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miércoles, 3 de julio de 2013

Marcelino Freire: "Lo que está pasando en Brasil ya estaba en mi libro"

Marcelino Freire: "Lo que está pasando en Brasil ya estaba en mi libro"

Uno de los principales escritores brasileños del momento vino a Buenos Aires para presentar la traducción al español de su libro "Cuentos Negreros". Son textos que retratan los marginados de su país y que el autor, quien en su Twitter se define como “homosexual no practicante”, describe como improvisaciones y cantos.

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Allí estaba –el martes pasado a las ocho de la noche- Marcelino Freire, sentado de espaldas a la entrada del famoso bar de la calle Corrientes, La Giralda. Estaba junto a su traductora, Lucía Tennina, manteniendo una entrevista con el poeta porteño Rodolfo Edwards. Este reportero –el que escribe- se acercó para presentarse y esperar su turno para entrevistar a Freire, pero el grandullón y barbudo autor insistió para que me sentara directamente con ellos, y Edwards, amablemente, accedió a compartir la entrevista.
Freire (1967) es un autor central de la nueva ficción brasileña. Además de haber publicado seis libros fundó y organizó en 2006 la Balada Literaria, un importante festival cultural que se realiza en el barrio paulistano de Vila Madalena. Vino a Buenos Aires a presentar su libro de cuentos titulado, justamente, Cuentos Negreros. Este volumen ganó, en el 2005, el Premio Jabuti al mejor libro de cuentos del año en Brasil. Es su primer libro traducido al castellano.

Freire se hizo amigo del autor argentino Washington Cucurto en Balada Literaria, donde fue invitado. El prólogo de Cucurto para Cuentos Negreros es la mejor introducción al espíritu de los relatos de Freire:

Marcelino Freire es un asqueroso. Un alma blanca en tierra de negros. Un tipo capaz de mostrarle al mundo toda su asquerosidad de mierda. ¡La vida social y la eterna lucha de clases en las grandes ciudades! Río de Janeiro y sus playas y todo su exotismo no es más que mucha mierda junta.
Y sigue:

Marcelino Freire quiere ir a filmar como viven los ricos, ja! ¡Exige por aumento del salario, ja! ¡Insiste con que los turistas gringos no deberían fifarse tantas negras y negros pobres!, “Es verdad Johan no hay negras en Cochinchina”, hay muchas en Brasil. Un alma de negro en tierra de blancos.
Si uno hojea rápidamente este libro de Freire observa, a primera vista, dos cosas llamativas. Los cuentos son muy breves (entre una y cuatro páginas); y se titulan “Cantos.”

Nos explicó por qué. Encorvado sobre la mesa de mármol Freire hace una pantomima de alguien que tipea: “Cuando yo escribo siempre comienzo por una frase. Puede ser algo que escucho en la calle, o una frase que me gusta repetir.” Allí agarra su libro como si fuera un guión e ilustra lo que está contando con el Canto VI, titulado En la línea de tiro. El cuento es una serie de preguntas y respuestas que comienza así:

No Gracias. ¿Eh? Le dije que no quiero. ¿Qué cosa? Chocolate. ¿Chocolate? Está vendiéndome chocolate, ¿no? ¡¡¿Qué chocolate, señora, por Dios?!! Ah ¿Chicle? ¿Chicle? ¡No, mierda! ¿Usted es Hare-Krishna, entonces? ¿Eh?
Y sigue hacia un desenlace delirante.

La sonoridad de las palabras en si mismas, pero también sus ecos dentro del los cuentos/cantos es algo que le importa mucho a Freire. Por eso trabajó cercanamente con la traductora argentina Lucía Tennina. Ella escribe en la nota preliminar:

“Marcelino Freire identificó este proceso de traducción como “transcreación”, término del poeta concreto Haroldo de Campos que nos remite al trabajo del traductor como un creador. Siguiendo esta premisa, podemos decir que nuestra intención con Cuentos Negreros fue tratar de hacerlo de nuevo en castellano, bajo el oído y la mirada del mismo autor.”

Hay una combinación en Freire que no es común, o en todo caso, es muy dificil de llevar con autenticidad. Por un lado, escribe sobre personajes marginalizados por la sociedad, con lo cual es una literatura de denuncia. Pero a la vez tanto los cuentos como su autor suenan alegres e irreverentes. Por ejemplo, nos cuenta Freire sobre su método de composición: "Yo me siento a escribir. Pero si suena el telefono yo contesto. Y si es un amigo que me está invitando a tomar una cerveza, ¡yo me voy a tomar la cerveza! ¡El cuento lo escribo más tarde!"
Sobre sus personajes Freire contó: "Son inmigrantes. Pero no solo inmigrantes geográficos. También son personas que siempre están fuera de lugar y desarraigados. Eso está también en cómo escribo. Hay una cierta inestabilidad de la palabra. Pueden ir repitiéndose en un cuento y cambiando de significado."
En este sentido, aunque es narrador, piensa como un poeta. Y la brevedad de sus cuentos se presta a un juego de lenguaje parecido a la poesía o el canto.
Era inevitable preguntarle a Freire sobre las protestas sociales en su país. Concretamente, le preguntamos si fue una sorpresa para él. “¿¡Qué sorpresa!? ¡Está todo acá!” dice sonriendo y con una falsa pomposidad de auto-burla. Pero agarra el libro nuevamente y abre al primer Canto, Trabajadores de Brasil –un cuento de una página- y lee un párrafo:

Mientras que bailamos sobre el pico de la botellita Odé trabaja de seguridad atrapa ladrones que no respetan al que se gana el pan que el diablo amasó mientras que Obatalá trabaja para mucha gente que no se cansa de negrear ¿me escuchás?

"Todo esto venía desde antes. Este libro es de 2005. Y mira: el primer cuento, Trabajadores de Brasil, es sobre un colectivo que no funciona. Y hay mucha violencia en los cuentos también... En Brasil hay muchos subsidios para tener un auto particular. Hay garantias para que tu puedas comprarte un auto. Todo el mundo tiene auto. La industria automovilistica está ganando una fortuna. ¿Para qué? Para resolver el problema del transporte individual. Pero se han olvidado del problema del transporte colectivo", agrega. Y sigue: mira como empieza el cuento No me hagas caso:
Violencia es que un autazo frene a nuestros pies y cierre la ventanilla de vidrio polarizado y no nos deje la chance de ver la cara del payaso de corbata que para no llegar tarde mira el tiempo perdido en su rolex dorado.
Le preguntamos a Freire sobre su micro-biografía en Twitter: Homossexual não praticante. Y larga una enorme carcajada: “¿Por qué yo soy un homosexual no practicante? Porque yo tengo mucha fe. ¿Qué es un católico no practicante? Un católico que tiene tanta fe que no precisa ir a la iglesia. ¡Pero cree en Dios! ¡Entonces yo soy muy devoto a la homosexualidad! ¡Tanto así que no me hace falta practicar esa fe! Pero ahora algunos se me acercan y me dicen, ‘vamos a practicar un ratito’.”
En realidad Freire hablaba con nosotros en un hermoso portuñol, lo cual hacía sus respuestas más interesantes, más bellas. Era una noche bien fría y el café estaba repleto. Las voces retumbaban contra las paredes y el piso y el techo recreando un gran ruido. De todo eso solo nos dimos cuenta escuchando la grabación días después. En el bar mismo, sentado en la mesa con Freire, la sensación era de silencio. Te daba ganas de oírlo reír y contar sus cuentos. Y por más que no escucharon su voz está preservada en sus cuentos, o sus cantos.

Junto con Cucurto decimos, “¡Qué suerte que existe Marcelino Freire y estos personajes horrendos, ridículos, zopencos de los cuales uno se empieza a enamorar y se hace la siguiente pregunta: ¿seremos así? ¡Y peores!"

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