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jueves, 25 de julio de 2013

Átate los machos, Vicario de los pobres

El papa de los pobres en el epicentro de la pobreza. Francisco en Rocinha, oliendo la miseria, pisando pobreza. Con el corazón de padre y pastor roto. En las periferias. Aquí donde se palpa la indignidad fruto de la injusticia. En Rocinha para comulgar con la carne de Cristo, como llama a los pobres.
Para dejar claro a los poderes del mundo que su Iglesia, la Iglesia de Francisco no los va a dejar tirados, va a dar la cara por ellos. Y no sólo con buenas palabras. Porque obras son amores y las palabras alivian pero sólo los hechos salvan.
Se expone a mucho Francisco. Los grandes poderes ya se la tienen jurada. No aguantan que una autoridad moral planetaria los deje en evidencia y empiezan a llamarlo agitador. Ya comienzan a decir que vende humo populista y demagogia.
Átate los machos papa de los pobres, porque éstos no se andan con chiquitas. Pobre papa crucificado dos veces: dentro por los cómplices y fuera por los zabulone planetarios que nadan en oro y abundancia a costa de la miseria de sus hermanos.

José Manuel Vidal 
El Mundo.es


[foto de la noticia]

Ya sabes cual fue el fin de los profetas y del profeta de Nazaret. Es el precio que suelen pagar los defensores de las víctimas. Ten cuidado, Papa bueno y risueño, porque los victimarios no perdonan.
Pero bien sabes que los pobres solo tienen a Dios y a ti. Los pobres que son, como decían los santos padres, vicarios de Dios. Y tú, vicario de los pobres.
Es tu sino. La providencia te eligió. Dios te llamó a dar voz a los tirados en las cunetas de la vida. Tu serás su ángel. No dejes nunca de escuchar los gritos desgarrados del pueblo que sufre y llora en silencio. Sin salir en los medios. Visibilízalos tú, como te pidió la pareja que te dio la bienvenida en Rocinha.
Sacude con sus gritos nuestras conciencias adormecidas. No nos dejes en paz. Pon todas tus divisiones del amor en marcha y en posición de combate. Porque sólo así seremos dignos seguidores del Nazareno. Sólo así seremos buenos samaritanos. No dejes, Francisco, que los pobres se ahoguen en medio del silencio de los buenos. Porque ese silencio los condena.

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