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domingo, 19 de enero de 2014

BAILONGOS La ruta de la noche en Rocha


En 1997 abrió un boliche en Arachania que atrajo hacia Rocha a los jóvenes que bailaban en Punta del Este; la movida después se trasladó a La Paloma, de ahí a La Pedrera y hoy está en Punta del Diablo

 

Nicolás Delgado @nicodelgado13
El Observador

La movida nocturna en los veranos de los años de 1990 se concentraba en Punta del Este. Ignacio Gasparri curtía por esos días La Candonmarcha de Quartino y Valdez, los dj de Space, una de las célebres discotecas del balneario, y los fogones de Ferro Tanque, el boliche ubicado frente a la entrada de La Pedrera, hasta que un día decidieron abrir El Costanero Pub, frente a La Balconada, en La Paloma.

Las noches de El Costanero podrían quedar en el anecdotario de algunos pocos, pero se trató, en cambio, en el punto de partida de una ruta de boliches que ha marcado el pulso de las noches rochenses en los últimos 17 años. El salto se dio con El Curte, un fuerte de madera que se instaló en Arachania en enero de 1997. Por primera vez, Rocha tenía un boliche que reunía a más de 2.000 personas al aire libre. Fue solo el primero en su especie. Después, hubo más. Y, en casi todos, estuvo la mano de Gasparri.

El Curte tenía cuatro barras y un escenario, por el que desfilaron Jaime Roos, Buitres, El Peyote Asesino, Árbol, No Te Va Gustar y tantos otros. “El Curte empezó a traer gente desde Punta del Este”, recuerda Gasparri. Muchos jóvenes estaban cansados de Punta del Este y, además, los precios en Rocha eran más accesibles para los jóvenes. “El intendente Adauto Puñales le dio para adelante a la movida juvenil”, agrega el empresario.

Junto a El Curte, creció Arachanes, un boliche que no cobraba entrada y empezó a competir con el fuerte de madera. Hasta que, en el 2002, Arachanes se mudó a la entrada de La Pedrera, llevó a bandas como Bersuit Vergarabat, y se quedó con la noche rochense. El Curte cerró en 2005 (en 2006, en ese mismo local, abrió W Lounge) y la movida, impulsada por Arachanes y el festival Vox Pop, que se extendía por dos o tres días, se trasladó a La Pedrera.

Las fiestas en Arachanes, que quedaba a las afueras de La Pedrera, sobre la ruta, terminaban al amanecer. Por eso, los veraneantes que llegaban al balneario a descansar se cruzaban con los jóvenes que regresaban a sus carpas o casas haciendo zigzag. A las quejas de los vecinos se sumó el problema con el transporte. La mayoría de los jóvenes que llegaba a La Pedrera a curtir la noche se quedaba en La Paloma. Entonces, el regreso al hogar se daba muchas veces a las primeras horas de la tarde y con varios kilómetros de ruta por delante.

Las protestas de los vecinos de La Pedrera llevaron a que la movida se trasladara a La Aguada, en La Paloma, donde abrieron en 2007 cerca del puerto y en predio municipal tres boliches: Arachanes, Pogo (de Gasparri) y El Hornito. El ciclo se cerró en 2011 y la movida volvió a La Pedrera, pero, esta vez, a la calle, y a Punta del Diablo, donde desde 1998 abre Bitácora.

“Los boliches tienen un ciclo de vida. La gente se aburre del mismo lugar y de la misma zona. Cuando los hermanos chicos empiezan a ir al boliche, los hermanos grandes se van”, asegura Gasparri.

El verano pasado, El Club (boliche que abre en la rambla de Montevideo, en la ex W Longe) desembarcó en Punta del Diablo, con Gasparri como administrador. Los boliches más grandes, por estas noches de verano, están ahí y se llaman El Club y Bitácora. “¿Hasta cuándo se concentrará la movida en Punta del Diablo? No sé”, dijo el empresario a El Observador. Gasparri asegura que esta movida deja mucho dinero a los locatarios. Por eso, comenta, los vecinos de La Paloma están arrepentidos y muchos de Punta del Diablo prefieren convivir con el desbunde juvenil.




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