Tamaña confesión, tan sincera como
sorprendente, no era acompañaba por un gesto resignado, sino por una
sonrisa socarrona de hombre pícaro, como diciéndonos: "te canto la
justa". Para ilustrarnos acerca de arreglar veredas recientemente nos
regaló esta perla en su audición radial: "Un estudio, una
apreciación, no sé qué del Fondo Monetario Internacional, señalaba que
el Estado uruguayo puede recibir líquidos 26 mil millones de dólares en
los próximos veinti y pico de años con el recurso minero. La pregunta es
¿puede el Uruguay renunciar de utilizar esos recursos?, la respuesta
es: No". Aquí el lector pensará que el ex revolucionario que ya no
aspira a cambiar esa dura realidad donde el hombre es el lobo del
hombre, aspirará al menos a industrializar el país, a diversificar su
producción, a sacarlo del penoso rol de proveedor de materias primas sin
trabajo agregado en que lo han situado las economías más poderosas. El
lector se equivoca. No se defiende a uñas y dientes a Aratirí por el
supuesto de que generaría la ansiada industrialización, se la defiende
porque aportará más dinero a las arcas del Estado: "si no se
multiplican los panes, la riqueza, no hay para repartir. Si no hay
políticas que distribuyan bien, no hay caso. Hay una desigualdad que nos
aleja de la República".
En esto se ha convertido el plan de
transformar la selva donde el hombre es el lobo del hombre para
dedicarse humildemente a arreglar la vereda, en tanto confiamos en los
pronósticos del F.M.I. Para arreglar la vereda tenemos que permitir que
el lobo haga un desastre durante trece años y a cambio recibiremos
cierto porcentaje de las ganancias que como buen lobo declarará, y con
ese dinerillo sostendremos los números y abonaremos los planes de
asistencia social, que tienen la virtud de mantener a los pobres en la
pobreza, en tanto reditúan un plus de votos necesarios en estos tiempos
tan parejos.
No creamos que la resignación del jefe
del gobierno sea una conducta original. Su amigo y compañero de armas y
penas, el actual Ministro de Defensa, se ha erigido en el héroe defensor
de los militares acusados de las peores violaciones a los DDHH, en el
campeón de las FF.AA todas y por añadidura, en el defensor acérrimo de
su presupuesto. Por lo que vemos, la primera de las veredas que
repararemos es la postergada vereda de los batallones.
Si tendemos una mirada a la generación
que gobierna nuestro país nos encontraremos con un segmento social
brutalmente resignado. "¡Cuidadito!" nos dirán, pues la resignación no
implica abandonar las mañas retóricas: "¡Esta generación luchó y entregó
la vida y se bancó la cana y las torturas por una sociedad donde el
hombre no sea el lobo del hombre!". Es verdad, hace unos cuantos años
lucharon por otro mundo. A veces, cuando los integrantes de esa
generación triunfaron, llegados al poder no transformaron el mundo en
ningún sentido, sino que se alinearon en el otro bando de una lucha
entre imperios. Pero dejemos eso de lado, pues estamos hablando de las
intenciones de esa generación y su intención era maravillosa: cambiar el
mundo. La triste realidad es que sobre esa generación se abatió una
sádica dictadura que a unos los eliminó mediante torturas espantosas,
otros ni siquiera sabemos dónde murieron ni cómo, los de más allá, como
nuestro presidente, fueron a parar a aljibes y sucuchos horrendos donde
debían comer moscas y cascarudos y beber su orina, los de acullá fueron
arrojados a cárceles un poco más normales, aquellos otros fueron al
exilio, los de por aquí perdieron sus laburos y en fin, todos recibieron
su castigo por enfrentarse al lobo del hombre. Pero en tanto esa
generación restañaba sus heridas como podía, la generación siguiente,
mientras se ilusionaba cantando "A redoblar muchachos la esperanza",
creaba el PIT, ASCEEP y FUCVAM, y bajo una coyuntura nacional e
internacional sumamente favorable, comenzaba a derrotar a la dictadura.
Esa nueva generación estaba a la cabeza del movimiento, pero a causa de
un endiosamiento de la generación precedente que había sido radical y
absolutamente derrotada, es decir, por un endiosamiento cristiano a raíz
de que habían sufrido, y no a raíz de que hubieran triunfado, cedió su
lugar apenas los más viejos volvieron de la cárcel o el exilio. La vieja
generación no volvió sola al ruedo político a ocupar el lugar que los
jóvenes le cedían, sino que trajo consigo, arrastrándolo, todo su bagaje
de metodologías, trucos, tácticas, partiditos, esquemas, maniobras,
dogmas y alianzas que los había llevado a la derrota más espantosa. ¿Qué
hicieron al ponerse a la cabeza del movimiento? Nos volvieron a llevar a
la derrota. Aplicaron una lluvia helada a la movilización popular desde
el Club Naval, donde, e inclusive lo reconoce nuestro actual
presidente, los militares lograron mucho más de lo que estaban en
condiciones siquiera de soñar. Además dividieron la oposición a la
dictadura, pues el Partido Nacional se oponía a un pacto que alejara
arteramente y por segunda vez a su candidato del sillón presidencial.
Tras esa derrota vinieron todas las demás que recibiríamos en los
primeros años de la "democracia": no se logró la amnistía para los
presos políticos, la inmensa mayoría de las huelgas fracasarían y para
colmo inimaginable, no se lograría juzgar a quienes desde el Estado
perpetraron las peores aberraciones. Esta nueva derrota de quienes
querían transformar la selva donde el hombre es el lobo del hombre, se
sufría también en otras selvas del mundo. ¿Qué hizo la generación de la
derrota y sus adláteres, la generación que propició la salida de la
dictadura? Habida cuenta que sus sueños parecían ya irrealizables,
decidieron empequeñecer la factura de los sueños hasta llegar a lo
realizable: arreglar la vereda del capitalismo.
Los arregladores de veredas del tercer
mundo no elaboran un plan industrial para generar al menos más riquezas y
trabajo para todos. No. Ni se gastan en planificar esas cosas, es mucho
más sencillo convertirse en abogado del diablo, o mejor dicho, en
abogado del lobo, y defender con uñas y dientes una transnacional que
viene a utilizar nuestra tierra y energía para hacer lo que en otros
lados no le dejan hacer, recibiendo un subsidio del 66% de la energía y
utilizando de un bien sumamente apreciado en el mundo, el agua potable,
absolutamente gratis. ¿Qué nos darán a cambio? La mitad de las
ganancias, descontada toda la inversión inicial, que ellos reconozcan
obtener. Los corderos no le cobrarán al lobo por cada cordero devorado,
sino que le cobrarán un canon por cada cordero que el lobo asuma haber
digerido. Con el pago obtenido por esos corderos contables, aunque
perjudique a las vacas y a los productores rurales, amén de perjudicar
al resto de la economía nacional relacionada con dichos productores ¿qué
hará el gobierno? ¿Incentivar algún tipo de industria que recicle todo
el hierro que tenemos abandonado en los cementerios de autos? ¿Para qué?
Rinde mucho más "repartir entre el pobrerío", para "acercarnos a la República".
Abandonar los sueños para arreglar veredas es una operación que implica necesariamente acusar a los que sueñan de "terroristas ambientales".
Tampoco se pueden abandonar los sueños sin impedir que vengan alguna
noche a golpearnos la puerta. Entonces, con la pesadilla latiendo en las
sienes, uno va de gira por el mundo y a la primera de cambio se manda
el discurso más crítico que podamos imaginar contra una civilización que
nos lleva a la catástrofe. Pareciera obra de una suerte de neurosis
política. A la interna propiciar los planes que el capitalismo salvaje
pergeña para su beneficio, pero a la externa criticar, sin perder nada a
cambio, los planes que el capitalismo salvaje pergeña para su beneficio
y el perjuicio de la humanidad. Nuevamente, esta actitud no es
exclusiva de nuestro actual presidente. Antes que él, otro que se
vanagloriaba de haber destruido al movimiento sindical, quien fuera el
más firme defensor de los militares que aplicaron el terrorismo de
Estado, cuando salía de gira gustaba de presentarse como un
socialdemócrata y así era tenido en el resto del mundo. "A ustedes los
gobierna un socialdemócrata" nos decían los extranjeros. Ahora nos
dicen: "A ustedes los gobierna un ecologista anticapitalista". No es
fácil caminar por la calle al lado del extranjero intentando exorcizar
el hechizo de palabras que lo atrapan. El intercambio de ideas se
convierte en una operación azarosa, pues aparte de destinar energías a
desbrozar innumerables malentendidos, uno debe cuidarse de tropezar todo
el tiempo con las baldosas rotas.
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