"Estamos ante una nueva chicana”
Espectador.com
En diálogo con En Perspectiva, el doctor
en Química Oscar Ventura, catedrático de la Universidad de la República,
explicó los motivos por los cuales afirma que los argumentos y datos
brindados por el canciller argentino Héctor Timerman en contra del
funcionamiento de la planta de UPM "son mentira". Durante su
argumentación, Ventura se refirió al debate sobre la temperatura del
agua, las concentraciones en los efluentes y hasta el uso de endosulfán.
Luego de que esta semana Argentina divulgara, en boca de su canciller Héctor Timerman, un estudio avalado por sus delegados en el comité científico binacional que estudia el Río Uruguay, con datos supuestamente “concluyentes” sobre los efectos de la pastera UPM en el medio ambiente, el doctor en Química Oscar Ventura indicó que el jefe de la diplomacia en el país vecino “miente” ya sea por “ignorancia o mala fe” y que en la semana que estás culminando presentó un informe “agresivo hacia Uruguay y con varias inexactitudes”.
Ventura comenzó explicando que en el capítulo 10 del Estatuto del Río Uruguay “se define qué es contaminación y en el artículo 40 se dice que es la introducción directa o indirecta de ciertas sustancias que producen un efecto nocivo. En el Digesto del río, a su vez, se define qué son los efectos nocivos”.
“Se ha convenido que la calidad de las aguas del río están controladas y que quién ejerce el control es la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU). El propio estatuto establece que los que determinan los límites de las concentraciones en los efluentes vertidos son los propios países con sus reglamentaciones”.
De esta manera “se puede comparar lo que cada país establece”. El decreto uruguayo “dice que los efluentes no se pueden verter a mas de 30 grados de temperatura. La misma norma en Entre Ríos dice que los efluentes deberán vertirse a más de 45 grados” o sea 15 grados más que lo que exige nuestro país.
La legislación uruguaya sobre la concertación de químicos en los efluentes “es más estricta que la de Entre Ríos”, añadió Ventura.
Según expresó el doctor en Química de la Universidad de la República, lo que hace la Cancillería argentina “es aplicar los límites establecidos para la calidad de agua del Río Uruguay a los efluentes”, o sea “compara el efluente con un tope previsto para la calidad de agua del río” y eso “no es correcto técnicamente”.
Ventura se refirió también a los parámetros que utiliza Argentina para hablar de la calidad del agua: “No es lo mismo lo que se vierte en un río de un caudal de 12 mil litros por segundo que un río como el Uruguay que tiene 5 millones de litros por segundo”.
“La relación de concentración entre efluentes y el río es de uno a cinco mil y ahí es donde esta el error fundamental del canciller argentino. Si el error es accidental o a propósito eso sí seria calificar”.
Las normas establecen dos tipos de máximos tolerables para cada parámetro que se mide: “Por un lado está el que puede contener el efluente, o sea, el líquido que sale de la fábrica, y por otro el que puede tener el curso de agua, el límite para el curso de agua es más bajo y exigente, el del efluente es más alto porque se sabe que viene de una sustancia que sale de manera concentrada”, agregó Ventura.
“Timerman es ignorante o actúa de mala fe, confunde pluviales con efluentes. El efluente industrial es una cosa y lo que sale de la pileta pluvial es el agua de lluvia recogida que cae al río”, expresó el doctor en Química.
En lo que refiere a la utilización del endosulfán, Ventura afirmó que UPM “no lo utiliza, estamos hablando además de un pesticida prohibido en Uruguay desde diciembre de 2011 y que en Argentina ya no se usa desde julio de 2013”.
Entre 2006 y 2007 “Argentina importó 4,3 millones de toneladas de endosulfán y Uruguay sólo 250 toneladas. La magnitud del uso es distinto en Argentina que en Uruguay” y por tanto, “si se detecta esta sustancia, no es porque haya vertido de nosotros al río. En todo caso se relaciona a la agricultura y el viento”.
El especialista calificó a la denuncia argentina como “una pataleta de la Cancillería”, agregando (en lo que respecta a la temperatura de las aguas del río) que “quien conoce la zona sabe que la variación de la temperatura del agua entre invierno y verano es de unos 10 a 15 grados, por tanto una variación de 0,2 grados no creo que afecte la calidad de las aguas. Estamos ante una nueva chicana”, sentenció.
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