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domingo, 14 de julio de 2013

Amodio: Los 20 meses en que operó como represor

ANÁLISIS DE LA SEMANA

Amodio: Los 20 meses en que operó como represor

 Luis Casal Beck

La República

Publicado el 14/7/2013 - 2:50
Amodio Perez
Aquel calculador, astuto, osado guerrillero, que intervino en los acciones militares más espectaculares de los Tupamaros, trasmutó en el relato de este anciano que asegura que en su vida no disparó más de 8 o 9 tiros, y no hizo casi nada en el tiempo en que permaneció detenido, colaborando con las FFAA.
Esta semana Héctor Amodio, volvió a la televisión uruguaya. Lo hizo por segunda vez en 40 años. Un 8 de mayo de 1973, el ex guerrillero que colaboraba con las Fuerzas Armadas, intentó convencer con su presencia a los televidentes, que el senador del Frente Amplio Enrique Erro, tenía una vinculación orgánica con los Tupamaros (“colaborador”).
Esa era la acusación de la Justicia Militar que pidió al Senado le levantara los fueros a Erro, cosa que ese cuerpo legislativo no hizo. En su seno, emergieron muchas voces de líderes políticos que denunciaron los planes golpistas en marcha, y ubicaron a Amodio, como pieza clave en ese proceso de desestabilización, previa a la fractura. Los hechos les dieron la razón.
El respaldo mayoritario del Poder Legislativo a Erro, pretextó la disolución de las cámaras, y el inicio de 12 años de la dictadura (1973-1985). Este jueves 11, irrumpió nuevamente en la televisión esta figura casi fantasmal (desapareció del mapa, durante cuatro décadas), a raíz de una larga entrevista realizada en las afueras de Madrid, por el periodista Gabriel Pereyra (diario El Observador; canal VTV), en condiciones especiales (no se sabe bien cuál es su actual nombre, ni en qué lugar concreto reside).
Durante 6 horas, Amodio rompió su silencio, y dio una versión de los hechos que protagonizó en el pasado, muy diferentes a los que están registrados en el imaginario de los uruguayos. Buscó que su condición de “traidor” a la organización a la que pertenecía (de la que fue “comandante real” de su columna más aguerrida, la 15), bajara en voltaje y sentido de la culpa. Amodio dice que solo ordenó papeles que le entregaron los militares. No mucho más.
Aquel calculador, astuto, osado guerrillero, que intervino en los acciones militares más espectaculares de los Tupamaros en el tramo final de los años 60 e inicio de los 70, trasmutó en el relato de este anciano, con llamativo peluquín, que asegura que en su vida no disparó más de 8 o 9 tiros (siempre tuvo fama de “fierrero”), y no hizo casi nada en el tiempo en que permaneció detenido, colaborando con las FFAA. Alega que no es el “gran traidor” ni responsable de la derrota militar de los Tupamaros; arremete contra sus ex compañeros, da una visión empobrecedora de lo que era la inteligencia operacional militar por esos años (la OCOA era un cuaderno, donde anotaban soldados que apenas sabían leer y escribir, subraya), y le pega fuerte a los historiadores profesionales locales, porque “no están cumpliendo su papel”.
Según Amodio -cuya trama argumental pierde consistencia al ser sometido a preguntas y repreguntas, que hacen cada vez mas inverosímil su relato- “a partir de junio, julio del 72, yo empiezo a ver que no teníamos (el MLN), posibilidades de triunfar”. Entonces, afirma que se pone al servicio de sus captores. Pero no da información clave (locales, etc), ni marca a ningún compañero (el periodista le cita 6 situaciones en que lo vieron actuar en ese papel, y él niega todo); señala con aire inocente que solo se encargó de los documentos, que no sabía bien qué destino ulterior tendrían.
Oficialmente, este ex guerrillero fue detenido el 24 de febrero de 1972, y dejado en libertad, según dice, junto a su entonces pareja, Alicia Rey Morales (también del MLN e instructora de tiro), el 13 de octubre de 1973, en la frontera con Brasil, por el entonces coronel del Ejército Luis Queirolo (que era el segundo comandante de la División I, Montevideo), y el teniente Armando Méndez (63), a quien define como “la única cabeza pensante de toda la oficialidad”. En suma, el coronel Ramón Trabal (director de la inteligencia militar de entonces, el SID, y la “eminencia gris”, de la represión antiguerrillera), y los 1.600 oficiales de las FFAA de aquella época, son también subestimados por Amodio, en su sorprendente relato. La pareja, pudo viajar a España, con un dinero aportado por su familia. “Las Fuerzas Conjuntas, no me dieron un peso”, asegura.
Para Amodio, su puesta en libertad, después de casi 20 meses de colaborar con las FFAA, respondió a la acción decisiva de dos personas; el entonces capitán Carlos Calcagno (1941-2013; en 2010, la justicia lo envió a la cárcel por la desaparición de Gustavo Inzaurralde y Nelson Santo, en 1977), y Méndez, que en febrero de 1973, ascendió al grado de teniente primero. Tanto Calcagno (“primo de una tía mía”), como Méndez, revistaban en el batallón Florida, donde fue inicialmente conducido el ex guerrillero, tras su captura junto a 5 compañeros.

En España, donde en aquella época gobernaba Francisco Franco, y el embajador uruguayo, (hasta 1979), era Jorge Pacheco Areco, Amodio afirma que trabajó como obrero en la industria gráfica, mantuvo hasta 1990 su vínculo con Alicia Rey; tuvo un hijo; hizo buena plata; hoy está jubilado y edita libros. Cuando Pereyra le preguntó acerca de sus amigos, deslizó un comentario significativo “durante la dictadura, no podía decir nada ni abrir la boca, porque además yo de alguna manera estaba dependiendo de que un sector del Ejército sabía que fulanito de tal estaba en España, bajo el nombre de fulanito de tal”.
El ciclo autoritario, culminó en 1985. Amodio Pérez entró nuevamente en escena, recién en 2013, exactamente en marzo, cuando envió cartas a varios medios uruguayos que dudaron de su autenticidad, porque los peritos calígrafos consultados no estaban convencidos que aquella, era su firma. Reconoció, empero, que visitó Uruguay, -se supone que mimetizado con otra identidad-, “muy pocas (veces)”. Casi al final, lanzó una reflexión cáustica: “No quiero volver a Uruguay, ni necesito volver, ni estoy enfermo para volver (..) ni quiero morirme en Uruguay. El Uruguay, me echó”.

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