A todos los que están mirando el mundial…

Creo que tengo autoridad para hacerlo sobre todo porque soy muy poco patriota, así que puedo ser neutral. Uruguay es un país donde el fútbol, la carne, el mate y el carnaval son sagrados. A mí no me gusta el fútbol, soy vegana, no tomo mate y lo único que llego a tolerar del carnaval es el candombé. Así que en cualquier momento me quitan el pasaporte, o lo entrego.
Pero de todas maneras, gracias a que Lord Ponsomby decidió delimitar este pedazo de tierra, esta es mi patria. He vivido la mayor parte de mi vida acá y, aunque no ha sido poco lo que he renegado de este país que tan ingrato ha sido con los míos, también debo reconocer que no es poco lo que le debo a Uruguay. Te quiero contar un poquito sobre eso, sobre lo que hoy me hace pararme orgullosa como uruguaya y defender a mis coterráneos de algunas críticas livianas que muchos hacen a partir de un partido. Dejame contarte, aunque no sea una fanática, qué es lo que a todos los celestes nos conmueve de estos tipos que están jugando en la selección.
Somos un país de tres millones de habitantes, en el sur del tercer mundo, rodeados por dos gigantes y enclavados en una región complicada. Creo que es justo decir que hacer algo acá no es fácil. Destacarse internacionalmente como uruguayo, menos. Acá para hacer algo hay que ponerle mucha gana, hay que rebuscarse con mañas, hay que inventar, insistir y sí señores, en ocasiones hay que jugar al límite de la trampa.
Por eso vamos a defender a Suarez cuando pone una mano contra Ghana, cuando se tira sin falta o incluso cuando quizá muerde a un jugador. ¿Porque está bien? ¡No, para nada! Nos parece horrible. Sólo admiramos su compromiso con traer un triunfo para el paisito. Sabemos muy bien que como uruguayo se sale a por todas o se vuelve sin nada.
Para triunfar como uruguayo necesitás el compromiso que tuvo Palito para no salir de la cancha luego de haberse caído y desmayado. Tenés que hacer como Cristian Rodriguez y salir a remolcar una camilla para que el italiano que está haciendo tiempo se vaya más rápido y te dé la chance de seguir intentando ganar. Si algo sabemos los uruguayos es que para triunfar es necesario apelar a todo.
Yo critico mucho la universidad pública en Uruguay, pero soy una gran defensora de ella. En primer lugar porque es gratuita y universal, y eso es un privilegio que pocos países en el mundo brindan y que para mí es un principio fundamental. En segundo lugar porque son las mismas carencias de la universidad, las que nos hacen generar habilidades que ningún otro profesional en el mundo tiene. Nadie se gradúa de la UdelaR sin maña, sin saber rebuscarse, nadie puede sobrevivir dos días ahí si no es capaz de enganchar un par de pelotas o pegar un trancazo a lo Arévalo Ríos de cuando en cuando.
De igual manera nadie sobrevive en este país sin hacer miles de buenas jugadas al mes, cuando tenemos impuestos altos, costos de vida de primer mundo y sueldos del subdesarrollo. El uruguayo es un superviviente, que te lo cuenten los héroes que se cayeron en los Andes si no. Los logros que acá tenemos no son gratis ni fáciles. Uruguay ha sido de las democracias más estables en una región plagada de totalitarismos, somos un país pacífico, con un alfabetismo alto, que siempre ha tenido legislación progresista para su época y que ha sabido exportar muchísimo talento al mundo. ¿Cuántos futbolistas de elite producen países de nuestro tamaño? ¿Y académicos? ¿Y artistas?
Los uruguayos de relevancia en el mundo no son pocos y aunque tengan caminos muy diferentes, hay dos cosas que creo que son comunes a todos: todos recibieron muchísimo en el exterior de lo que aquí no les dábamos y todos tuvieron una garra impresionante como para superarse, destacarse y ganarse ese beneficio.
Uruguay habrá nacido casi de casualidad, pero no es por casualidad que es lo que es y está donde está. ¡Es a huevo!
Tenemos muchísimo que mejorar, creeme que lo sabemos mejor que nadie en el exterior y que lo padecemos día a día. Pero miranos en el contexto de la región y te vas a dar cuenta que hoy y siempre hemos sabido hacer de esta tierra un lugarcito especial. Un lugar con educación, innovación, equidad, democracia, laicidad y paz. No son muchos por acá los que se pueden jactar de lo mismo. Nada de eso fue casualidad, lo forjaron las generaciones de mis viejos, mis abuelos y más atrás, con mucho esfuerzo, mucho ingenio y mucho compromiso.
Por eso los uruguayos gritamos los goles de la celeste como si se acabara el mundo y nos emocionamos con estos partidos épicos y no aptos para cardíacos: no porque seamos altaneros, sino porque nos identificamos con el esfuerzo de los chicos en la cancha, porque sabemos muy bien que es difícil ser uruguayo.