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miércoles, 27 de noviembre de 2013

A 30 años del “río de Libertad” Ricardo Portela

Histórico


La República

Publicado el 27/11/2013 - 7:00
Río De Libertad
A las 15.30 horas del domingo 27 de noviembre de 1983 la grave y pausada voz de Candeau comenzó a resonar.
30 años se cumplen hoy del acto del Obelisco; del que generó el “río de Libertad”; del de un Uruguay sin exclusiones; del que la dictadura calificó como “un cambalache”; del que todos imaginaron oír una proclama leída por el general José Artigas.
En Uruguay, hace 30 años, nadie podía llegar a pensar que estaba siendo protagonistas de algo que iba a transformarse en un mojón infranqueable de la historia contemporánea. Un evento que se realizó al pie del Obelisco de los Constituyentes, en 18 de Julio y Bulevar Artigas, un día domingo, con altas temperaturas. Ni siquiera las cabezas organizadoras de ese acto imaginaban lo que estaban haciendo cuando convocaron al que se llamó “el acto del Obelisco” luego conocido también como el del “río de Libertad”, después que un semanario, “Aquí”, publicó una de las pocas fotografías de altura en las que se podían ver las 500 mil personas, en números redondos, que allí participaron.
La necesidad de hacer el acto comenzó con un fracaso. Truncadas las negociaciones políticas en el Parque Hotel por el fin de la dictadura entre blancos, colorados, cívicos y militares, los representantes de estos tres partidos autorizados entendieron que había que hacer algo que diera un nuevo impulso a la apertura democrática que ya se vislumbraba pero que las Fuerzas Armadas se encargaban de eclipsar. Propusieron hacer un evento el día 6 de agosto de 1983 pero el gobierno lo prohibió. Luego se pidió la fecha del 8 de octubre en el que se daría a conocer una proclama que en cierta forma obligaría a nuevas conversaciones con los militares.
Tampoco se concedió porque estos advirtieron la jugada. Con estos impedimentos a cuestas, se manejó entonces la idea de un acto público. ¿La fecha? El último domingo de noviembre, justo un año antes de las prometidas elecciones a realizarse en 1984 que no obstante no iban a ser libres sino con condiciones. Esta propuesta pasó, al final, la censura militar.
Entonces se reunieron algunos dirigentes de los tres partidos políticos autorizados; Julio María Sanguinetti, Jorge Batlle y Enrique Tarigo; Juan Pivel Devoto, Carlos Julio Pereira, Fernando Oliú, Gonzalo Aguirre y Vicente Chiarino. Debían elegir el lugar, si invitaban o no a los partidos y dirigentes proscriptos, si debía haber o no una oratoria y la fecha exacta.
Los dos primeros puntos se acordaron rápidamente. En los últimos dos hubo controversias. Los blancos no querían discursos y no sabían a quién designar como orador en el caso de una proclama que sí proponían que hubiese, colorados y cívicos. Juan Pivel Devoto encomendó a Gonzalo Aguirre a redactar un texto. Enrique Tarigo hizo uno por su lado y ambos, luego, se fusionaron. El dirigente socialista José Pedro Cardoso y Juan Pablo Terra del Partido Demócrata Cristiano aprobaron el texto una vez redactado. Pero faltaba quien le diera voz a esas palabras escritas. Otra vez Pivel Devoto laudó: “Que sea el actor de la Comedia Nacional Alberto Candeau”, dijo, y quedó.
“Viva la República”
A las 15.30 horas del domingo 27 de noviembre de 1983 la grave y pausada voz de Candeau comenzó a resonar entre los edificios y la arboleda que circunda el Obelisco. La mayoría ignoraba el rostro de esa voz que imaginaban muy parecida a la que supuestamente pudo haber tenido el general José Artigas. Esa era la idea de los organizadores del acto: que aglutinara.
En el estrado estaba todo el espectro político y social del país. Colorados, blancos, cívicos, frenteamplistas; dirigentes sociales y sindicales; empresarios e industriales. Frente a ellos, unas 500 mil personas que además de ver sus caras, podían leer un cartel gigante con la leyenda “Por un Uruguay sin exclusiones”. Hoy, ese mismo cartel, se encuentra en el museo de la Memoria tras haber sido hallado por casualidad hace algunos años, entre hierros y escombros, olvidado en un viejo galpón.
Antecedentes
Al acto del Obelisco no se llegó de la nada. Tres años antes, en noviembre de 1980, los uruguayos dijeron “NO” a un proyecto de reforma de la Constitución impulsado por la dictadura con la intención de perpetuarse en el poder. En noviembre de 1982, se realizaron elecciones internas en los partidos Nacional, Colorado y Unión Cívica. El Frente Amplio estaba proscripto, Wilson Ferreira Aldunate requerido por la Justicia Militar y 1.800 uruguayos ausentes en condiciones de presos políticos.
Cinco meses antes, el 1º de mayo de 1983, se celebró por primera vez en 10 años el Día de los Trabajadores con un acto público multitudinario organizado por el PIT, el Plenario Intersindical de Trabajadores. Y dos meses antes, en setiembre de 1983, la Asceep, que nucleaba a los estudiantes, realizó una larga marcha desde la Universidad de la República hasta el estadio Franzini en reclamo de libertad, autonomía y democracia.
Medio millón
Casi unas 500 mil personas se congregaron en el acto del Obelisco, pero los voceros de la dictadura afirmaban que “había más gente en las playas”.
Ese 27 de noviembre del ‘83, también se realizaron actos en el interior del país. Unas 10.000 personas en Salto, 3.000 en Artigas, 5.000 en Melo, 12.000 en Paysandú, 10.000 en Florida y hubo actos relámpago en Fray Bentos y Young.
“Libertad sin ira”
“Libertad sin ira”, del grupo español Jarcha, era la canción que se repetía en el acto en medio de mensajes de adhesión al evento que leyó el periodista y conductor Rubén Castillos. Se recuerdan la del líder sindical polaco Lech Walesa, la del arzobispo de Montevideo monseñor Carlos Partelli, la del Partido Socialista Obrero Español y la del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.
En las radios uruguayas, Michael Jackson cantaba “Billie Jean”, el grupo Toto entonaba “África” y Eurythimics, con la inolvidable Annie Lennox, endulzaba oídos con “Sweet Dreams”.

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