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domingo, 2 de febrero de 2014

Red canalla por Gerardo Sotelo

 montevideoportal
La difusión videos de jóvenes practicando sexo en lugares públicos de la costa rochense no despertó en la sociedad mucho más que morbo y socarronería. Los videos hicieron las delicias de ciertos círculos masculinos y fueron comentados por el resto de los espectadores con una mezcla de azoro y perplejidad. Sin embargo, estamos ante un hecho que dice más de lo que muestra. Por lo pronto, no estamos ante un único hecho sino ante varios.

Para algunos, el motivo de escándalo tiene que ver con la promiscuidad con que algunos jóvenes viven su sexualidad. El asunto es complejo porque involucra tanto cuestiones de interés general sobre la moral y la salud públicas, cuanto valoraciones sobre la vida sexual que pertenecen al universo íntimo de las personas. Sin embargo, hay otros asuntos sobre los que el episodio debería llamarnos la atención.

El primero y más obvio es el de las barras de jóvenes que encuentran en el consumo abusivo de sustancias psicoactivas (la más difundidas de las cuales es legal y se llama alcohol) un disparador ineludible de la alegría. El hecho es tan viejo como la humanidad, pero una cosa es celebrar en el ámbito privado y otra tomar la vía pública para dar rienda suelta a conductas que, para la mayoría de la población, constituyen un motivo de escándalo. Existen leyes y disposiciones varias que prohíben tales excesos, pero nadie parece notarlo ni las autoridades competentes tienen fuerza o voluntad como para poner las cosas en su lugar.

El consumo en la vía pública de sustancias psicoactivas como el alcohol y otras que han sido ilegalizadas no es un derecho de los ciudadanos porque el riesgo que implica tal conducta involucra a personas que no están dispuestas a tomarlos. Por eso está prohibido conducir alcoholizado o practicar el sexo en una plaza. La idea de que existan balnearios que operen como "zona liberada" para los más díscolos no es descabellada, siempre que el resto de la población tenga el conocimiento y el tiempo necesarios como para ponerse a resguardo.

El segundo aspecto que debería observarse está referido a la connotación machista del suceso: son mujeres las que aparecen como víctimas de hombres que registraron y difundieron los videos.

Hay una mirada socarrona sobre la difusión de estos videos, como si se tratara de actrices porno. Nada más lejos de la realidad: las "protagonistas" son mujeres jóvenes que no eligieron convertirse en celebridades sino que, en todo caso, cometieron el error de tomar sin freno.

Las potencialidades de los smartphones vinculados con las redes sociales están despertando en algunos usuarios el costado canalla e inquisidor, con el agravante del anonimato y la popularidad inmediata de tales hazañas. No es de extrañar que estos personajes, que logran distraer sobre las chicas su propia indecencia, exhiban también una sensibilidad fuertemente machista, que alimenta la rémora de sexismo y discriminación contra la mujer que sobrevive en todos nosotros.

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