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domingo, 4 de agosto de 2013

MATEO MÉNDEZ "Hay gente que va quedando excluida y no hay propuestas"


El padre Mateo Méndez dedicó gran parte de su vida al trabajo con los jóvenes en contextos de pobreza. Entre otras cosas fundó y dirigió el Movimiento Tacurú y en el gobierno de Tabaré Vázquez estuvo algunos meses al frente del ex Instituto Técnico de Rehabilitación Juvenil

El País
                                       Padre Mateo Méndez


Andrés Roizen
Ahora, encabeza un proyecto para adolescentes de entre 14 y 18 años. En entrevista con El País, dice que los jóvenes de hoy tienen una problemática más compleja que hace 10 años y que se les exigen comportamientos que no les enseñan. Entiende que el entorno de José Mujica no acompañó las intenciones del trabajo con los pobres y afirma que los planes sociales tienen que conocer más la realidad.
-Gran parte de su vida trabajó con jóvenes en contextos críticos. ¿Cambiaron las características de ese sector en el último tiempo?
-El joven de unos años atrás, de una década atrás por lo menos, tenía una problemática un poco más lineal, un tema o dos hacían a su problemática. Hoy es mucho más complejo, ya no son tan lineales. Quizá hay una línea, pero tiene ramificaciones de muchos tipos y cada vez más complejas. El adolescente que viene a nuestro proyecto lo hace con una complejidad de situaciones que nos obliga a conocerlo más y ver cuál es el núcleo que hay que trabajar. La característica nuestra es trabajar sobre lo sano del adolescente, cuáles son sus fortalezas, qué podemos descubrir que le gusta y apoyarnos en eso. No imponemos, sino descubrimos qué quiere.
-¿Cuáles son los problemas centrales que presentan esos jóvenes?
-Vienen con una conflictividad familiar a veces muy compleja, con disgregación familiar, viviendo en un lugar muy precario, donde no se tienen los espacios necesarios, los vínculos no son los mejores. Viven una especie de abandono. Y hay una pieza clave que es la afectividad; hay necesidad de afecto y eso lo demuestran muchas veces con cierta demanda que hacen en la conversación, en el trato. Se descubre esa necesidad de cercanía, de que los escuchen, de que alguien hable con ellos, pero que no esté con un código diciéndoles todo el tiempo lo que está bien y lo que está mal. Que se puedan sentir escuchados, no juzgados. No es demostrar una complicidad, sino mostrar que te interesa y que le vas a dedicar tiempo. Que se sienta querido el joven es parte del secreto de nuestro trabajo. También necesitan límites, que implica una tarea muy difícil.
-¿Cómo ve la situación de los adolescentes infractores, hay rehabilitación posible?
-Creo en la rehabilitación de los adolescentes en la medida en que las condiciones se den para eso. El adolescente que se equivocó tiene que encontrar un espacio educativo que le ayude a darse cuenta que se equivocó. Pero si no tengo la propuesta para que reconozca su error y a partir de ahí comience una reconversión de su actitud y su vivencia, y sólo pretendo que con ese tiempo que va a permanecer privado de libertad se tenga que dar cuenta que estuvo mal, no será suficiente tenerlo encerrado. Si no quiero al destinatario con el que trabajo es muy probable que los cambios de actitudes y de vida no se den. El adolescente infractor va a seguir cayendo y se va a seguir equivocando hasta que no encuentre un lugar donde tenga los tiempos, los espacios y las personas que se dediquen de corazón a solucionar sus problemas, que son los problemas de todos.
-¿Tendría que integrarse más a quienes hacen trabajo social?
-El Estado hace convenios con organizaciones para que atiendan adolescentes con medidas sustitutivas al encierro, pero el INAU es el responsable absoluto de los jóvenes privados de libertad, no hay otra institución. La pregunta es por qué no puede haber otros, por qué no se modifica y se abre licitación a organizaciones sociales que quieran trabajar con los menores, bajo la égida de una administración público-privada. Se podría crear otra propuesta, otro modelo de rehabilitación. Es como un monopolio, cuando hay monopolio se puede generar una cuestión medio enfermiza a la interna.
-¿Se imaginó que en su gobierno Mujica trabajaría distinto en el combate a la pobreza?
-Creo que en esto pesa mucho con quién me rodeo. Puedo tener ideas estupendas, pero si después en el entorno no me siento interpretado como quisiera, puedo estar contento con lo que logré, pero me queda tal vez en el haber muchas cosas por hacer. A lo mejor, si lo hubiese encarado de otra manera, o hubiese abierto más las posibilidades de un trabajo de mayor participación, capaz que las cosas hubieran sido diferentes. Cuando Mujica habla siempre tira mucho más para adelante de lo que en concreto se está haciendo o se logra, siempre queda una especie de debe en las cosas que él va proponiendo. La pregunta es si es muy atropellado en proponer o es muy pensador en solitario y se olvida que tiene un equipo alrededor que lo tiene que asesorar y acompañar, y de alguna manera tiene que aceptar su propuesta, algo que no siempre pasa. Hay cuestionamientos siempre, hay elementos alrededor que no logran muchas veces plasmar lo que el presidente está largando como proyectos o ideas. En definitiva, los mandos medios también tienen su que ver. Él tiene una mística diferente en el encare de las cosas, pero muchas veces los mandos medios no llegan a comprender sus actitudes, sus preocupaciones, ese desasosiego como persona de querer lograr cosas, y no siempre encuentra el asidero donde apoyarse para hacer que funcionen o se concreten.
-¿Por qué cuesta tanto combatir la pobreza a pesar de la bonanza económica que hay en el país?
-Para poder sanear lo que a nosotros nos puede estar doliendo o a veces molestando, los números, las estadísticas en determinada población que le cuesta salir, no se puede esperar que ellos vayan al plan. Si el plan no va a ellos es muy probable que esas familias queden sin el plan y seguirán en el lugar donde están. No basta con abrir una oficina en el Centro y poner ventanillas donde cada uno se va a inscribir, tengo que llevar la ventanilla al barrio, a la casa de la gente, sobre todo en determinado tipo de población que no va a poder ir a la oficina, porque es otro mundo, es otra gente. Si el proyecto no conoce la realidad me pregunto para quién es. Si es para sustentar sueldos y técnicos y pagar suculentos salarios, pero no llego a cambiar la realidad como tiene que ser, ¿para qué me sirve el proyecto? Si el proyecto no emerge desde una realidad de la situación familiar, para qué lo armo, si es porque necesito colocar gente y gastar esa plata porque sí no va a ir a Rentas Generales, no habrá un proceso de cambio. Vemos familias que no han despegado, están como si nada hubiera pasado en el país, hay determinada población que va quedando excluida e irrecuperable, y no hay propuestas para eso.
-¿Los planes sociales han sido mal aplicados?
-Si los planes ayudan a que el pobre se dignifique, crezca y se desarrolle como persona, bienvenidos. Pero si los planes que se están desarrollando generan la dependencia del pobre, y el Estado siempre lo tiene que estar alimentando y sosteniendo y no le está dando herramientas para que crezca, se desarrolle y se independice del Estado, serán planes enfermizos. Cuando el pobre se cruza de brazos y dice que le tienen que dar todo, yo digo que no, porque por ser pobre no es ser inútil ni incapaz. El otro mirado así, acompañado, se siente como que está siendo valorado. Si no, es totalmente dependiente y a ver, capaz que hay gente que le sirve que sea totalmente dependiente para sentirse que tiene poder sobre los demás, que tiene un estatus sobre los demás y que espera que los demás le pidan para que le solucione los problemas, en lugar de enseñarles a solucionarlos ellos mismos.
-¿Es así?
-Creo que hay un interés en que la persona que participa de los planes de trabajo se capacite y se pueda insertar en el mundo del trabajo con normalidad, hay esfuerzos, pero también tenemos las limitaciones del trabajador. Hay población que llega hasta determinado punto y está muy bien, pero si quieren más hay que darles más, no hay que emparejar para abajo, sino para arriba.
-Siempre se habla de crisis de la familia, ¿es la única causa o hay responsabilidades más generales?
-Si reducimos a que la familia es la única educadora en valores para los adolescentes, ponemos una especie de cerco a la tarea educativa, pero todos educamos. La familia es parte importante, y el aprendizaje y la vivencia de los valores el joven los va a tener que aprender en la familia, pero eso será en la medida en que la familia esté apta para enseñarlos. A veces la familia quiere pero no puede, y a veces se delega a la escuela cosas que son de la familia. Si el joven no trae los valores de la familia ni de la escuela, la sociedad no se tiene que deslindar. La sociedad también es responsable de la educación en valores: el barrio, el club, los vecinos, todos. Si el joven va a una oficina pública a hacer un trámite y quien lo recibe no lo hace con esa cabeza de educador, puede ser un antisigno de la transmisión de valores. Cuando de malas maneras se trata a la gente, no se enseñan valores.
-¿Falla la sociedad en eso?
-Hay mucho de eso. Veamos las canchas de fútbol. ¿Qué aprende un niño que va por primera vez al estadio y que su familia está cuidando el vocabulario? Aprende un montón de palabras que en la casa no se dicen, aprende gestos y versos. Se va con lo que vio de los mayores, que muchas veces nos jactamos de que somos los que tenemos cultura, ¿pero dónde está demostrado? Nuestra sociedad a veces tiene una cierta hipocresía, le pide a los adolescentes lo que no les da. Se les reclama que hablen bien, que se porten bien, que sean correctos, ¿y los adultos cómo nos comportamos en la calle? El adulto no se porta bien en los lugares a los que va y sin embargo se lo reclama al adolescente. Hay cierta hipocresía de decir "hacé lo que yo digo y no lo que hago". Es eso de decir "son otros los responsables, me deslindo de ser responsable de la falta del ejercicio de la vivencia de los valores". Los valores están siempre, lo que no está es la gente que quiera vivirlos.

"El joven debe obtener herramientas que le den posibilidades de crecimiento"

Desde agosto de 2010, Mateo Méndez está embarcado en el "Proyecto Minga", una obra desarrollada por la Sociedad San Francisco de Sales en Las Piedras, Canelones. El proyecto consiste en una propuesta socioeducativa para adolescentes de ambos sexos de entre 14 y 18 años que "no tienen oportunidades para su inclusión formal" en la sociedad.
"Minga" tiene dos etapas; la primera consiste en un espacio de sociabilización, de integración y de convivencia para "recuperar valores". Luego, la segunda etapa consiste en un espacio académico y laboral. Se brinda la posibilidad de terminar la escuela o se trabaja para encaminar a los jóvenes en un proceso de estudio, ya sea liceo o UTU. También se busca una propuesta de inserción laboral de acuerdo a los intereses del involucrado.
Méndez contó que el proyecto ya atendió a unos 70 jóvenes, y que ahora hay casi 30 más en pleno proceso. Así, dijo: "Nos preocupa que el paso por el proyecto no haya sido solo un momento de entretenimiento, sino que el joven obtenga herramientas que le den posibilidades de crecimiento". Para colaborar se puede llamar al 2354 33 10.

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