QUIEREN QUE SU OBRA PERDURE EN LA MEMORIA DE TODOS
La República
Tras
la realización del libro “Un Cacho de Dios”, el escritor Julio Romero
se encargó de que la memoria de este clérigo no quedara olvidada ni
resumida en las páginas de lectura, sino que fuera mucho más allá.
Por
eso reactivó no solo las gestiones para lograr la canonización del
padre “Cacho” (Isidro Ruben Alonso Alonso), ya solicitada hace más de
una década, sino que ahora se encuentra en proceso de poner en marcha
una movida entre los moradores de los barrios en los que el padre
“Cacho” tuvo incidencia, para reunir bronce y construir un monumento. Asimismo en la jornada de la víspera, Romero ingresó toda la documentación pertinente ante la Nunciatura Apostólica de Montevideo, para agilizar los trámites con el objetivo de concretar un largo sueño, entrevistarse con el papa Francisco, a quien asegura “le llegó el libro de Cacho porque se lo envié expresamente a través del presidente José Mujica, recientemente. O sea que sabe de qué se trata pero la entrevista, más allá que hablemos de nuestro ‘Cacho’, es mucho más profunda, porque hay muchas otras cosas que importan saber de Francisco”, dijo Romero quien ha tenido una vida muy vinculada a lo religioso desde muy pequeño.
“Sí, pero creo que lo que me vinculó a lo religioso fue el hecho de llegar desde muy chico de un barrio como Colón que era donde vivía, a esa zona llena de carritos, hasta San Martín, Casavalle… zona en la que vivo actualmente, y conocer lo que fue la obra del padre ‘Cacho’. La verdad que fue una suerte del destino haberme llevado a un barrio al que descubrí de a poco, al que supe conocer y querer y por el que vi transitar gente trabajadora, con ganas de salir adelante dentro de un marco de pobreza del que ‘Cacho’ se encargó de aliviar con su enorme fe, con su infinita bondad”.
Romero cada vez que menciona a “Cacho” lo hace desde el recuerdo más preciado, desde el corazón, porque confiesa, que cada vez que se adentraba más en su vida para poder escribir el libro, descubría enormes muestras de cariño, de afecto, de gente que le conocía y “ahí recién se magnificaba lo que este hombre hizo por tanta gente, por tantos barrios”.
Tuvo que recorrer mucha historia, que muchas veces estaba oculta, sellada por los miedos, y tapada por tanta hipocresía. Por eso hoy Romero insiste en la canonización del padre “Cacho”, que está dormida desde hace años en algún cajón. “Lamentablemente se ha sido injusto con él porque es inentendible que todas esas gestiones para canonizarlo hayan quedado olvidadas en algún cajón. Nosotros hoy reactivaremos el tema porque creemos que es de justicia con alguien que dio todo por los vecinos, por tanta gente y que dejo una obra infinita”.
Pero no todo queda en la canonización sino que Romero insiste en una campaña entre los vecinos para recolectar bronce para un monumento por más que entiende que “aun es poco para todo lo que ha significado para mucha gente” y repasa que el religioso “tuvo que ver con nueve comunidades, con la construcción de viviendas, la obtención y construcción de veterinarias para atender los caballos de los clasificadores, de guarderías para cuidar los niños de estos, talleres de herrería, cestería, carpintería. De llevar la esperanza para un barrio castigado desde su historia por el olvido de aquellos políticos que tomaban esos lugares como reservatorios de mano de obra barata solamente, no brindando las soluciones básicas como pueden ser la vivienda, condiciones sanitarias, escuelas etc. Pero ‘Cacho’ sí lo hizo”.
Clave
Romero iniciará una campaña para que cada vecino de las comunidades en los que estaba “Cacho”, recolecte bronce con el objetivo de realizarle un monumento.
Un final poco contado…
Romero en su libro, deja establecido cómo fue que el padre “Cacho” fue agredido, torturado y robado.
“Luego de desarrollar una impresionante obra por el barrio, uno no puede entender porqué tenía enemigos. Todo se explica en una visita que le hiciera un político el cual le ofrecía que si él le inclinaba toda esa masa de gente para las votaciones, el daría los ingresos correspondientes a senadores y diputados para su obra.
‘Cacho’ le contesta que eso no era posible porque él era sacerdote y ese no era su cometido. El político le dice que sin embargo en otros partidos habían sacerdotes con preferencias, ‘Cacho’ trata de sacarlo de encima diciéndole que debía consultarlo con monseñor Parteli (arzobispo de Montevideo), pensando que con ello no vendría más. A la semana este político viene a buscar la respuesta, la que fue negativa.
A partir de ese momento su casa fue hostigada, llegando a ser copada por infanto juveniles patrocinados por la policía corrupta quien le daba rienda suelta a un antiguo delincuente (esta persona era discapacitado pero era el que revendía desde su carro todo lo que robaban los jóvenes de su banda), la condición era que este hombre era informante de la policía y denunciaba los chorros que operaban en Pocitos, Carrasco, Punta Gorda y todas aquellas zonas bacanas, pudiendo operar tranquilo en el barrio.
‘Cacho’ es torturado, los jóvenes le pedían la plata que les traía Elisita Bordaberry, luego de pasar por la Casa Cuna Santa Rita como hacía cada viernes. Como no pudieron obtener nada de dinero se llevaron entre otras cosas, filmadoras y máquinas de fotos en donde se tomaban las muestras gráficas de los distintos avances del barrio, por ejemplo cuando se desmontaban los techos de los ranchos para cambiar por chapas nuevas o las construcciones de las viviendas de los vecinos. Pero también en esa ocasión se comenzaron a llevar parte de la vida de ‘Cacho’ sin saberlo…”.
Un Cacho de Dios
“Este libro nace en el preciso momento de ver lo que fue la tremenda caravana sufriente el día de la muerte del padre ‘Cacho’. Como vecino de él, no había magnificado todo lo que él había significado. Allí me dispuse investigar profundamente su vida. Para ello era necesario recurrir al testimonio de todas aquellas personas que habían convivido con él. Hurgué en mucha correspondencia, como con el mismo clasificador por el cual había él luchado. Pude ver en la investigación que si bien él fue arrastrado hasta allí y vivir profundamente su entrega por una convicción religiosa, se convirtió en un artesano para meterse en el dolor del otro y sentirlo como suyo”.
El libro fue declarado de Interés nacional, cultural y departamental y cuenta con dos bendiciones apostólicas del Vaticano, por Benedicto XVI y Francisco.
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