LA POESÍA ES TODO
(reportaje recuperado de El País Cultural)
Fue poeta, escritor, periodista, locutor y editor. Nacido en 1941 en Montevideo, su historia como
poeta comienza de muy joven en la década del sesenta, logrando publicar su primer libro, Poemas de río marrón, en 1971.
Durante
la dictadura fundó, junto a Laura Oreggioni y Mercedes Ramírez,
Ediciones de la Balanza, que de 1975 a 1979 publicó con muy pocos
recursos quince libros de poesía.
A
fines de ese período, Rolando Faget se trasladó a Salto, donde dirigió
la programación de Radio Tabaré. Allí realizó una intensa actividad de
difusión de la música popular uruguaya. A partir de 1981 debió vivir en
el
exilio en España. A su regreso a Uruguay tras la vuelta de la
democracia militó en el movimiento Pregón de la Dra. Alba Roballo
(1909-1996) como secretario de prensa.
Publicó más de una decena de libros de poesía, en España y en Uruguay, con títulos como En el nombre del trigo (1981).
Su poesía aparece en antologías y en revistas literarias
latinoamericanas y europeas. La crítica señalaría a los poetas Humberto
Megget y Líber Falco como sus predecesores.
Amigos
como el poeta Héctor Rosales lo
describen como "despreocupado por el mundo material", y otros como el
escritor Miguel Motta destacan su generosidad y valentía en momentos
difíciles. También rescatan que siempre tendió su mano a cuanto creador
nuevo conoció. Ediciones de la Balanza es una prueba, donde muchos
escritores y poetas publicaron sus primeros libros. En ella aparecen
nombres como Rafael Courtoisie, Tatiana Oroño, Julio Chapper, Hugo
Giovanetti Viola y Hugo Fontana, entre otros.
Poeta de tres ciudades
A
Faget lo entrevisté un par de veces entre mayo y junio de 1994, cuando
comenzaba a escribir mis primeras notas. Una tarde de mediados de mayo
de 1994 nos encontramos en su casa de Punta Carretas. Como siempre, su
humor era muy bueno. Trajo café y comenzamos hablando despacio, como
ejercitándonos para la entrevista. Le pregunté sobre Poemas de río marrón.
"Fue
escrito durante la pre dictadura. Montevideo era una ciudad muy triste.
Siempre fue entrañable, pero gris y en aquellos momentos era gris,
marrón y roja. Faltaba la vida, la paz, y los inviernos parecían más
crudos".
Le gustaba Montevideo, pero mucho más Salto.
"Soy
un hombre de dos ciudades", decía. Admiraba a aquella ciudad y siempre
que podía la mencionaba. "Es muy hermosa Salto, viví muchos años allí.
Te diré que soy muy montevideano y muy salteño. Soy un enamorado del río
de Salto y quiero al río Uruguay como se puede querer a una mujer. Para
mí el Río de la Plata es `el río`, y al Uruguay lo llamo `la río`; es
algo muy femenino. ¿Más azúcar?", bromeó señalando mi taza de café.
Pregunté si había un estereotipo de poeta.
"No,
mucha gente muere de amor y ni siquiera poetiza. La gente que escribe
poesía tiene que ser muy esperanzada y creer mucho en la vida para
escribir y seguir escribiendo. Creo que en el fondo los poetas, aunque
parezcamos trágicos en algunos poemas, somos muy optimistas; si no, no
escribiríamos. Amamos mucho la vida".
Durante
una pausa me observó jugar con el pocillo y preguntó si sabía leer la
borra del café. Se levantó risueño prometiendo traer más. A su regreso
le pregunté sobre sus años
de exilio.
"Fue
un poco al final de la dictadura. Me aconsejaron que me fuera, pero yo
estuve medio astuto; en lugar de irme de Uruguay me fui a Salto. Estuve
tres años. Fue una manera de alejarme. Después sí me fui a España, no
hubo más remedio".
Pregunté cómo fue su vida en Barcelona.
"Bien,
yo amo a Cataluña, tengo ancestros catalanes. Me encontré con mis
ancestros, en el aire, en el ambiente". Hablamos después sobre qué parte
de su obra escribió en Barcelona.
"Escribí muchísimo en España; inclusive un libro en catalán que se llama Paraula encesa [1989], que quiere decir palabra encendida, y tuvo tres ediciones. Escribí otro libro que se publicó acá, que se llama Conocer luego [1987] y también escribí algunos poemas de Carta de ríos [1993]."
Curioso, pregunté de qué trabajó en Barcelona:
"Hice de todo, traduje del francés al castellano; trabajé en publicidad y en un bar barcelonés tirando las cartas del tarot".
La noche más fuerte
La
segunda entrevista a Rolando Faget la hice un 24 de junio de 1994.
Pulso play en la grabadora y me escucho preguntar qué fecha era ese día.
Faget contestó:
"Hoy
es 24, la noche más fuerte del año, la noche del solsticio de invierno
en el sur y de verano en el norte, cuando la fuerza cósmica es
impresionante".
No muy convencido, según rescato por mi voz, y tras
discutir el origen de tan antigua celebración, le pregunté sobre qué es lo que quería que el lector obtuviera de su poesía.
"Quiero
que compartamos alguna luz, algún diálogo positivo. Que nos bañemos en
el mismo río, en la misma agua. Que compartamos un pedazo de camino,
siempre para adelante, con mucha comunicación, sensible, intuitiva".
En esa noche fría había conseguido que dijera lo que pensaba. Le pregunté sobre el papel de la poesía en
la comunicación.
"La
poesía es todo, loco. La poesía está en el corazón de la gente. No
tenemos que manejarnos con razonamientos, tenemos que manejarnos de una
manera amorosa y mágica y la poesía es el único vehículo para eso".
Agregó que en la comunicación debe encontrarse la poesía, "y si no, es mala comunicación, como la de la televisión".
Opiné
que se entendía a la poesía como "algo blando", que no tenía lugar en
los medios masivos. Faget abrió los ojos y con su gran vozarrón exclamó:
"Ah, la poesía es durísima. Son golpes, son bastonazos de ciego. Los ciegos no son bobos".
Como
una locomotora, siguió:
"No, la poesía es terrible, la poesía es feroz. La poesía es como el amor, que puede ser muy feroz".
Opiné que además se sabe defender. Irguiéndose sobre su asiento, respondió:
"Seguro, y con una fuerza y con una violencia, y con odio, con dientes, con todo lo que haya que tener".
Conociendo sus años vividos en el norte del país, le pregunté sobre qué opinaba sobre la poesía que se escribía en el Interior.
"Para
mí el país no es tanto Montevideo; para mí el país es Salto, es Melo,
es Río Branco. Ahí la poesía está mucho más viva que acá. Hay una raíz,
una memoria de la sangre, una sensibilidad
incomparable con la de Montevideo. Gente mucho más sensible, mucho más
receptiva. Lo que es Melo, por ejemplo", decía Faget estirando las
palabras con vehemencia.
"Tú
estuviste en Melo; lo que es Salto con ese río. Qué misterioso Río
Branco con ese casco antiguo, con ese otro río, el dulcísimo río
Yaguarón. La poesía está vivísima allá".
Como
con condescendencia, agregó: "Mirá, Montevideo es un poco más difícil
pero no es imposible. Si la
poesía fuera imposible el mundo no tendría destino. No interesaría el
porvenir, el futuro del mundo. Si la poesía no tuviera destino sería
todo como un campeonato mundial de fútbol, sería como Tinelli". Y
continuó, misterioso: "El mundo es otra cosa; es lo que se viene".
Se
había hecho tarde y la entrevista llegaba a su fin. Con mis veintitrés
años pregunté, lleno de incertidumbre, a ese hombre de barba, lentes
gruesos y voz retumbante, si había algún tipo de futuro para el mundo.
"No
sé cuáles son las soluciones. No sé, pensar con el corazón. Sería todo
tan simple; tendría que ser todo a través del amor que es la ley de oro,
y si no es posible hay que insistir. Si no, la vida no tiene sentido".
Antes de despedirnos me dijo:
"Ah, poné que la nota fue hecha en Salto. Es que tengo muchas ganas de estar allá".