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sábado, 19 de abril de 2014

El futuro de nuestro planeta depende de 58 personas Roberto Savio



uy.press

En caso de haberles pasado inadvertido, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó el 13 de abril la tercera y última parte de un informe en el que se señala sin rodeos que sólo tenemos 15 años para evitar que se sobrepase el umbral "seguro" de un aumento de 2ºC en el calentamiento global. Más allá, las consecuencias serán dramáticas.

Sólo los más miopes no toman consciencia de que se trata: desde un aumento del nivel del mar, a través de los frecuentes huracanes y tormentas (cada vez más en las zonas no afectadas previamente), a un impacto adverso en la producción de alimentos.

Ahora bien, en un mundo normal y participativo, en el que al menos el 83% de las personas que viven hoy todavía existirán dentro de 15 años, este informe habría creado una reacción dramática. En cambio, no ha habido un solo comentario de cualquiera de los líderes de los 196 países en los que habitan los 7.500 millones de "consumidores" del planeta. Más de lo mismo.

Los antropólogos que estudian las semejanzas y divergencias entre los seres humanos y otros animales, hace un buen tiempo que llegaron a la conclusión que el hombre no es superior en todos los aspectos. Por ejemplo, el hombre es menos adaptable a la supervivencia que muchos animales, en especial en casos de terremotos, huracanes y cualquier otro tipo de desastre natural. Ya a estas alturas, deberían mostrar signos de alerta y malestar. ¡Y es preciso señalar que los animales no torturan!

La tercera parte del informe del IPCC lanzado hace unos días, fue precedido por los primeros dos, uno el año pasado y el otro a principios de este año. La primera parte, publicada en septiembre de 2013 en Estocolmo, estableció que un 95% o una mayor certidumbre, que los humanos son la causa principal del calentamiento global, mientras que la segunda parte, lanzada en Yokohama hace dos semanas, informó que "en las últimas décadas, los cambios climáticos han causado impactos en los sistemas naturales y humanos en todos los continentes y a través de los océanos".

El IPCC está formado por más de 2.000 científicos de todo el mundo y esta es la primera vez que se ha llegado a la firma y conclusiones finales desde su creación por las Naciones Unidas en 1988. La principal conclusión del informe de tres partes es que para detener la carrera hacia un punto sin retorno, las emisiones globales deben reducirse en entre 40% y 70% hasta 2050.

El informe advierte que "sólo los grandes cambios institucionales y tecnológicos darán una mejor oportunidad, superior al 50 por ciento", para que el calentamiento global no vaya más allá del límite de seguridad y que éstas deben comenzar a más tardar en 15 años, completándose en 35 años. Vale la pena señalar que dos terceras partes de la humanidad es menor de 21 años de edad y en gran medida son ellos los que tendrán que soportar los enormes costos de la lucha contra el cambio climático.

La principal recomendación del IPCC es muy simple: las principales economías deben fijar un impuesto sobre la contaminación del carbono, elevando el costo de los combustibles fósiles, empujando así al mercado hacia la fuentes energéticas limpias, como la eólica, la solar o la nuclear. Es aquí donde son obligatorios "los grandes cambios institucionales".

Diez países son responsables de 70% del total de la contaminación mundial de gases de efecto invernadero, con Estados Unidos y China a la cabeza, al representar más de 55% de esa cuota. Ambos países están tomando medidas serias para combatir la contaminación. El presidente estadounidense, Barack Obama, trató en vano de obtener el beneplácito del Senado y ha debido ejercer su autoridad bajo la Ley de Aire Limpio de 1970 para reducir la contaminación de carbono de los vehículos e instalaciones industriales, estimulando las tecnologías limpias. Sin embargo, él no puede hacer nada más sin apoyo del Senado.

El todopoderoso nuevo presidente de China, Xi Jinping, convirtió en prioritario el medio ambiente, también porque fuentes oficiales sitúan en 5 millones anuales el número de muertos en China debido a la contaminación. Pero China necesita carbón para su crecimiento, y la postura del Xi es: "¿por qué deberíamos frenar nuestro desarrollo, siendo que los países ricos crean el problema para lograr su crecimiento?", lo que provoca un círculo vicioso. Los países del Sur quieren que los países ricos financien sus costes de reducción de la contaminación y los países del Norte quieren que estos paren de contaminar.

Como resultado, el resumen sumario del informe, que está destinado a los dirigentes políticos, ha sido despojado de las premisas que podrían haber sido redactadas como muestras de la necesidad de que el Sur pueda hacer más, mientras que los países ricos presionan para evitar cualquier lenguaje que podría ser interpretado como la necesidad de que ellos asuman las obligaciones financieras. Esto debería hacer que sea más fácil llegar a un acuerdo en la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), en Lima, donde se debe alcanzar un nuevo acuerdo global (recuérdese el desastre CMNUCC en Copenhague en 2009).

La clave de cualquier acuerdo está en manos de los Estados Unidos. El Congreso de ese país ha bloqueado toda iniciativa sobre el control climático, proporcionando una salida fácil para China, India y el resto de los contaminadores: ¿por qué debemos asumir compromisos y sacrificios, si Estados Unidos no participa?

El problema es que los republicanos han convertido el cambio climático en una de sus banderas de identidad. Ellos se han burlado y han negado el cambio climático, atacando a los demócratas que respaldan impuestos al carbono, como si estos estuviesen emprendiendo una guerra contra el carbón.

La industria energética estadounidense apoya financieramente al Partido Republicano y hablar sobre el cambio climático se considera un suicidio político. Algunos de los principales candidatos republicanos, como Rand Paul (Kentucky, carbón) y Ted Cruz (Texas, aceite), son financiados por sus empresas de energía. El Tea Party, el ala radical del Partido Republicano, que cuenta con grandes recursos, tiene estrechos vínculos con grupos de la industria de combustibles fósiles, tales como la Americans for Prosperity, que es financiada por Koch Industries.

La última vez que un impuesto sobre el carbono fue propuesto, en 2009, luego de un voto positivo en Cámara de Representantes controlada por los demócratas, el Senado dominado por los republicanos, lo derribó. En las elecciones de 2010, una serie de políticos que votaron a favor del impuesto sobre el carbono perdieron su escaño, lo que contribuyó a que los republicanos asumiesen el control de la Cámara. Ahora, la esperanza para aquellos que quieren un cambio, es aguardar por las elecciones de 2016, y esperar que el nuevo Presidente de Estados Unidos sea capaz de cambiar la situación, lo que es un buen ejemplo del por qué los antiguos griegos decían que la esperanza es la última Diosa...

Esto nos lleva a una realidad muy simple. El Senado de EE.UU. se compone de 100 miembros, lo que significa que bastan 51 votos para liquidar cualquier proyecto de ley sobre un impuesto a fósiles. En China, la situación es diferente. En la mejor de las hipótesis, las decisiones se toman no por tan solo el Presidente, sino por el Comité Permanente del Comité Central, formado por 7 miembros, que son el verdadero poder en el Partido Comunista.
En otras palabras, el futuro de nuestro planeta lo deciden 58 personas en una población mundial actual que se sitúa en cerca de 7.700 millones de personas. ¡Es lo que tenemos en un mundo democrático!

Roberto Savio. Periodista, presidente emérito y fundador de la agencia IPS y miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial (FSM). Italia.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias

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