revolucionaria del peronismo de principios de los 70 cantaban  a viva voz: "Si Evita viviera, sería montonera".
Más allá del simbolismo, de señalar un rasgo identidario de su colectivo al hacer suya in totum la memoria de Evita, el cántico en sí carecía de sentido ¿Cómo podría saberse cuál habría de ser la postura de Eva Duarte de Perón ante el movimiento montonero si falleció dos décadas antes de su surgimiento? Extrapolar la postura de Evita de sus último dichos y actos ya es un acto arriesgado de por sí. Pero además, toda persona que vive cambia, evoluciona en uno u otro sentido. Una Evita que hubiera vivido 20 años más, habría tenido posiciones y opiniones imposibles de adivinar en la Evita que falleció trágicamente en plena juventud.
Por lo tanto, el cántico suponía un doble error: sacar de su tiempo y contexto un figura política para insertarla en otro cuadro de situación, por un lado, y por otro lado, borrar de un plumazo los previsibles procesos de cambios que la experiencia de vida aportan a toda persona. Es imposible saber que pensarían ante la realidad actual José Pedro Varela, Don Pepe Batlle, Aparicio Saravia, el "Che" Guevara o cualquier personaje histórico del pasado. Por la sencilla razón que vivieron  y  se manifestaron  en un tiempo y contexto, y nos toca en suerte vivir otros. Cada quien, según su leal saber y entender puede establecer las conjeturas que desee, pero no son más que meros ejercicios intelectuales. Nadie puede adivinar lo que no ocurrió, ni utilizar para un tiempo histórico X, términos y categorías propios a otro tiempo Y. Así, y acercándonos al punto en cuestión, los Estados-Nación que conocemos hoy y las nacionalidades a ellos asociados, no deberían aplicarse a personajes que precedieron a su fundación y que dieron señales de entender la organización territorial y política de un modo alternativo.

2. Ni argentino, ni uruguayo, federal.
Cuando la Presidente Cristina Fernández se refiere del deseo de Artigas de ser argentino, no hay duda, para cualquier lectura medianamente serena de sus dichos, que usa el gentilicio asociado a la Nación Argentina hoy existente, eventualmente ampliada. Cabe señalar que son de rescatar, apreciar y valorar en sus dichos los conceptos de elogio y homenaje que destina a Artigas, dando por tierra nítidamente con su "leyenda negra" construida entre otros por Domingo Faustino  Sarmiento. El homenaje realizado por la Presidente debe ser valorado como lo que es, un gesto histórico, que incorpora el nombre de Artigas a las grandes vías de circulación del territorio argentino,  pero que sobre todo brinda un impulso muy importante a nuevas lecturas de la Historia. Es un poco triste que de su acto y discurso sólo se retenga la manifestación sobre la vocación argentina de Artigas, porque ello significa quedarse con una pequeña parte de un gran gesto, ni más ni menos. Sin embargo, no quisiera eludir el dicho en sí.  El sueño y proyecto político de Artigas fue la Liga Federal, las provincias unidas en igualdades de derechos, cobijando a desde el este de la actual Argentina, al actual Paraguay, al Uruguay de hoy, a Rio Grande do Sul, etc., y como paso hacia una gran federación de los pueblos americanos.

Lo dijo el propio Artigas en Batoví: "La libertad de América forma mi sistema y plantearlo es mi único anhelo"  y también en el Cabildo de Montevideo.
"Los pueblos de América del Sur están íntimamente unidos por vínculos de naturaleza e intereses recíprocos".
No parece acertado afirmar que Artigas quiso ser argentino, ni paraguayo, ni gaúcho, ni uruguayo. Es bastante notorio que quiso ser parte de una Liga Federal que no llegó a nuestros días.
En tal sentido, parece una frase fuera de contexto histórico y simplificadora la de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner. La autodenominación de Artigas como "argentino de la Provincia Oriental" presente en su supuesto testamento, en la medida que la historicidad de este último es cuestionada, no es tampoco un aval documental a dicha expresión.
Pero para mi profundo desagrado, mucho más descontextualizadas, soberbias y chauvinistas  han sido alguna "respuestas" que se han originados en nuestro Uruguay. Porque si no cabe decir que Artigas quiso ser argentino, mucho menos cabe decir que Artigas quiso ser uruguayo. Artigas no utilizó jamás el gentilicio "uruguayo" y el propio proyecto del imperio británico y del triste célebremente Lord Ponsomby de crear un  Estado "tapón" con márgenes sobre el Plata y el Uruguay , de modo tal de liberar la navegación desde el océano hasta el Paraguay al amparo del Tratado de Viena y sus disposiciones sobre  navegabilidad de ríos limítrofes, consagrado en la Constitución de 1830 (y no por  la declaración de independencia de 1825, donde subsiste el concepto de unión a las demás provincias) no solo es ajeno al sueño artiguista, sino que es lisa y llanamente antagónico al mismo. Ha sido bien señalada en estas páginas la valía del acto del 18 de julio de 1830 como hito civilizatorio, que significó consagrar la vigencia de una Carta Magna y de una sociedad ajustada a derecho, pero el proyecto político subyacente en dicha Constitución es profundamente polémico y de hecho,  bien puede verse en la misma una virtual acta de defunción del sueño federal artiguista.
Siempre ha sido fácil en Uruguay exacerbar la alergia anti-argentina, aún sino  siempre es fundada. Los episodios de enfrentamiento en torno a las pasteras entre 2005 y 2010 hicieron recrudecer esos escozores. Pero si como respuesta a lo que denunciamos como actos de soberbia y falta de rigor, nosotros incurrimos en hechos de igual o mayor agravio, nos privamos de toda autoridad para el reclamo.

Artigas no es Gardel (que ha dado lugar hasta a un surrealista ensayo pseudocientífico que pretende "probar" que es uruguayo) ni es el dulce de leche. Sacar a relucir ante las- inadecuadas, ha quedado dicho- expresiones de la Presidente argentina, un rabioso "Artigas es nuestro y no de ustedes", un "Artigas es uruguayo" continuador de la historia "a la carte" que se nos sirvió en las escuelas y liceos durante décadas, pretendiendo hacer pasar por un único proceso  eventos muy diversamente orientados como la Batalla de Las Piedras, las Instrucciones del Año XIII, la declaración de la Piedra Alta y la Jura de la Primera Constitución, resulta un error mucho mayor que el que se reclama, una ligereza intelectual y una suerte de reinvención de Artigas sin asidero en sus dichos y actos.
Y un punto que no se puede soslayar es que los enfrentamientos de Artigas con el centralismo porteño no fueron enfrentamiento de "uruguayos vs argentinos", sino de federalistas vs. centralistas, que en su momento tuvieron su epicentro en los enfrentamientos del "Karaía Guazú" con el Directorio de Buenos Aires, pero que en etapas posteriores de la Historia enfrentaran a la alianza rosista-oribista con  la alianza unitaria-colorada, tranversalmente a la frontera del Río Uruguay.

Nuevamente, es oportuno que sea el propio Artigas quien se exprese.
"Yo no hice otra cosa que responder con la guerra a los manejos tenebrosos del Directorio me hacía por considerarme enemigo del centralismo, el cual sólo distaba un paso del realismo (la monarquía). Pero los Pueyrredones y sus acólitos querían hacer de Buenos Aires una nueva Roma imperial, mandando sus procónsules a gobernar a las provincias militarmente y despojarlas de toda representación política, como lo hicieron rechazando los diputados al Congreso que los pueblos de la Banda Oriental habían nombrado y poniendo precio a mi cabeza"
Queda cristalinamente claro que no fue cuestión de radicación, sino de actitud, de pretensión de concentración centralista del poder lo que distanció a Artigas no de las provincias argentinas, sino de la burguesía porteña y sus Directorios.

3. El futuro.
En tiempo que la moderna Roma Imperial es Washington D.C., que se espía desde allí al mundo entero, que se promueven afrentas y agravios insólitos como el que sufriera el Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, los pueblos del Sur han comenzado a encontrar respuestas políticas que,  sin pretender extrapolar Artigas a una realidad que no vivió, parecen recoger buena parte de su legado. En la UNASUR por ejemplo, la región ha encontrado una fuente de salvaguarda  a la paz ( tratado Colombia-Venezuela), a los procesos democráticos ( inmediata respuesta ante el golpe de Estado contra Rafael Correa, respaldo a la limpieza del acto eleccionario venezolano), pero también empieza a encontrar coordinaciones políticas, económicas y hechos de enorme significación histórico como la constitución de un comando unificado para la defensa de la región, la construcción en común de grandes anillos de fibra óptica en América del Sur con múltiples salidas al resto del mundo que disminuyan la incidencia de los Estados Unidos en las Telecomunicaciones de la Región.

No son tiempos para la divergencia minúscula, sino para afirmar los inmensos comunes denominadores. Guardemos las pequeñas rivalidades de vecindario para el fútbol. Pero en la política apuntemos alto. Y la Historia, leámosla con amplitud y grandeza. Celebremos que Artigas es honrado como nunca lo fue antes en la región. Y no disputemos para la República Oriental del Uruguay la propiedad exclusiva del gran líder federal. Compartámoslo que nos trasciende, corrigiendo las expresiones infelices que puedan cometer otros, pero sin soberbias ni enconos y siempre con la mano tendida para que aquel su viejo sueño federal, sin descontextualizarlo ni extrapolarlo, nos inspire para construir en nuestro tiempo y contexto, nuestra gran Patria de los Pueblo del Sur, proyecto que por fin ha saltado del discurso a hechos muy concretos y decisivos, que han cambiado el curso de la Historia reciente en más de un episodio como los señalados ut supra. Son tiempos de  recordar que, como dijera Artigas,  todos los pueblos de América del sur  estamos íntimamente unidos por intereses objetivos y que debemos estar también unidos en  nuestras voluntades  y en las  expresiones institucionales  de dichos intereses y voluntades.

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