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martes, 30 de julio de 2013

Tomar leche materna, la última extravagancia de los funcionarios chinos

Por David Brunat

Afirman que grandes empresarios sobornan a políticos con fiestas con orgías sexuales en las que participan jóvenes puérperas
BEIJING. ESPECIAL PARA CLARIN - 30/07/13 - 09:59 

En China se puede conseguir lo que sea al cabo de unos clicks del mouse en la computadora. Desde productos ilegales a copias, pasando también por extravagantes servicios. Uno de ellos está causando furor en las últimas semanas: jóvenes madres ofrecen su leche a quien quiera comprarla. Los clientes bien pueden ser otras madres que necesitan leche para sus hijos o, también, hombres ricos que no dudan en volver a aferrarse a un pecho para, supuestamente, mejorar sus problemas de salud gracias a las propiedades curativas de la leche materna.
Este servicio salió a la luz pública al poco de que un periodista de Xinhua, la agencia de noticias estatal, revelara que algunos grandes empresarios chinos sobornan a los políticos a base de fiestas con orgías sexuales (hecho no tan novedoso) en las que se puede tomar leche de jóvenes. Zhou Fang, que así se llama el periodista que reveló tales actividades, escribió en su microblog que el ingreso a estas fiestas se paga a 5.000 yuanes la noche (815 dólares), algo más del salario medio mensual en Beijing. Zhou se prestó a ofrecer pruebas a la comisión disciplinaria del Partido Comunista Chino (PCCh) para que actúe al respecto.
Según los reportes, las fiestas con mujeres lactantes se originaron en la sureña ciudad de Shenzhen, fronteriza con Hong Kong, donde altos funcionarios y empresarios mamaban leche bajo la creencia de que ésta posee enormes beneficios para la salud. Y puesto que las fiestas para sobornar funcionarios nunca escatiman en opulencias, parece que empresarios de otras regiones decidieron añadir a jóvenes lactantes en el paquete de celebraciones.
Si bien anecdótica, esta práctica vuelva a demostrar que muchos funcionarios chinos, enriquecidos a base de aceptación de sobornos y abuso de poder, viven en una dimensión paralela a la del resto de la población china, que a duras penas se agarra al tren del desarrollo económico y lucha para sobrevivir al aumento del precio de la vivienda, la inflación y la falta de oportunidades laborales.
De hecho, el presidente Xi Jinping hizo de la lucha contra la corrupción uno de sus primeros caballos de batalla, consciente de que se trata de uno de los vicios que podría hacer peligrar el futuro de la dictadura si no se controla a tiempo. Sin ir más lejos, esta misma semana el presidente chino aprobó una directiva en la cual se prohíbe la construcción de edificios gubernamentales para los próximos cinco años. La megalomanía de algunos políticos locales era tal, que muchas ciudades chicas exhibían edificios de gobierno faraónicos, entre ellos inmensas réplicas de la Casa Blanca, del Capitolio y hasta del Palacio de Versalles.
Antes de esta regulación, Xi ya trató de meter en cintura a sus funcionarios prohibiendo los grandes banquetes y el consumo de alcoholes de lujo en las reuniones de trabajo. Y aunque el talante del nuevo gobierno está comenzando a sentirse en las altas esferas, la corrupción generalizada y los desmadres de los políticos están tan arraigados en China que serán necesarios años de mano dura para controlar las extravagancias y los abusos de sus funcionarios.

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