Quiero homenajear a todas las madres incluidas por supuesto las del corazón.
Mi tía la escritora Gladys escribió este poema recordando a su madre, mi abuela Doña Braulia González.
Es la mejor manera que se me ocurre de estar presente este día.
Aún hoy, luego de cientos de lecturas,se me quiebra la voz al leerlo.
Espero les guste
Abrazo
Juanjo
Carteando 
                    
de: calendarios
                    
Ediciones de la 
                    
Banda Oriental (1985)
                    
                    
Señora  la mi madre, 
                    
doña  Braulia González:
                    
qué  lindo nombre para milonga criolla 
                    
vivió  usté, doña Braulia.
                    
Que  bien vivió su nombre de paridora fuerte,
                    
de  vientre siempre en fruto,
                    
cómo  estaba su nombre en sus manos tan fieles,
                    
en  los pies afanándose por un lado en la cuna,
                    
por  el otro en la máquina de hacer nuevo lo viejo,
                    
déle  fuerza y fuerzaza
                    
sin  parar, doña Braulia.
                    
Usted  ahora sabe,
                    
señora  la mi madre,
                    
cómo  yo me moría por algo tierno suyo.
                    
Eso  que tienen todos; un beso, una caricia.
                    
                    
Aprendí  muy de a poco
                    
que  su vida de pobre, sus tareas de pobre,
                    
su  cocina de pobre, su dignidad de pobre
                    
(me  inclino, doña Braulia),
                    
eran  todo lo tierno que tenía a su alcance.
                    
Uno  aprende despacio.
                    
Aquí  la estoy pensando como la vi por años,
                    
su  aguja, su dedal,
                    
boca  seria, ojos mansos
                    
y  el libro que leía
                    
para  llorar de tristezas no suyas,
                    
hoy  pienso.
                    
Aunque  heredé su nombre,
                    
nadie  me llamará como a usté, doña Braulia,
                    
y  es justo.
                    
Hay  que ser mucha cosa para llamarse Braulia.
                    
Y  en usted había algo
                    
como  de agua en cántaro,
                    
como  tierra impregnada,
                    
como  de hoja silvestre con un secreto adentro,
                    
como  de india, vamos.
                    
                    
Siempre  me he preguntado
                    
cuántos  indios habría sostenido su sangre.
                    
A  canoa por sus venas, jadeando, y por las mías,
                    
anda  un indio, me juego.
                    
Un  indio muy formal, tatarabuelo,
                    
muerto  de hambre en su río,
                    
codicioso  de peces que se escapan, se escurren
                    
(uno  de ellos, justamente,
                    
es  el que viene a rebullir mi sangre aún,
                    
de  vez en cuando).
                    
Yo  le escribo esta carta
                    
nada  más de nostalgia.
                    
Bien  pocas lunas hace se me asomó en un sueño
                    
y  estaba trabajando
                    
sin  sacarle ni un poco de reposo
                    
a  ésa, su eternidad.
                    
Y  quiero aconsejarle que descanse,                             
                    
señora  Doña Braulia.
                    
Deje  de acicalarle las alas a los ángeles
                    
o  esponjarle blancuras al Espíritu Santo.
                    
(Yo  la pienso en un cielo
                    
como  usted lo pensaba.
                    
Infierno  y Purgatorio,
                    
los  vivió en estos pagos).
                    
Y  mire que no me olvido que usté era manolarga.
                    
Modérese,  mi madre.
                    
Pobre  angelito que andando por su lado
                    
se  las pase de diablo.
                    
Porque  esto tengo cierto:
                    
donde  está usted, hay ángeles.
                    
Como  hubo en su jardín, 
                    
en  su quinta de verduras 
                    
y  pasteles caseros en las festividades.
                    
Ternura,  doña Braulia, 
                    
ternuras.  Se agradecen, 
                    
aunque  se entiendan tarde.
                    
Y  hasta más ver, señora.
                    
Que lindo <3
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