Mario Barceló.
Los fines del siglo XIX, cuando el militarismo imponía la modernización de los campos, ponía alambrados y mataba al gaucho, la ciudad de Rocha descollaba en la región como un pequeña ciudad muy urbanizada, fuertes capitales que integraban la cadena productora-industrial-comercial (incluyendo el potente capital de la exportación e importación directa).
La Ciudad de Rocha en los años de 1860-90 era más importante que la de Maldonado y su suerte estaba atada al exitoso Puerto de La Paloma ( que primero fue Puerto y después Balneario).
La población rural era más importante que la urbana (los datos los abunda en su estudio Claudia Cardelino) y los habitantes eran criollos, extranjeros de Europa y remanentes del fuerte coloniaje portugués y brasileño de nuestra extensa campaña.
Destacaban emigrantes profesionales de todas las ramas del artesanato, las artes, la educación y las profesiones universitarias.
La ciudad de Rocha era de las más activas en política. Su burguesía local era muy escuchada y liberal (muy opuesta a la clase alta de Maldonado, católica y conservadora) . Su población muy alfabetizada cada año. Varios comercios grandes en el centro de la ciudad giraban en el rubro de librería y papelería.
Los locales se carteaban intensamente con sus iguales de Montevideo y Río Grande.
Había publicaciones periódicas de tipo periodístico y comercial.
Varias imprentas formaban parte de la estructura económica y profesional de la ciudad.
Los trabajadores imprenteros eran de alta
calificación. Trabajaban el metal y madera para hacer los “tipos”que
faltaban en las mesadas. Los periodistas eran imprenteros y editores.
En 1872, según relato de familiares, la imprenta y comercio de CONSTANCIO C. VIGIL era una de las más prestigiosas y prósperas. Hospitalario para toda expresión liberal en plena dictadura de Latorre, el escritor y periodista se cuidaba de muchas cosas y arremetía directa e indirectamente contra la prepotencia y el crimen policial de la época.
Había recibido en su casa, para hospedarlos en un altillo de su cómoda casa-comercio-imprenta, a dos extranjeros venido de Francia un par de meses antes. Pablo Nansot y Pablo Barceló.
Ambos de fuertes convicciones anarquistas, perseguidos desde “la Comuna de París” fracasada experiencia libertaria de la época, con profesiones universitarias de pianistas, esgrimistas y escritores.
En la noche de marzo de ese año, ya detectada su presencia por la Policía del régimen, tras varias publicaciones contra el gobierno dictatorial hechas en Rocha y distribuídas en Maldonado y Montevideo, su muerte estaba ordenada. Ese día ya les habían avisado sobre su suerte a los dos anarquistas y al propio Constancio, con varias amenazas anteriores en su haber.
Una estratagema de evasión fue ideada por ellos. Consiguieron la complicidad de dos costureras y confeccionistas de “la alta sociedad” local para fugar esa misma noche.
Dos mujeres salieron a la noche de ese mes de marzo desde el comercio que estaba ubicado en la esquina de las hoy calles 18 de julio y 19 de abril, edificio hoy restaurado detalladamente por la Comuna de Rocha y que alberga al Centro Cultural “Ma. Elida”.
Al amparo de la oscuridad y tomadas del brazo, Fructuosa y Teresa, que así verdaderamente se llamabanlas confeccionistas, fueron por su acera, cruzaron la calle, se cruzaron con las sombras que estaban acechando en la esquina siguiente (donde hoy está la tienda y sastrería “Fabián González”), conversando animadamente y con sus bultos de puntillas, bordados, telas y demás por delante. Directamente hacia la casa de Constancio, a mitad de cuadra.
En los bultos llevaban ropa para disfrazar de mujer a los dos perseguidos.
Tras algún tiempo, el necesario para travestir a los dos extranjeros, y en medio de la angustia y la noche cerrada, salieron por la alta puerta de la casa de Constancio…cuatro mujeres. Conversaban animadamente. Se reían y hablaban entre sí. Las más entusiastas y nerviosas eran las dos mujeres verdaderas, cómplices en la fuga en curso.
Al llegar a la esquina, ya retornando y a pocos pasos de la puerta de entrada de la casa comercial de dos pisos donde habitaban, los emboscados policías se movieron.
Todos a la vez y en dirección a la puerta y gran ventana de la casa de Constancio. Tiros de carabinas y revólveres, más para amedrentar que para matar.
Más ligeras que asustadas las cuatro de la fuga se metieron para la entrada más alejada de la esquina, buscando el refugio para los dos perseguidos. Los dos Pablos salvaron sus vidas esa noche y la suya más aún, Constancio. Una de las balas se incrustó en el respaldo de la cama de su dormitorio después de haber atravesado la única ventana que daba a la calle.
En 1872, según relato de familiares, la imprenta y comercio de CONSTANCIO C. VIGIL era una de las más prestigiosas y prósperas. Hospitalario para toda expresión liberal en plena dictadura de Latorre, el escritor y periodista se cuidaba de muchas cosas y arremetía directa e indirectamente contra la prepotencia y el crimen policial de la época.
Había recibido en su casa, para hospedarlos en un altillo de su cómoda casa-comercio-imprenta, a dos extranjeros venido de Francia un par de meses antes. Pablo Nansot y Pablo Barceló.
Ambos de fuertes convicciones anarquistas, perseguidos desde “la Comuna de París” fracasada experiencia libertaria de la época, con profesiones universitarias de pianistas, esgrimistas y escritores.
En la noche de marzo de ese año, ya detectada su presencia por la Policía del régimen, tras varias publicaciones contra el gobierno dictatorial hechas en Rocha y distribuídas en Maldonado y Montevideo, su muerte estaba ordenada. Ese día ya les habían avisado sobre su suerte a los dos anarquistas y al propio Constancio, con varias amenazas anteriores en su haber.
Una estratagema de evasión fue ideada por ellos. Consiguieron la complicidad de dos costureras y confeccionistas de “la alta sociedad” local para fugar esa misma noche.
Dos mujeres salieron a la noche de ese mes de marzo desde el comercio que estaba ubicado en la esquina de las hoy calles 18 de julio y 19 de abril, edificio hoy restaurado detalladamente por la Comuna de Rocha y que alberga al Centro Cultural “Ma. Elida”.
Al amparo de la oscuridad y tomadas del brazo, Fructuosa y Teresa, que así verdaderamente se llamabanlas confeccionistas, fueron por su acera, cruzaron la calle, se cruzaron con las sombras que estaban acechando en la esquina siguiente (donde hoy está la tienda y sastrería “Fabián González”), conversando animadamente y con sus bultos de puntillas, bordados, telas y demás por delante. Directamente hacia la casa de Constancio, a mitad de cuadra.
En los bultos llevaban ropa para disfrazar de mujer a los dos perseguidos.
Tras algún tiempo, el necesario para travestir a los dos extranjeros, y en medio de la angustia y la noche cerrada, salieron por la alta puerta de la casa de Constancio…cuatro mujeres. Conversaban animadamente. Se reían y hablaban entre sí. Las más entusiastas y nerviosas eran las dos mujeres verdaderas, cómplices en la fuga en curso.
Al llegar a la esquina, ya retornando y a pocos pasos de la puerta de entrada de la casa comercial de dos pisos donde habitaban, los emboscados policías se movieron.
Todos a la vez y en dirección a la puerta y gran ventana de la casa de Constancio. Tiros de carabinas y revólveres, más para amedrentar que para matar.
Más ligeras que asustadas las cuatro de la fuga se metieron para la entrada más alejada de la esquina, buscando el refugio para los dos perseguidos. Los dos Pablos salvaron sus vidas esa noche y la suya más aún, Constancio. Una de las balas se incrustó en el respaldo de la cama de su dormitorio después de haber atravesado la única ventana que daba a la calle.
Constancio al poco tiempo se retiraría a Montevideo- Buenos Aires.
Los dos anarquistas aparecerían en el Montevideo revolucionario y batllista de comienzos del siglo XX, después de haber dejado descendencia en Rocha y un gran parque industrial imprentero, parte del cual en extraña coincidencia que ofrece la vida, hoy descansa en uno los espacios del Centro Cultural “Ma. Elida”, sitio del episodio de la fuga.
Los dos anarquistas aparecerían en el Montevideo revolucionario y batllista de comienzos del siglo XX, después de haber dejado descendencia en Rocha y un gran parque industrial imprentero, parte del cual en extraña coincidencia que ofrece la vida, hoy descansa en uno los espacios del Centro Cultural “Ma. Elida”, sitio del episodio de la fuga.
Mario Barceló.
Qué historia fascinante. Me pregunto que sería de mi familia salida de Euskadi y que según he sabido vivieron en aquella ciudad. Un abrazo desde Buenos Aires.
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