Escritor y periodista Mario Corbo De León
Podríamos
referirnos lisa y llanamente al tiempo, pero hemos optado por los
tiempos en alusión de la vida humana. El de la niñez, es hermoso.
Tiempo de juegos, de escuela y aprendizaje, que de pronto desaparece
como un suspiro arrastrado por el viento. Entramos a la adolescencia
y a la juventud , llenos de entusiasmo, con deseos de hacer cosas
positivas, soñando un mundo de ilusiones y vivimos los primeros
romances amorosos. Muchas veces nos sentimos incomprendidos y hasta
llegamos a renegar de nuestra propia existencia. Miramos a los
mayores con cierta desconfianza y por hacernos más hombres,
empinamos el codo, o seguimos la estúpida moda de consumir
porquerías que ningún bien nos proporciona. Ya cuando hemos
culminado los estudios de enseñanza media, nos queda salir a
trabajar para enfrentar la vida, o continuar estudiando en la
enseñanza superior. Se entra a la Universidad y nos parece todo
maravilloso. Incluso aquel ambiente sano y amigable de la vida del
interior, nos parece algo fuera de lugar. Porque aquí, ya estamos en
camino de ser alguien, seguramente un profesional , o un técnico ,
a quien los demás tengan la imperiosa necesidad de consultar.
Cuando se ha obtenido el título, pensamos en que pronto se nos
abrirán todas las puertas y comenzamos a estudiar nuevas
posibilidades que nos encumbren más en la vida social del lugar
donde nos desempeñemos. Los ingresos se incrementaran y luego
de una ardua labor bien remunerada, pensamos en unas felices
vacaciones en alguna playa del este, o quizá en alguna
paradisíaca isla del Caribe como ser la Isla Margarita. Cuando
hemos envejecido , nos encontramos que de pronto se nos cierran las
puertas de las instituciones privadas y con un contundente usted
ha cumplido la edad y ya no necesitamos sus servicios, nos acogemos
a una merecida y abultada pasividad.- Es en tales circunstancias
que comenzamos a entender la verdad de la vida. Llegamos a descubrir
, que mientras estuvimos activos en el ejercicio de tal institución,
nunca nos faltó el halago y el saludo protocolar que corresponde a
una distinguida personalidad. Pero ahora ya no tenemos mucho que
ofrecer y entonces aquellos mismos que nos rodeaban y nos
felicitaban por nuestras cualidades y virtudes, hoy pasan
indiferentes y nos dan vuelta la cara. Disculpen que yo haya asumido
el papel de profesional que no lo soy, para llegar a estas
conclusiones. Pero la experiencia vivida, me hace saber que no
vivimos tan rodeados de afectos y cariños. Que todo es relativo y
que las personas olvidan muy pronto el bien que recibieron.. Por
eso elegí como título de este artículo los tiempos.
MARIO
CORBO DE LEÓN.
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