“Lula no volverá porque nunca se ha ido”
La caída de popularidad de Dilma Rousseff sacude a la coalición de partidos que gobierna Brasil con el PT
El País de España
Pasado el huracán Francisco, Brasil vuelve a la dura realidad política a la que las protestas del pasado junio pusieron patas arriba.
Y el escenario se ha animado con una enigmática frase de la presidenta Dilma Rousseff. “Lula no volverá porque él nunca se fue”, dijo en una entrevista concedida días atrás al diario Folha de São Paulo.
Hace sólo dos meses, la reelección de Rousseff para un segundo mandato en los comicios del año próximo se daba por sentada. “La reelegiremos en la primera vuelta”, había anunciado seguro el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, su mayor apoyo.
Pero de repente, la gente salió a la calle. El “gigante Brasil” se despertó y el escenario mutó radicalmente. Dilma perdió 50 puntos de popularidad. Hoy, con más prudencia, el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) ya reconoce que las elecciones presidenciales “están abiertas” a todas las incógnitas.
Ni siquiera el esfuerzo hecho por la mandataria, cuando aún rugía la calle, de salir al encuentro de las exigencias de los manifestantes fueron suficientes. La gente quiere más.
Los partidos aliados que desde hace 10 años gobiernan con el PT, ahora, ante la caída de popularidad de la presidenta, dan señales de querer abandonar el barco y emigrar
hacia otros posibles candidatos como la ecologista Marina Silva, el opositor Aécio Neves del PSDB o el joven Eduardo Campos, líder del PSB (Partido Socialista de Brasil).
Ante ese vendaval, una parte del PT que nunca había visto con buenos ojos la presidencia de Rousseff, ahora tramaría la vuelta de Lula, quien acaba de asegurar que está bien de salud después del cáncer que le fue detectado en 2011. Hace unos días desmintió una recaída.
En ese ambiente de tensión política, Dilma pronunció su sibilina frase de que Lula no necesita volver porque nunca se ha ido.
Enseguida la oposición habló de un “lapsus freudiano”, de reconocimiento implícito de que Lula siguió estos años gobernando con ella, que no gozó de independencia.
¿Se ha tratado de un traspié de la presidenta? No todos lo piensan así. Hoy, Merval Pereira, uno de los analistas políticos más agudos, interpreta la frase como la mejor forma de neutralizar a la fracción de su partido que intenta sustituirla por Lula. Como si dijera: si mi Gobierno va mal, si Brasil no crece, si la sociedad sale a la calle contra nosotros, Lula es responsable conmigo al 50% ya que él “nunca ha salido”. Es decir, ha seguido gobernando conmigo.
Lula siempre defendió que Rousseff era la “mejor candidata” del PT; “mejor gestora” que él y con una gran personalidad. A un amigo suyo que le preguntó por qué había escogido como candidata a una mujer le respondió: “porque ella es más hombre que nosotros dos juntos”.
¿Por qué sustituirla, entonces? Lula ha dicho a los militantes del partido que él fundó: “Seré el mayor defensor de la candidatura de Dilma”. Y ya ha empezado a hacerlo.
Las cartas de la política están, sin embargo, revueltas. Por si fuera poco, el Papa animó a los miles de fieles católicos a seguir gritando en la calle a favor de mayores conquistas sociales y pidió a los políticos que en vez de reprimir las protestas “dialoguen” con la calle sin escatimar esfuerzos.
Y el escenario se ha animado con una enigmática frase de la presidenta Dilma Rousseff. “Lula no volverá porque él nunca se fue”, dijo en una entrevista concedida días atrás al diario Folha de São Paulo.
Hace sólo dos meses, la reelección de Rousseff para un segundo mandato en los comicios del año próximo se daba por sentada. “La reelegiremos en la primera vuelta”, había anunciado seguro el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, su mayor apoyo.
Pero de repente, la gente salió a la calle. El “gigante Brasil” se despertó y el escenario mutó radicalmente. Dilma perdió 50 puntos de popularidad. Hoy, con más prudencia, el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) ya reconoce que las elecciones presidenciales “están abiertas” a todas las incógnitas.
Ni siquiera el esfuerzo hecho por la mandataria, cuando aún rugía la calle, de salir al encuentro de las exigencias de los manifestantes fueron suficientes. La gente quiere más.
Los partidos aliados que desde hace 10 años gobiernan con el PT, ahora, ante la caída de popularidad de la presidenta, dan señales de querer abandonar el barco y emigrar
hacia otros posibles candidatos como la ecologista Marina Silva, el opositor Aécio Neves del PSDB o el joven Eduardo Campos, líder del PSB (Partido Socialista de Brasil).
Ante ese vendaval, una parte del PT que nunca había visto con buenos ojos la presidencia de Rousseff, ahora tramaría la vuelta de Lula, quien acaba de asegurar que está bien de salud después del cáncer que le fue detectado en 2011. Hace unos días desmintió una recaída.
En ese ambiente de tensión política, Dilma pronunció su sibilina frase de que Lula no necesita volver porque nunca se ha ido.
Enseguida la oposición habló de un “lapsus freudiano”, de reconocimiento implícito de que Lula siguió estos años gobernando con ella, que no gozó de independencia.
¿Se ha tratado de un traspié de la presidenta? No todos lo piensan así. Hoy, Merval Pereira, uno de los analistas políticos más agudos, interpreta la frase como la mejor forma de neutralizar a la fracción de su partido que intenta sustituirla por Lula. Como si dijera: si mi Gobierno va mal, si Brasil no crece, si la sociedad sale a la calle contra nosotros, Lula es responsable conmigo al 50% ya que él “nunca ha salido”. Es decir, ha seguido gobernando conmigo.
Lula siempre defendió que Rousseff era la “mejor candidata” del PT; “mejor gestora” que él y con una gran personalidad. A un amigo suyo que le preguntó por qué había escogido como candidata a una mujer le respondió: “porque ella es más hombre que nosotros dos juntos”.
¿Por qué sustituirla, entonces? Lula ha dicho a los militantes del partido que él fundó: “Seré el mayor defensor de la candidatura de Dilma”. Y ya ha empezado a hacerlo.
Las cartas de la política están, sin embargo, revueltas. Por si fuera poco, el Papa animó a los miles de fieles católicos a seguir gritando en la calle a favor de mayores conquistas sociales y pidió a los políticos que en vez de reprimir las protestas “dialoguen” con la calle sin escatimar esfuerzos.
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