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lunes, 28 de octubre de 2013

Uruguay: el presidente revela que líder opositor tiene una amante POR GABRIEL PEREYRA

OPINIÓN

La vida privada, los hombres públicos, las preguntas tontas y las fronteras de la libertad


Hace una semanas, En la Mira, un periodístico que conduzco en el canal de cable VTV, llegó a sus 100 emisiones durante las cuales desfilaron mujeres que contaron como sus maridos las golpeaban y les orinaban encima, médicas de Casavalle que relataron dolorosas historias de lo que la pobreza puede hacer con la gente, y mostramos la humillación a que son sometidos año tras año miles y miles de niños encerrados en cajas de metal que hacen las veces de salones de clase pero que son un horno en verano y un iglú en invierno. Nada de eso movió ni generó tanto revuelo, al menos en las redes sociales, como una pregunta realizada la semana pasada al expresidente de ANCAP, Raúl Sendic.
“¿Sos gay?”, le pregunté, y parte de la aldea se rasgó los mamelucos grises en medio de un aullido presuntamente ético. Ya sé que las redes sociales son solo una muestra de la aldea, pero una muestra al fin.
Entre todas las preguntas tontas que se escucharon tras la nota, la más tonta de todas fue: “¿A quién le importa si Sendic es gay?”. Además de tonta –me remito a los ladridos que una semana después siguen sonando- es hipócrita, en un país donde lo privado solo se preserva para poder destrozarlo en las oficinas, en los bares, en los corrillos de palacio.
Eso es lo que estaban haciendo con Sendic, porque cuando en general un periodista se acerca a la vida privada de un político es para comprometerlo, pero aquí era al revés, en todo caso la nota, buscándolo o no, más bien que lo protegía de sus propios compañeros que andaban recorriendo el país pidiendo a otros compañeros (ay esa palabrita tan desgastada) que no lo apoyasen porque en medio de la campaña iban a demostrar que era “puto”, así, en esos términos.
Nadie se detuvo en esa explicación que fue dada en el programa. Entre los frenteamplistas se puede entender que hayan fingido demencia porque vienen de tropezón en tropezón, con más costras que un guardabarros; del resto, solo la incapacidad de entender el contexto o la mala intención pudo obviar que había gente tratando de hacer de la sexualidad de Sendic un arma política y que por eso la pregunta era pertinente. ¿Y a otro le vas a preguntar lo mismo?, me siguen preguntando en este país donde si exportáramos bobos más de un sojero cambiaría de rubro.
Por otra parte, entre a quienes les preocupó la vida privada del político, nadie se detuvo en preocuparse que también le pregunté si se había drogado, algo tan íntimo como lo otro, pero es el sexo, ay el sexo, lo que parece hacerle cosquillitas al pudor amarronado de los aldeanos del sur.
Una pena que tanto ruido no haya servido para encauzar un debate que sí podría ser interesante: ¿hasta dónde deben ir los periodistas en la vida privada de los hombres públicos? Quizás la conclusión es que no haya una respuesta única.
¿Si un presidente tiene una amante es un asunto de interés público? La primera respuesta que me viene a la cabeza es que no. Ahora, si por convicciones religiosas el presidente ordena suspender toda la campaña de lucha contra el sida basada en el uso del preservativo y ordena centrarla solo en fomentar la pareja estable, condenando a todo el país a una sola mirada, un solo criterio no científico, que ni siquiera él respeta, bueno, entonces aquel “no” sería motivo de una segunda reflexión. Por eso los manuales de ética serán siempre incompletos.
Vayamos al título de la nota. En 1906, enojado con un editorial que había escrito el periódico nacionalista La Democracia, el presidente de la República, José Batlle y Ordóñez (más de la mitad del Uruguay se para y hace una reverencia), quien también fue periodista, escribió en el diario El Día que el caudillo blanco Luis Alberto de Herrera había sido amante de Celia Rodríguez Larreta, esposa del militar Adolfo Latorre, quien la asesinaría por adúltera. ¿Qué dirían hoy si un periodista hiciera lo que hizo aquel prohombre que fue Batlle?
Para algunos, aquello respondía a un Uruguay más cercano a la barbarie en la vida política de la época; para otros será un acto más cercano a lo que ocurre en democracias más consolidadas y modernas. Lo que hizo Batlle y Ordóñez sería visto como algo normal hoy en Estados Unidos donde no se admite que un candidato le mienta a sus votantes pero tampoco a su esposa.
La ética en el periodismo es algo que varía con el tiempo y la geografía y también varía la línea de hasta dónde deben o no llegar los periodistas. Y no es el viento del sur el que mueve esa línea; es la acción de hombres y mujeres que cada día llegan a las redacciones a tratar de hacer su mejor trabajo, a veces con jefes que no quieren problemas, a veces a soportar la prepotencia de políticos de cuarta, a veces por sueldos que no son precisamente muy estimulantes.
A esta altura de mi carrera, si hay algo que en el ejercicio del periodismo me motiva, es el acto de empujar las fronteras de la libertad, el forzar la línea de lo permitido. Sé que en ese intento un día puedo patinar y sé que el porrazo puede ser mortal. Y sé que antes de que se haya apagado el ruido del impacto por el golpazo, vendrán por mí los gusanos de la mala leche. No imagino una muerte profesional más dulce que esa.

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