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sábado, 10 de agosto de 2013

El poder público estadunidense, asediado por la perversión y la hipocresía sexual David Brooks

Tres políticos intentan resucitar sus carreras tras escándalos reales y virtuales con mujeres

Corresponsal
Periódico La Jornada

Sábado 10 de agosto de 2013, p. 18
Nueva York, 9 de agosto
De Carlos Danger, el Cliente #9, al alcalde que más manosea a mujeres (desde las que posan como Marilyn Monroe a verdaderas almirantes), el mundo político estadunidense está, para variar, envinado por la perversión e hipocresía sexual.
Advertencia: esta información es sólo para adultos; se trata de comportamiento infantil de políticos. Los reporteros, editores, fotógrafos y jefes de este periódico, que sobre todo se destacan por el decoro y el respeto a lo decente, han intentado evadir tocar este tema tan delicado, pero el deber de reportar la noticia es supremo. Se trata de (disculpen ustedes) penes en la política.
De costa a costa de Estados Unidos, figuras nacionalmente reconocidas (y no sólo por sus caras) están enfrentando crisis causadas por sus impulsos sexuales aparentemente imparables (perdón, otra vez).
Para empezar, el señor Danger. Su nombre real es Anthony Weiner, primero integrante del consejo municipal de Nueva York, después representante federal hasta 2011 cuando renunció al revelarse que había enviado imágenes vía Twitter de su bulto y de su cuerpo a una mujer joven que conocía sólo por el ciberespacio. Primero mintió, pero finalmente ofreció disculpas al mundo y a su esposa, juró que buscaría tratamiento y se esfumó del escenario. Su esposa, Huma Abedin, en ese tiempo era asesora y amiga cercana de la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton.
Weiner reapareció este año al postularse como candidato a la alcaldía de Nueva York, y logró llegar a ser uno de los más favorecidos en la pugna electoral que culminará con la elección local en septiembre. Pero su pasado interrumpió su resucitación política cuando otra mujer reveló que había tenido una relación cibernética sexual con él mucho después de su renuncia al Congreso, y esta vez se difundieron no sólo imágenes de su pene, sino mensajes eróticos, en los cuales firmaba como Carlos Danger.
Durante las últimas dos semanas, y de nuevo con su esposa humillada al lado, Weiner ha tenido que responder a preguntas incesantes sobre sus relaciones cibernéticas, y confesó que había tenido este tipo de intercambios tal vez con seis o hasta 10 mujeres, supongo, y que tres fueron después de renunciar su curul en el Legislativo. Preguntado si hay más mujeres que podrían presentarse con más ejemplos de su comportamiento, dijo no sé, espero que no. Ciertamente no me gusta hablar de ello.
Pese a que figuras políticas de su Partido Demócrata, la junta editorial del New York Times y el Daily News, entre otros, han pedido que abandone su campaña, y su apoyo en las encuestas se ha desplomado, Weiner ha rehusado rendirse ante su inevitable derrota.
Pero tal vez lo más notable de todo esto es que éste es el primer ejemplo de un escándalo sexual cibernético de un político. Las relaciones de Weiner con todas estas mujeres existieron, hasta donde se sabe, exclusivamente en el ciberespacio. Su derrota pública es más por hacer el ridículo –de tener un escándalo sexual sin contacto físico y menos sexo– que cualquier otra cosa.
Pasando al Cliente #9: Eliot Spitzer, el ex gobernador de Nueva York, cuya fama fue en parte por ser un fiscal que se atrevió a perseguir a la Mafia y a poderosas figuras de Wall Street, mientras perseguía también prostíbulos, y que por un momento se contemplaba como potencial candidato presidencial, cayó desde lo más alto cuando en 2008 se descubrió que el entonces gobernador había contratado prostitutas, el servicio que usaba lo identificaba sólo como el Cliente número 9

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