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jueves, 3 de octubre de 2013

Editorial de Clarín "Con Botnia, todo para atrás"



Por Ricardo Roa

 

 En un Gobierno que no le escapa a los enredos internacionales sino que los promueve con entusiasmo, este con Uruguay es el más largo y delirante y también el más injusto. Hubo de todo, piquetes, denuncias en la OEA y el Banco Mundial, negociación frustrada en Nueva York y mediación frustrada del Rey de España, el miedo de Tabaré a una guerra y hasta la mujer bomba que iba a inmolarse en la pastera. Nada es suficiente. Y nada de esto le hubiésemos hecho a Brasil, que tiene cuatro pasteras más grandes que Botnia.

 

Es un gran momento para los piqueteros de Gualeguaychú. Una nueva oportunidad para rescatar la causa nacional que proclamó Néstor Kirchner en 2007, rodeado de gobernadores, intendentes y todos sus funcionarios allí mismo sobre el puente que cruza al Uruguay.
Mantuvieron bloqueado ese paso permanente o temporariamente durante largos años. Hace poco más de dos, lo liberaron. Habían vaticinado una hecatombe ecológica por Botnia que nunca se desencadenó. Y ahora amenazan con volver “otra vez a las rutas”.
Es coherente con esta historia incoherente que recién anoche el canciller Timerman y el gobernador de Entre Ríos Urribarri salieran a hablar de la supuesta contaminación con datos que nunca el Gobierno había mostrado.
Hace 27 meses que Argentina y Uruguay monitorean en conjunto la pastera a través del CARU, pero este organismo binacional jamás difundió los resultados, precisamente por oposición argentina. En cambio, la Dirección de Medio Ambiente uruguaya (DINAMA) ha venido publicando regularmente los informes. ¿Por qué Timerman lo hace ahora?
Una pista: la información que dio el canciller coincide en parte con la que figura en la web de la DINAMA y con la que el propio presidente Mujica blanqueó aquí el martes como un reclamo a la ex Botnia que pareció un curarse en salud con Cristina Kirchner. Lo que no coincide para nada es la interpretación de algunos de esos datos, como la temperatura del agua que la planta vuelca al río y la cantidad de fósforo que contiene.
Si esto es tan grave como afirma el Gobierno, más grave es que lo haya permitido y lo haya ocultado durante tanto tiempo. Sale a la luz justo cuando Mujica autoriza a la empresa subir la producción un 9%, después de un año de habérselo comunicado a la Argentina y de aguardar sin éxito su respuesta. Ambas cosas son usadas para justificar una vuelta al conflicto y para denunciar de nuevo a Uruguay ante La Haya.
En un Gobierno que no le escapa a los enredos internacionales sino que los promueve con entusiasmo, este con Uruguay es el más largo y delirante y también el más injusto. Hubo de todo, piquetes, denuncias en la OEA y el Banco Mundial, negociación frustrada en Nueva York y mediación frustrada del Rey de España, el miedo de Tabaré a una guerra y hasta la mujer bomba que iba a inmolarse en la pastera. Nada es suficiente. Y nada de esto le hubiésemos hecho a Brasil, que tiene cuatro pasteras más grandes que Botnia.
Ahora los piqueteros vuelven a escena aunque mejor sería decir que el Gobierno los pone en escena. Tanto como que Timerman comparó a Botnia con los fondos buitre. A menos de un mes de las elecciones, el kirchnerismo agita el conflicto para intentar tapar la inseguridad, la inflación y la corrupción, que son las mayores preocupaciones de la gente.

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