En una época en la
cual existe un movimiento a nivel mundial que exige el cierre de los
zoológicos por considerarlos obsoletos y crueles para los animales
allí encerrados, el zoo de la ciudad de Rocha, Uruguay, es una
prueba cabal de lo justificado de dicho reclamo.
Si tuviese que
calificarlo, siendo el 1 el número más bajo y el 10 el mejor, el
zoo rochense merecería un menos 54 y eso porque estoy en un día en
el cual me siento generosa. Sumamente generosa.
En realidad, ni
siquiera califica para ser llamado zoológico. Situado al extremo
de un parque público, un montón de recintos en malísimas
condiciones, la gran mayoría vacíos, albergan a unos pocos animales
que vaya uno a saber por qué causa, cumplen cadena perpetua sin
posibilidad alguna de amnistía o perdón alguno.
Yo lo había
visitado hace unos 5 años y quedé totalmente consternada por lo que
vi.
Un zorro solitario
en un recinto de cemento, con una cucha también de cemento, nada de
verde, ni siquiera un tronco tirado en el piso para rascar sus uñas.
Apenas me vio, corrió a esconderse. No quise ni imaginar el terror
del pobre animal durante un fin de semana, cuando el parque se llena
de gente.
Un viejo y obeso
carpincho en un recinto circular, con cierta vegetación y un pequeño
espacio con agua, notablemente podrida.
Un carancho en otra
jaula de cemento desnudo, sin lugar para volar y también sin nada
que representase de alguna manera su hábitat natural.
Tres o cuatro pavos
reales en un lugar bastante amplio, con un árbol verdadero en el
medio y un estanque de agua, por supuesto, también podrida. Al
parecer las aves habían decidido cambiar las vistosas plumas de
colores al mismo tiempo. Y para que los cuidadores se diesen cuenta,
habían apilado prolijamente todas las plumas al lado de la puerta.
Un gordísimo
lagarto overo en otra jaula de cemento, con otro estanque de agua
podrida, tomando sol a escasos centímetros de un montón de carne
picada en obvio estado de descomposición.
Y luego, la
frutilla de la torta: un pequeño recinto albergando a cuatro monos,
creo que babuinos y digo creo porque no había cartel alguno que
indicase de qué especie eran. Era una familia compuesta por dos
hembras adultas y una cría chiquita que parecía ser macho.
En el recinto,
también minúsculo, de al lado, había un macho adulto que se la
pasaba golpeando la puerta de separación de ambos habitáculos,
tratando de entrar al de las hembras.
El sol les daba de
pleno y el único refugio en ambos lugares, era unos troncos hechos
con cemento. O sea, en verano se morían de calor allí adentro y en
invierno de frío. En el de las hembras había un viejo neumático
colgado de una soga, en donde se balanceaba la cría.
Entre el cerramiento
de metal y el lugar en donde podía pararse el público, no había
distancia alguna. Es decir, humanos y animales se podrían refregar
las narices sin problema alguno. Nada verde, nada para ejercitarse o
distraerse. Las miradas de los simios parecían clamar compasión o
al menos que les alcanzase unas galletitas para cortarse las venas.
La de la cría no tanto, probablemente porque era muy pequeña y no
se daba cuenta a qué mundo horroroso la habían traído.
Ante mis comentarios
de desaprobación, el cuidador del lugar me dijo que acababan de
nombrar a un nuevo director y que la idea era refaccionar el lugar,
mejorarlo y hasta construir un jaulón grande y alto para los
caranchos y otros posibles pájaros grandes que trajesen.
Me fui un poco más
tranquila ante esa promesa de mejoras y por diferentes razones no
pude volver más al lugar. Pero confiaba que la nueva dirección iba
a tomar cartas en el asunto.
Hasta hace un mes.
Un amigo rochense me comentó que había ido al zoo y había quedado
horrorizado por lo que había visto. Básicamente, lo mismo que había
visto yo, hace cinco años.
Coincidentemente,
una persona que comparte una misma página de conservación de fauna
en Facebook, pidió ayuda al grupo hace escasos días por las mismas
razones.
Consulté con un
amigo veterinario de Rocha. Me dijo que él había decidido no llevar
más a su hijo pequeño al zoo, porque no quería que el niño
pensara que esa era la forma correcta de tener animales en
cautiverio.
Me puse los patines
y partí bajo la llovizna hacia Rocha, directo al zoo. No solo no se
había hecho nada de lo que me habían dicho, sino que ahora las
condiciones eran peores.
La familia de los
babuinos se agrandó. Ahora hay cinco. Dos hembras con una cría
macho en el mismo espantoso recinto, ya sin siquiera el neumático
colgado de la soga para poder columpiarse. El macho adulto en el
compartimento de al lado, extremadamente belicoso y tratando de
romper la puerta de separación porque una de las hembras está en
celo.
En otro recinto
alejado de la familia, en donde antes estaba el solitario y ya finado
zorro, metieron al babuino macho que era una cría pequeña cuando yo
lo conocí.
Ahora es un adulto
encerrado en un espacio reducido, apenas 2 metros y medio de ancho
por unos escasos 5 de largo. Por supuesto, todo cemento, nada de
donde colgarse o columpiarse ni suicidarse.
Lo terrible es que
pegado a su recinto hay dos o tres más que con solo abrir el
enrejado podrían darle espacio para correr y moverse más
cómodamente. Y con el agregado de algunas sogas y algunos postes,
lograr que pueda hacer un poco de ejercicio, distraerse y canalizar
su agresividad. Y vaya que estaba agresivo el tipo!
No lo culpo. Yo
también lo estaría si tuviese que vivir en sus condiciones.
En el espacio más
amplio del lugar, allí donde antes estaban los pavos reales,
encontré a un carpincho acurrucado en el rincón más alejado de
la reja que lo separa de los visitantes humanos. Su compañía: dos
gansos aparentemente domésticos.
Lo triste es que ese
espacio sería el ideal para la familia de los babuinos, ya que con
árbol, el estanque para agua, y pequeñas reformas, como cerramiento
adecuado de la parte superior y un lugar en uno de los costados para
hacer un refugio contra las inclemencias del tiempo, mejoraría en un
casi 50% su calidad de vida.
Hay otro recinto,
también en pésimas condiciones edilicias, que alberga ahora a dos
caranchos. Tiene un ligustro adentro, en donde las aves se esconden
cuando ven gente. O sea, si la idea es que la gente pueda ver de
cerca aun carancho, no está funcionando. El resto, cemento pelado.
En otros jaulones
pude ver lo que parecía un buitre juvenil con una ala lastimada,
aterrorizado y tratando inútilmente de esconderse de mí, ya que no
tenía refugio alguno. Pobrecito cuando llegue el malón del fin de
semana.
El zoo está cuidado
por una señora que es la encargada de mantener el parque limpio. A
la cual le han agregado el cuidado de los animales, tanto de
alimentarlos como de limpiar sus habitáculos. Cosa que ella hace,
dentro de todo, bastante bien, contemplando el hecho de que nadie le
dio curso alguno de capacitación sobre el tema.
Es más, entra sola
a las jaulas de los monos para alimentarlos y limpiar el piso. Por
suerte, hasta ahora, los monos no la han atacado. Hay otro cuidador,
con la misma capacitación inexistente sobre el tema, que refuerza al
plantel. Sí, es irónico mi comentario cuando digo plantel.
Al parecer, y debido
a la falta de un foso o baranda que no permita que la gente pueda
acercarse a los cerramientos de los recintos de los monos, los
cuidadores han tenido que acudir en auxilio de niños que apoyaron
sus caras o cabezas en el enrejado y fueron agarrados de los pelos
por los frustrados animales.
A su vez, también
tienen que salir en defensa de los monos, ya que mucha gente se
divierte provocándolos, golpeando las rejas etc. Y como ya mencioné,
el espacio es tan reducido que los babuinos no tienen donde
refugiarse para escapar de las agresiones de los encantadores
humanos.
No sé cuál es la
política oficial de la Intendencia con respecto al zoo. A juzgar por
lo que se ve, parece ser una de total indiferencia, abandono y
negligencia.
Y si no se quieren
ocupar del tema, creo que lo ideal sería cerrar ese campo de
concentración y sacar a los animales que se puedan de allí.
Colaboro avisando
que ya le hemos conseguido un lugar seguro al carpincho. Los
caranchos, previa revisación veterinaria y rehabilitación adecuada,
pueden ser liberados. Si no pueden volver a la naturaleza, estoy
segura que habrá alguna reserva cercana que los aceptaría. Lo mismo
con el lagarto y el buitre.
El tema de los monos
es más complicado. Pero mientras se trata de encontrar algún lugar
apto para ellos, lo lógico sería refaccionar y adecuar los
recintos más grandes y darles, dentro de su injusto cautiverio, una
vida más agradable y más digna. Y castrar urgentemente a los
machos. Sino, el problema será cada vez mayor.
Si necesitan
asesoramiento, tanto yo, como estoy segura personas con las debidas
credenciales profesionales, se los podremos ofrecer.
Pero mantener esa
cosa mal llamada zoo, en esas condiciones, es una vergüenza para la
ciudad de Rocha. Y sé que hay muchos rochenses que piensan igual.
Espero que esta
gestión de gobierno municipal, que voté y probablemente vuelva a
votar, tome las debidas cartas en el asunto.
Lilly Morgan Vilaró
Es muy triste lo que se ve en los zoo, no seria una idea de levantar firmas en Rocha, para que el municipio haga algo?Que sepan que los ciudadanos estan indignados y quiza como se aproximan las elecciones hagan algo.
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